Tres mujeres y un emprendedor al mando
Los pasos de un emprendedor crearon una empresa con más de 80 colaboradores. Mario Iturralde fundó Grupo Mega con el sueño de ofrecer un servicio técnico serio y confiable. Hoy, luego de 18 años de esfuerzo, sus hijas lideran esta compañía sin olvidar el legado de quien les enseñó que no hay que tenerle miedo al éxito.

Siempre llevaba en la mano una caja de herramientas. No era solo un maletín con destornilladores, llaves inglesas o multímetros; era, en realidad, la metáfora física de su propósito. Mario Iturralde quería arreglar lo que otros no podían, construir donde faltaban cimientos técnicos y abrirse paso con sus propias manos. Empezó su carrera profesional con una convicción clara, nunca quiso trabajar para otros. Desde joven, cuando estudiaba mecánica en el Instituto Técnico Alemán y luego en la Politécnica, tenía claro que su destino no era una nómina, sino la independencia. "Nunca fui una persona fácil de manejar", dice.

En 1979 entró a trabajar en el Hotel Colón y desde ahí empezó a ofrecer servicios técnicos a otros hoteles y hospitales. Veía que el mantenimiento en el país era improvisado, sin formación ni rigor. Así, con cada reparación, pulió su visión. Tenía que ofrecer un servicio técnico de calidad, eficiente y confiable. En los 80 se independizó, y aunque el camino fue cuesta arriba, poco a poco forjó su reputación. 

Estuvo en varias empresas, luego como asesor independiente, hasta que el Grupo KFC tocó a su puerta. Trabajó casi una década como gerente técnico nacional, pero su inquietud de volar por su cuenta no desapareció. "Aunque estaba bien, nunca me sentí completamente feliz", confiesa. Y así, fiel a su espíritu emprendedor, cerró ese capítulo con la misma caja en mano —más gastada, quizás, pero cargada de experiencia— para abrir el suyo propio, una empresa construida a su manera.

El punto de quiebre llegó cuando el Grupo KFC, tras años de conocer su trabajo, le hizo una propuesta. Aceptaron que deje la nómina, pero no la relación. Le ofrecieron a Iturralde convertirse en su proveedor externo de mantenimiento industrial y la oportunidad de su primer contrato como emprendedor. Así nació Grupo Mega. "Salimos con un respaldo increíble. Fue la confianza que habíamos sembrado durante años lo que les dio seguridad de que tendrían el servicio que esperaban", recuerda. Este experto empezó con US$ 35.000 de inversión. 

Como muchas grandes historias, la de Iturralde comenzó mucho antes, cuando tenía 15 años. Un técnico contratado por su madre para arreglos domésticos despertó en él una mezcla de frustración y curiosidad: "Vi que no sabía lo que hacía. Y pensé que ese tipo de servicio no generaba confianza". Aquello fue una chispa. Encontró en la mecánica y la electricidad una vocación que lo enamoró y lo sostuvo. 

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Y más adelante, con dos de sus tres hijas, cuando las decisiones arriesgadas de independencia sacudían el hogar, su vieja caja de herramientas —de acero pesado— se convirtió en el símbolo de su compromiso. Era su instrumento de trabajo, sí, pero también el sustento de su familia. "Le robaron la caja una vez y fue como si nos quitaran todo", recuerdan sus hijas. Hoy, esa misma caja descansa en la sala de capacitación, como un recordatorio de que los grandes sueños pueden comenzar con una simple herramienta... y una voluntad de no rendirse.

Mario Iturralde junto a su esposa e hijas Camila y Ana Lucía.

Este emprendedor conocía a profundidad el funcionamiento técnico de calderos, cuartos fríos o sistemas de ventilación mecánica. Lo suyo iba más allá de apagar incendios operativos. Diseñó desde cero sistemas de mantenimiento preventivo para garantizar que ningún equipo se detuviera sin necesidad. Durante años perfeccionó una metodología que aseguraba eficiencia operativa constante, un servicio integral capaz de sostener la productividad de los negocios sin interrupciones innecesarias.

