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Mojigatería
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Mojigata es la persona que peca de lunes a viernes; el sábado reflexiona en sus procederes, pero sin arrepentimiento sino contenta por sus logros. El domingo confiesa y comulga, siendo que así sus transgresiones son perdonadas... con la intervención de un cura ansioso de escuchar morbosamente "pecados" de otros.

20 Agosto de 2025 13.18

Mientras menos cultivada intelectualmente sea una sociedad, mayor será la propensión de sus miembros a la "mojigatería", conceptuada por el Diccionario de la lengua española como la acción propia de la persona mojigata. Es "mojigato" el hombre de exagerados escrúpulos morales o religiosos; también, quien afecta humildad o cobardía para lograr sus propósitos. A diferencia de la hipocresía, que es una tara en el pensamiento, la mojigatería es una lacra y degeneración en el actuar. Al referirse a la hipocresía, Esquilo (525 a. e. c.-456 a. e. c.), dramaturgo trágico de la Antigua Grecia, apunta que la mojigatería es, asimismo, un vergonzoso vicio.

Los lingüistas descubren el origen de "mojigato" en el vocablo "mojo", con el cual algunos territorios nombran a los gatos. Refieren a los animales que presentan rasgos de personalidad dual. Son pécoras, seres astutos y marrulleros manifestantes de suavidad y dulzura, que el rato menos pensado reaccionan bellacamente. De allí que hasta las ratas huyen de ellos. Así, el hombre está llamado a esquivar a los mojigatos, siendo que la pulcritud transmitida es nada más que mentirosa pantalla de aquello que camuflan en su interior.

En la literatura neoclásica, tenemos a La mojigata, del dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). Es una obra escrita en 1791, llevada a escena en 1804. El "mensaje" transmitido gira alrededor de cómo la educación familiar puede afectar, y de hecho afecta, a la personalidad de los párvulos en su edad adulta. Los personajes principales son dos hermanos y sus hijas. Por un lado, don Martín con la infanta Clara; y por otro, don Luis con la benjamina Inés. Aquel es un padre puritano... cultiva a Clara en valores religiosos y morales inamovibles según los engañosos estándares suyos. El resultado es una descendiente embaucadora, al punto de fingir su interés por convertirse en monja, en el solo propósito de beneficiarse de una herencia. El segundo -hombre condescendiente, auténtico y comprensivo- logra llevar a Inés por el camino de la naturalidad y la sinceridad, presente en quien en verdad es meritorio.

En la difusión de La mojigata en España, la convocatoria cita al conde Campomanes (1723-1802) con su frase: "La mujer tiene el mismo uso de razón que el hombre. Solo el descuido que padece en su enseñanza la diferencia, sin culpa de ella". El enunciado, por cierto reprochable en atención a sus connotaciones misóginas, es igual de válido para el varón, al tiempo de rescatar el imperativo de una educación no mojigata. En consecuencia, cuando desde temprana edad se forma a la persona con estigmas gazmoñeros, el producto será, indefectiblemente, una mojigata. Los niños engendrados en ambientes familiares prejuiciados serán adultos cargados de complejos.

Insistimos, el origen de la perversión mojigata está relacionado con desmedidos -inmoderados y excesivos- recatos y aprensiones en los ámbitos púdicos y místicos. El individuo, varón o mujer, mojigato preconiza y hace loa de integridad ética y de juicios religiosos a título de sustento de su escala de valores. Va más lejos... pondera su "dignidad" basada en tal graduación. Su intención es ser reconocido como alguien de bien. Por ende, pregona virtudes impuestas por terceros que, aun cuando no las tiene, anhela que sus alcahuetes las emparejen en él. Es falso; y, crítico de conductas y de prácticas sociales que las califica de censurables, siendo él mismo ejecutor de estas, pero en las sombras. Lo decoroso es ser escrupuloso... en el pensar y en el actuar. Al respecto, Søren Kierkegaard (1813-1855) afirma que es muy aventurado ser uno mismo. Dice, es más fácil y seguro ser como los demás; o sea, marioneta social. Nada más vomitivo que el lambón.

El mojigato personifica lo contrario del pundonor que exalta. En actuaciones propias no exterioriza su supuesta "decencia", pues sus conveniencias vivenciales son ajenas al "pudor" de que hace gala. Adrede, olvida sus "principios" cuando requiere resquebrajarlos para lograr un propósito de mayor importancia. En el trance moral es aquel que, por ejemplo, clama honestidad cuando en la práctica es un corrupto cualquiera, quien no siempre deja huellas de sus delictivos desempeños. Estas revelaciones son comunes en actores sociales y políticos de sociedades confundidas por ellos mismos, incapaces de distinguir entre honorabilidad e indignidad. El populismo es manifestación de mojigatería... igual lo es la ultraderecha política.

En el contorno religioso, es "hacer morcillas para el diablo". Mojigata es la persona que peca de lunes a viernes; el sábado reflexiona en sus procederes, pero sin arrepentimiento sino contenta por sus logros. El domingo confiesa y comulga, siendo que así sus transgresiones son perdonadas... con la intervención de un cura ansioso de escuchar morbosamente "pecados" de otros. Cuando estos son de naturaleza sexual, a pesar de que el acto carnal nunca es pecaminoso, la máxima del mojigato es "quien peca y reza, empata". (O)

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