Daniela Segovia Velasteguí - Periodista
La Fábrica de Velas Herminio Delgado funciona en Cuenca desde 1950. La fundó el abuelo de Gustavo Delgado por una necesidad económica. La producción era artesanal. Velas hechas a mano, con moldes tejidos, para abastecer un mercado local que entonces dependía de pocos fabricantes. Delgado –siguió con la tradición – y creció entre esas mismas paredes.
Un caso de estudio
Vivía en la casa de su abuelo, con quien visitaba la fábrica desde muy pequeño. Conocía a las trabajadoras, ayudaba a tejer moldes y –de vez en cuando– viajaba a Guayaquil para comprar parafina, cuando aún se llegaba en gabarra al Puerto Principal. “Siempre estuve ligado a las velas. En vacaciones trabajaba aquí, salía a vender, ayudaba a su elaboración”, confiesa este empresario a Forbes Ecuador.
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Aun así, no entró directamente al negocio familiar. Delgado pasó por el colegio Técnico Salesiano, donde adquirió una disciplina que –según dice–, le enseñó a insistir y a rehacer el trabajo las veces que fuera necesario. Luego estudió Arquitectura en Cuenca. Trabajó tres años en la fiscalización de la construcción del Banco Central y después en el Banco del Estado.
Ese aprendizaje fue clave cuando, a finales de los años noventa, la fábrica familiar entró en crisis. Con la dolarización, la empresa importaba parafina en dólares, pero vendía en sucres. El cambio golpeó directamente a las finanzas. En 1999, la empresa facturaba entre US$ 300.000 y US$ 400.000 al año y empleaba a unas 15 personas entre administración y planta.
Con la llegada del nuevo milenio, Delgado tomó una decisión sin consultar a nadie, ni siquiera a su esposa. Dejó su trabajo y volvió a la fábrica. “Renuncié porque sentí que tenía que regresar. A mí me llegó el llamado de las velas”. Presentó un proyecto a su padre y asumió la gerencia. El primer cambio fue mental, asegura este cuencano. Dejó de pensar en sucres y empezó a pensar en dólares. Revisó precios, costos y márgenes. Ajustó valores para alinearlos con la nueva realidad económica y se enfocó en grandes clientes. Decidió dejar de vender a pequeños distribuidores de la Costa por problemas de cobro y logística, para concentrarse en cadenas de supermercados.
En ese entonces, Corporación Favorita ya compraba unas 150 cajas de sus velas. Delgado renegoció los precios con base en costos reales y volumen; y las ventas crecieron. También, comenzaron a maquilar para Supermaxi, ya que tres de sus velas estaban entre los 100 productos más vendidos del grupo. Ese acuerdo marcó un punto de inflexión y se unieron otros como Corporación El Rosado.
Toda la materia prima se importa: parafinas –desde China, Alemania, Malasia y Tailandia–, colorantes, aromas, pabilos, aditivos y envases. En 2001, luego de asistir –junto a su esposa– al Congreso Latinoamericano de Fabricantes de Velas en Río de Janeiro, tomó otra decisión clave. Importó maquinaria alemana por casi 400.000 euros.
“La fábrica estaba tecnológicamente atrasada. Ese viaje nos abrió completamente el abanico de posibilidades”. En nuestro recorrido por sus instalaciones aún se encuentran aquellas máquinas antiguas que estuvieron desde el inicio. Es una fábrica que abrazó lo moderno, sin perder su esencia. Se puede ver a sus colaboradores sentados, en mesas, forrando manualmente las velas. Al mismo tiempo, que otro sistema plastifica automáticamente.
Hoy, esta compañía cuencana emplea a 100 personas, de las cuales cerca del 70 % son mujeres. Produce entre 800 y 900 toneladas de velas al año. La línea de mayor rotación son las velas de paquete, con una producción de 450.000 cajas al año. Por ejemplo, durante los apagones eléctricos de 2024, las ventas se dispararon: en tres meses vendieron 300 toneladas adicionales. Su volumen mensual pasó de entre 40 y 60 toneladas a cerca de 180 toneladas. Su capacidad de funcionamiento es de 200 toneladas al mes, con turnos de 24 horas.