Fue en medio de ese engranaje técnico donde Camila, su segunda hija, encontró también su lugar. En 2010, recién graduada de Periodismo, le propuso rediseñar por completo la imagen de lo que entonces se llamaba Mega Servicios. No bastaba con ofrecer un servicios, era momento de construir una marca que reflejara los valores, la misión y el alcance que su padre ya consiguió en la práctica. "Tenía toda la estructura técnica, pero dispersa. Yo ayudé a unificarla y a mostrarla", recuerda. Reestructuraron áreas, crearon nuevas unidades como Megaentorno —centrada en servicios ambientales— y definieron una identidad corporativa. Así nació Grupo Mega, un paraguas que alberga todas sus líneas de productos. 

Por otro lado, su primogénita —Ana Lucía— se formó como médica y más tarde se especializó en salud ocupacional. Desde niña le fascinaba acompañar a su papá mientras arreglaba cosas en casa, le pasaba herramientas y observaba con admiración su capacidad para transformar y reparar. Cuando se graduó, decidió unirse a la empresa familiar en 2013 como médica ocupacional. Sin embargo, la pandemia lo cambió todo. Fue ella quien propuso fabricar bandejas de desinfección para pies en la planta de acero inoxidable, una iniciativa que ayudó a sostener financieramente al equipo. 

A partir de ahí, se preparó con cursos de gerencia y liderazgo hasta asumir, años después, la gerencia general. Bajo su dirección, el grupo incorporó servicios innovadores como la limpieza robotizada de sistemas de extracción de cocina que tuvo una inversión de US$ 70.000. Tienen una propuesta de valor que integra todo: diseño, equipamiento, mantenimiento y soluciones ambientales para el sector alimenticio. 

Por su parte, Rafaella —es psicopedagoga y la menor de las tres hermanas— se unió a la empresa en pandemia, en 2021, cuando la familia atravesaba una etapa difícil y necesitaba apoyo. Su primer rol fue como recepcionista —contestaba llamadas, hacía copias y cumplía cualquier tarea que le pidieran—. Este fue su primer trabajo formal después de ser profesora de niños, lo que hizo que enfrentarse a un entorno laboral adulto fuera todo un desafío. Descubrió una nueva vocación, el talento humano. Hoy lidera esa área dentro del grupo y gestiona todo el proceso de selección, contratación y salida del personal. Aunque no se considera una persona sociable, aprendió a disfrutar el trato diario con la gente y ahora complementa su experiencia con estudios en psicología organizacional. 

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Llevar una empresa familiar nunca es sencillo, incluso si hay cariño de por medio, porque cada miembro tiene una forma distinta de pensar y actuar. "Para mí, acostumbrado a tomar todas las decisiones —buenas o malas— y a asumir personalmente los logros y los fracasos, soltar el control no fue fácil", dice Mario. La transición comenzó a sentirse con más fuerza cuando Ana Lucía se involucró en la gestión, pero las diferencias de carácter entre ambos hicieron que el camino no fuera sencillo. Él, directo, exigente y de decisiones firmes; ella, pausada, reflexiva y conciliadora. 

Las tensiones escalaron hasta que Ana Lucía fue a la oficina de su papá y le dijo que se iba, que no podía liderar si él tenía el control de todo. Para él, ese momento fue un golpe duro. Pensaba que, con sus hijas ya en la empresa, podía empezar a retirarse, pero comprendió que debía soltar el timón por completo. A la fuerza, como él mismo reconoce, tuvo que ceder el mando. Hoy ocupa un rol más técnico y de consejero, y desde ahí observa con orgullo cómo sus hijas asumieron el liderazgo con una energía transformadora que, confiesa, le da el impulso a su empresa. 

Hoy, Mario Iturralde está más tranquilo. Se da el gusto de viajar, de pasar tiempo en la playa y de disfrutar una vida más relajada. Sus hijas, entre risas, insisten en que no puede jubilarse del todo. "Le damos chance para que se tome sus viajes (...) pero tiene que seguir viniendo porque el know-how de mi papi es lo que nos mueve". Con solo escuchar una descripción breve de un problema, este empresario ya sabe qué pieza falló, qué repuesto cambiar o cómo resolverlo. 

Actualmente, el grupo emplea a unas 82 personas, aunque esa cifra varía según los proyectos. En 2024, facturó más de US$ 1,7 millones y hoy las tres hermanas llevan las riendas de la empresa. Cada una, a su manera, refleja lo aprendido de su padre, especialmente una enseñanza que todas comparten: la fortaleza, el empeño, perseguir los sueños  y una frase que él siempre les dice: "No le tengan miedo al éxito".  (I)