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Quienes se gradúan, más allá del título, se llevan consigo las semillas para sembrar el servicio, la aceptación, la adaptabilidad y la determinación, para así cultivar una trayectoria sólida, significativa, y que cree valor a lo largo de la vida.

17 Abril de 2025 09.18

La graduación representa un momento de celebración, orgullo y transición. Es el cierre de un ciclo formativo y el comienzo de una nueva etapa, donde los conocimientos adquiridos cumplen el límite de tiempo para ponerse a prueba en escenarios reales. Este proceso es tanto un desafío como una oportunidad para crecer y consolidar la identidad profesional. 

Al mismo tiempo, es el cierre de un tiempo de conexiones que, en muchos casos, marcan nuestras vidas.  Además de los estudios, la universidad nos permite reforzar valores, modelar acciones y equilibrar la vida académica con la personal y familiar. Por eso las graduaciones suelen ser muy sentidas.

Para quienes pasamos hace rato por ese emocionante tiempo, sabemos que el aprendizaje apenas inicia con el fin de la vida universitaria; más bien, se amplifica en el mundo real, en donde la capacidad de adaptación, el liderazgo y la resiliencia se convierten en herramientas claves.

En un mundo tan movido, cada promoción de graduados trae consigo nuevas perspectivas. Por ejemplo, sabemos que los recién graduados han crecido en un entorno digital e interconectado, con ideas ágiles y astutas, y más consciencia de su impacto en la sociedad y el planeta; una realidad que plantea interrogantes para el mercado laboral y para ellos mismos.

Para la última graduación de pregrado, compartí con los estudiantes tres ideas que me hubiese gustado estar más consciente hace casi 30 años atrás cuando vestía la misma toga roja de la USFQ: la diferencia de ayudar y servir, la aceptación de la realidad, y la combinación de adaptabilidad y determinación para crecer.

A lo largo de la vida, a las buenas o a las malas, llegan oportunidades de aprender a diferenciar la ayuda del servicio. En la medida en que acumulamos experiencias, tendemos a querer compartirlos con los demás, ofreciendo consejos o asistencia.  Sin embargo, es crucial diferenciar entre una ayuda que puede generar dependencia del servicio que es el que realmente empodera. 

La ayuda es incuestionable cuando es solicitada, cuando nos corresponde y cuando quien lo pide no puede lograrlo por sus propios medios; condiciones que la mayor parte del tiempo obviamos porque al ego heroico le gustan los aplausos de corto plazo sin pensar en las metidas de pata de largo. 

El servicio en cambio consiste en entregar información útil para que el otro pueda aprender a través de la verificación de sus propias experiencias, por sus propios medios. El servicio entonces es acompañar el crecimiento del resto con respeto y visión, y no intervenir sin permiso.

Por eso no toda ayuda es útil, cuando el consejo no es solicitado podemos entorpecer al resto. Un principio fundamental del liderazgo es fomentar la autonomía de las personas antes que inutilizarlas solucionando líos que podrían ser resueltos por ellos. Como dice el proverbio: "Dale un pez a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá toda la vida." 

Quizá por ello veo al liderazgo como un servicio que se basa en la capacidad de guiar más que en controlar, es decir, en fomentar la toma de decisiones autónoma, el pensamiento crítico y razonado, y en promover una cultura de aprendizaje continuo. No soy una experta, pero sí sé que facilitar el crecimiento de los otros es más efectivo que imponer visiones propias.

El segundo punto es la aceptación de la realidad. A menudo, caemos en la trampa de juzgar los eventos como "justos" o "injustos", cuando en realidad, la vida simplemente es. Las circunstancias que enfrentamos no dependen exclusivamente de nosotros, pero sí podemos decidir cómo responder ante ellas. Aunque no lo he logrado a diario, ahora sé que se vive mejor aceptando el presente como el único escenario en el que podemos actuar. 

La aceptación no significa conformismo, sino reconocer que cada experiencia, positiva o negativa, es una oportunidad para aprender. En el mundo profesional esto se traduce en la capacidad de adaptarse a entornos inciertos, en gestionar la frustración y en construir relaciones desde el respeto a la diversidad de pensamiento. La flexibilidad cognitiva permite distintas formas de ver los problemas para generar novedad.

Aceptar implica soltar la necesidad de demostrar superioridad intelectual para dar paso a espacios de diálogo constructivo. Las mejores ideas emergen cuando se combinan distintas visiones, y esto solo es posible cuando estamos dispuestos a escuchar y valorar otras opiniones. No en vano la humildad intelectual es un rasgo esencial de los profesionales exitosos, y de la gente feliz.

El tercer y último aprendizaje es la importancia de la adaptabilidad y la determinación. Charles Darwin afirmó que en la evolución no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta al cambio, y en el ámbito empresarial también sucede. La velocidad de los cambios requiere que los profesionales desarrollen una mentalidad de adaptabilidad y aprendizaje constantes. 

Finalmente, la determinación es la cereza del pastel. En Grit: The Power of Passion and Perseverance, Angela Duckworth explica que la combinación de pasión y persistencia es más importante que el talento natural para alcanzar el éxito. La determinación implica mantener el esfuerzo incluso cuando los resultados no son inmediatos, superar obstáculos con resiliencia y mantener un propósito claro a lo largo del tiempo.  ¿Qué tan determinados somos al graduarnos?

En este sentido, es importante juntarse con personas que potencien nuestro crecimiento. Quienes nos rodean, ya sean amigos, mentores o colegas, juegan un papel clave en la consolidación de la confianza y la motivación. Elegir cuidadosamente con quién compartimos nuestro camino influye directamente en nuestras oportunidades de aprendizaje y en nuestra capacidad para afrontar desafíos. 

El mundo, las sociedades, la familia, e incluso nuestro metro cuadrado necesitan de mentes creativas, apasionadas y comprometidas con la acción. Quienes se gradúan, más allá del título, se llevan consigo las semillas para sembrar el servicio, la aceptación, la adaptabilidad y la determinación, para así cultivar una trayectoria sólida, significativa, y que cree valor a lo largo de la vida. (O)

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