La operación se sostiene gracias a su inventario, según Delgado. Herminio Delgado mantiene una bodega de aproximadamente 600 toneladas de parafina y stock permanente de producto terminado para clientes como: Supermaxi, Aki, Almacenes Tía, Mi Comisariato, Tuti, entre otros. “Ellos nos exigen tener el producto listo porque su bodega somos nosotros”. Esa estructura les permitió no detenerse durante los apagones. En 2020, habían cambiado sus calderos de diésel a sistemas eléctricos. Antes, el gasto anual en combustible superaba los US$ 120.000. Actualmente, pagan alrededor de US$ 4.000 mensuales en electricidad.
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La fábrica se reconoce en todo el país por un detalle que no ha cambiado en más de 70 años: el empaque blanco. Las velas Herminio Delgado se venden envueltas en papel bond. “Esa es nuestra identidad. Si cambiamos el empaque, la gente no quiere. Hemos probado, pero es una tradición”. Actualmente, poseen seis grandes líneas: velas de paquete, velas de color, velas decorativas, velas aromáticas, velas de cumpleaños y veladoras religiosas. Estas últimas pueden permanecer encendidas hasta seis días continuos, sin humo y sin ensuciar el envase, gracias al tipo de parafina y a la mecha 100 % de algodón.
Delgado manifiesta que la personalización es uno de sus principales diferenciadores. La empresa diseña y fabrica velas a medida para cadenas como: DePrati, Sukasa, Pycca, Rio Store, Ferrisariato...
Desarrollan aromas, colores y etiquetas según temporadas y campañas específicas. Trabajan con dos diseñadores dedicados exclusivamente a clientes. Además, gestionan todas las notificaciones sanitarias, lo que evita costos y trámites adicionales. “Nosotros no mezclamos clientes. Si un diseño es para una cadena, es exclusivo. Eso es clave para mantener relaciones de largo plazo”. En la actualidad, producen pedidos pequeños o grandes: desde 100 velas personalizadas hasta órdenes de 8.000 unidades con aromas y colores específicos.
“El aroma correcto, la parafina correcta y la etiqueta correcta hacen que la vela se venda”.
La fábrica reinvierte el 70 % de sus utilidades cada año. En 2024, adquirieron dos naves adicionales en el Parque Industrial de Cuenca, con una inversión de US$ 600.000. Pasaron de tres naves en el año 2000 a 10, actualmente, con más de 2.400 metros cuadrados.
Este año también implementaron un nuevo sistema contable y de inventarios para integrar pedidos, producción y stock. Delgado narra cada una de estas decisiones mientras caminamos en sus instalaciones. Los cambios han sido impulsados por sus herederos. Su hija Cristina lidera el área comercial, marketing y diseño. Su hijo Adrián está a cargo de la producción. “Ellos manejan la tecnología. Yo pongo la experiencia”.
Delgado no descarta crecer, pero es cauto. Ahora, la empresa exporta de forma indirecta a Panamá a través Corporación Favorita, pero para hacerlo directamente necesitaría ampliar al menos un 20 % su capacidad productiva, algo que hoy no es posible por espacio.
“En Ecuador vendemos todo lo que producimos” y sus ingresos llegaron a US$ 6,7 millones en 2024, de acuerdo con la Superintendencia de Compañías, Valores y Seguros. Cuando asumió la gerencia, el país importaba cerca de 800 toneladas de velas decorativas y aromáticas al año. Hoy, su marca produce entre 400 y 500 toneladas de ese segmento.
“La idea siempre fue sustituir importaciones, paso a paso”.
Herminio Delgado es una empresa familiar integrada por la cuarta generación. Su padre aún vive y confía plenamente en su gestión. La estructura accionaria se ordenó para evitar conflictos. A sus 62 años, Gustavo Delgado sigue recorriendo la planta todos los días. Supervisa mezclas, revisa máquinas, conversa con el personal. “Me gusta estar aquí, solucionar problemas, ver cómo se hacen las cosas. Este es mi día a día”.
En Cuenca, cuando alguien habla de velas envueltas en papel blanco, la referencia es inmediata. Herminio Delgado no solo produce velas, produce continuidad. Y lo hace con números, con inventario y con una tradición que nunca se apaga. (I)