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Papá está en casa: del proveedor al cuidador

Silvia Tapia

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Una mirada a los nuevos rostros de la paternidad

13 Junio de 2025 16.23

El tercer domingo del mes de junio, el calendario nos recuerda el Día del Padre. Desde el lado comercial nos venden corbatas, herramientas, recursos tecnológicos, perfumes con aroma a "masculinidad tradicional". Pero más allá del cliché publicitario, ese día puede y debe ser una oportunidad para pensar en algo mucho más profundo: ¿qué significa hoy ser papá?

Durante décadas, el rol del padre fue claro: trabajar, proveer, proteger, es decir un rol muchas veces más ausente que presenta, más funcional que afectivo. Era (y lamentablemente en algunas ocasiones sigue siendo) el hombre de la casa, SÍ, pero no necesariamente EN la casa. La figura paterna estaba envuelta en un halo de respeto, distancia, y a veces hasta temor (esto lo he visto muy de cerca, lo he vivido y sentido). Si había que hablar de emociones, allí estaba la mamá para ese tema, si algo se rompía si el niño se caía, si hacía falta una mano con las tareas, allí estaba... otra persona (generalmente una figura femenina) porque papá estaba "ocupado trabajando".

Pero los tiempos han cambiado (tal vez con la llegada de la pandemia cambió mucho más, porque no había más opción) y aunque hay mucho camino por recorrer, ¿algo está ocurriendo? Sí, cada vez son más padres que es ESTÁN. Padres que cambian los pañales, peinan (hacen coletas y los más hábiles hasta trenzan el cabello) hacen filas en la farmacia a la madrugada si es preciso, decoran la cartulina con escarcha para la tarea del lunes. Padres que limpian, cocinan, escuchan, acompañan. Padres que están presentes no solo con la billetera, sino con el corazón, los brazos y el cuerpo entero para sus hijos.

La transformación de los afectos masculinos ha enjaulado a la "masculinidad", esa que enseñó a muchos hombres que llorar era de débiles, que cuidar a los hijos era cosa de mujeres, que hablar de sentimientos era de poetas. En esa prisión emocional, muchos padres de generaciones pasadas se limitaron a cumplir el mandato social, sin saber que había otra forma.

Hoy, vemos un cambo cultural esperanzador, los hombres están aprendiendo -y enseñando a otros hombres- que cuidar no resta fuerza, que involucrarse no debilita, que el afecto no les quita autoridad. Que su valor como padres no se mide solo en horas extra o pagos puntuales, sino también en cómo miran, abrazan, enseñan, consuelan, juegan, comunican y escuchan.

Ya no basta con decir "yo proveo", como si la función económica justificara la ausencia emocional. La crianza requiere presencia activa, coherencia emocional y sensibilidad. Y eso implica involucrarse en las decisiones del hogar, en las rutinas de los hijos, en los pequeños y grandes desafíos que implica ser familia. Este cambio no se da solamente en las familias nucleares tradicionales, también se ve en hogares monoparentales donde papá asume todos los roles.

Pero, así como celebramos a los padres presentes, también es necesario señalar -con respeto, pero con firmeza- que aún hay muchos que viven de espaldas a la familia. Hombres que siguen pensando que con un depósito mensual cumplen su rol, que no ven a sus hijos más que en fotos de redes sociales, que consideran "ayudar" si alguna vez calientan un biberón o lavan la vajilla.

Hay padres que creen que su masculinidad está por encima de la ternura, o que cuidar es una opción voluntaria y no una responsabilidad compartida, siguen delegando todo en las madres, repitiendo el ciclo de abandono emocional que, con suerte, un día sus propios hijos logren romper.

Y esta ausencia tiene efectos. Un padre distante puede marcar una vida entera. Las investigaciones muestran que la implicación paterna está relacionada con el desarrollo emocional, la autoestima, el rendimiento escolar y la capacidad de establecer relaciones sanas. No se trata de competencia entre géneros, sino de reconocer que la crianza, para ser justa y amorosa, necesita de ambos pilares

Compartir la crianza no es "ayudar" a mamá. Es asumir lo que corresponde. Educar no es solo poner límites, sino también abrazar, conversar, acompañar. Organizar el hogar no es una carga, sino una manera de cuidar el entorno de quienes amas.

Ser padre no es simplemente tener un hijo. Es un ejercicio diario de presencia, responsabilidad y amor. Y cada día, cada gesto, cada palabra, va escribiendo la historia emocional de quienes nos miran crecer como adultos.

¡Feliz día papá! (O)

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