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La contaminación del aire urbano sobrepasa los índices internacionales. Nuestros pulmones son afectados día a día. Las medidas urgentes e integrales no puedes esperar.

19 Julio de 2023 10.26

No es una novedad. Respiramos veneno. Las calles de Quito -y de otras concentraciones urbanas- asfixian. Los vehículos son las fuentes principales de contaminación. Más del 90% de contaminantes son producto de buses, camiones y automóviles. Estamos sobrepasando los límites permitidos. Pocos sectores se salvan. Y hay zonas especiales doblemente afectadas en el sur, centro y norte.  

Un dato alucinante... Mientras en Europa el estándar que mide concentración del azufre en los combustibles varía ente 0 y 10 partes por millón, en Ecuador diésel y gasolina alcanzan 60… 

La Secretaría de Ambiente de Quito, que  utiliza una escala para medir la contaminación del aire que varía entre 0 y 500 puntos, ubica a Quito sobre los 100 puntos. Un nivel de "precaución", que aumentan en ciertos sectores y a determinadas horas. Si no hay correctivos de fondo, llegaremos a niveles de "alerta" o "alarma" en el mediano plazo… las autoridades de la ciudad lo saben desde hace tiempo.

A nivel mundial existen diversas agencias encargadas de monitorear el aire y establecer estándares de calidad. No todas utilizan los mismos parámetros. El Índice de Calidad del Aire (ICA) proporciona una medida general de la calidad en base a varios contaminantes: dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), monóxido de carbono (CO), partículas en suspensión (PM10 y PM2.5) y ozono.

Los niveles mínimos y permitidos se establecen en función de estos contaminantes. Por ejemplo, las partículas en suspensión PM2.5 tienen un límite anual de 10ug/m3. Es decir, 10 microgramos (millonésima parte de un gramo) por metro cúbico. Cuanto más pequeña es la concentración, más peligrosos los efectos. Las partículas PM2.5, debido a su tamaño diminuto, pueden penetrar en los pulmones cuando se inhalan, pueden sortear las defensas naturales y alojarse en los alvéolos pulmonares. 

Estudios añaden que la contaminación del aire se agrava en ciudades como Quito debido a dos factores. La altura, que vuelve inadecuados los procesos de combustión. Y las montañas que impiden un eficiente flujo del aire.

La incidencia de la contaminación del aire en la salud humana es enorme. Depende de la concentración y tipo de contaminantes y de la duración de la exposición. En general, el aire contaminado puede agravar varios problemas de salud: enfermedades respiratorias (asma, bronquitis crónica, resfriados, neumonía), problemas cardiovasculares (riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, daño vascular), cáncer (de pulmón, vejiga, riñón), problemas neurológicos (deterioro cognitivo), alergias. 

El dato alarmante lo proporciona el INEC. Afirma que el 18.6% de muertes en Ecuador se produce por enfermedades respiratorias, relacionadas con la calidad del aire. 

La OMS, por su parte, advierte que en el mundo la contaminación del aire causa 4 millones de muertos al año. Silenciosos, invisibles.

EL LARGO PLAZO ES URGENTE

La contaminación del aire es la expresión fatal y final de un conjunto de problemas articulados. El asunto es complejo y demanda medidas estructurales y de largo plazo. El valor agregado de cualquier estrategia es atacar lo emergente -el corto plazo- sin perder de vista el conjunto -el largo plazo-. Caso contrario, seguiremos soportando medidas puntuales, descoyuntadas, pasajeras.

Propuestas de solución existen muchas. Unas refieren a la calidad de los combustibles que consumimos (derivados del petróleo). Es conocido que la calidad de las gasolinas que utilizamos no cumplen estándares internacionales. El problema se agrava con el crecimiento natural de las ciudades y el aumento indetenible del parque automotor.

Mencionamos otras medidas exitosas. Por ejemplo, la reducción de la emisión de gases contaminantes (industrias, vehículos). Los controles técnicos rigurosos de los buses. El fomento del transporte sostenible; uso de vehículos eléctricos, bicicletas, caminata. El mejoramiento de la eficiencia energética en edificios, industrias, sistemas de calefacción y refrigeración. La utilización de energías renovables: solar, eólica, hidroeléctrica. El control de la quema de residuos domésticos e industriales. Lo que está en el fondo es todo un modelo de desarrollo basado en combustibles fósiles. Por eso es hora de plantearse en serio el cambio de la matriz energética. 

Las medidas entrañan también modificaciones sociales y culturales. Y una postura proactiva frente a los cambios. Los pequeños que están a nuestro alcance. Y los grandes que implican diálogo y presión a las autoridades. No hay perdedores en esta cruzada, pero se precisa voluntad política, estrategias integrales y recursos. Posicionar este tema en las políticas prioritarias de estado es deber de la ciudadanía.

Los efectos nocivos de la contaminación aumentan, el tiempo se acorta, la emergencia se instala. El largo plazo empieza ahora.  (O)

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