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Jorge Gomez Quito - Ecuador
Liderazgo
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Desde 2016, Jorge Gómez Tejada dirige la Corporación de Promoción Universitaria (CPU), gestora de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), del centro comercial Paseo San Francisco, del Hospital de los Valles -del cual es su principal accionista, de los Sistemas Médicos SIME y del Instituto de Lenguas Extranjeras.

17 Junio de 2022 00.51

La vida para Jorge Gómez Tejada, desde que nació, fue una constante lucha de superación. La primera de sus batallas la libró apenas vio la luz, en Bogotá, Colombia, un 12 de febrero de 1975. Acuario. Su madre, Nohra, tenía problemas para culminar un embarazo, de hecho, antes de él, había perdido tres gestaciones. Por eso, su médico, a los siete meses, lo sacó del vientre, por cesárea. Permaneció una semana en la termocuna. Y, a los seis meses, la familia se mudó a Quito, Ecuador, a buscar suerte.

La segunda batalla la libró en el entorno familiar. La tensa relación con su padre, lo marcó. Severo, se negaba a que cursara estudios universitarios porque quería un hijo comerciante. Le quitó el apoyo financiero. En 1993, decidido, y ya con sus padres separados, el joven Gómez, junto a su madre, Nora Tejada, tocó las puertas de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), que en ese entonces operaba, pero no ofrecía títulos habilitantes, para conseguir una beca. Habló con el canciller Santiago Gangotena y él le respondió: “claro que sí, pero si estudias música, no administración”. Y así lo hizo. Y la tercera batalla, la madre de las batallas, aún la sigue librando. Es gay. Dentro de un ambiente corporativo y social que todavía señala a quien es diferente.

Músico. Tiene una Maestría en Historia del Arte y un PHD en Arte Religioso, en la Universidad de Yale. Es experto en
Historia de Mesoamérica. En 2011, mientras vivía en Boston, EE.UU., el destino hizo que se encontrara, allá, con su amigo Carlos Montufar, uno de los fundadores de la USFQ. Lo convenció de volver al Ecuador como profesor del Colegio Menor. La idea le sedujo, porque, incluso, eso permitiría juntarse con su novio, Hugo Machado, con quien mantenía una relación a distancia que era todo un “calvario”. 

Regresó ese mismo año. Empezó su trabajo en el Colegio Menor, que se extendió por cinco años. Desde 2011, comparte sus días con Machado y con Thor, un Boston Terrier; lamentablemente, a mediados de marzo de 2022, su otro Boston Terrier. Minerva, falleció, en el momento que le practicaban una tomografía. 

Desde 2016, dirige la Corporación de Promoción Universitaria (CPU), gestora de la USFQ, del Centro Comercial Paseo San Francisco, del Hospital de los Valles -del cual es su principal accionista-, de los Sistemas Médicos (SIME) y del Instituto de Lenguas Extranjeras. Además, es profesor de Historia del Arte en la USFQ.

Actualmente, esta Corporación se encuentra en proceso de reconsolidación, con el propósito de cumplir un compromiso social ante la comunidad. Abarca diversos temas que han ido desde el apoyo en la campaña de vacunación hasta el sustento de cientos de familias. Dentro de este grupo, el Paseo San Francisco, como empresa, da sustento a alrededor de 800 familias, de 120 pequeñas y medianas empresas, que atienden a un flujo de unos tres millones de visitantes al año. En el centro comercial se ha atendido a 80.000 personas dentro de la campaña de vacunación contra el Covid-19.

Por su parte, el SIME, una red de clínicas ambulatorias que funciona con cuatro sucursales en Quito y una en Manta, atendió en 2021 a más de 240.000 pacientes. Unas 700 familias dependen de este centro de salud. El Hospital de los Valles, en cambio, apoya a la manutención de 482 familias. Mediante su fundación se realizaron 405 cirugías de alta complejidad, tanto pediátricas como neuronales, a pacientes de escasos recursos. Y, finalmente, en el último año, el Instituto de Lenguas Extranjeras ha sido parte de la formación de 1.345 alumnos.

La familia Gómez-Machado abrió las puertas de su casa, y de su corazón, a Forbes Ecuador. Durante una jornada cargada de anécdotas y emotivos recuerdos, el ejecutivo colombiano (no ha podido hacerse ecuatoriano porque hay un error en el nombre de registro de su madre, vecinos en el edificio donde viven) contó detalles, como este, que las normas nacionales le pidieron que corrigiera el nombre de su madre para declararlo ecuatoriano. “Pero, aunque quiero mucho al país, más le quiero a mi mamita”. 

Tiene 47 años, son los nuevos 27. ¿Cómo se define?

Luchador y sobreviviente.

¿Por qué?

Soy sietemesino, hijo de migrantes y, a pesar de haber tenido muchísimas oportunidades y personas maravillosas que me han abierto las puertas, cuando yo estaba creciendo, ser gay o saberse gay, era un lastre adicional.

¿Cuándo asumió su sexualidad?

No fue una cosa de un día para otro, es un proceso de ir entendiéndose a sí mismo. A lo largo de la adolescencia
 y, y la pubertad uno empieza a descubrirse. Fue un proceso que me tomó varios años hasta que finalmente me sentí lo suficientemente cómodo como para expresarlo de manera pública. Tenía 21 años.

Estudió la secundaria en una academia militar, ¿fue muy difícil?

Estando en una academia militar, obviamente, sí fue un poco más complicado. Lo que hice mucho tiempo es, más bien, reprimir y mandar para atrás el tema.

¿Con quién habló por primera vez del tema?

Creo que todos mis amigos, en el fondo, lo sabían, él último en enterarse fui yo. A los primeros en contarles fue a mi prima, Adriana, a mis amigos de la universidad y, gradualmente, al resto. Ha llegado un punto en el que no le tengo que decir a la gente, sencillamente soy, y doy por sentado que mi pareja es Hugo y es tan legítima como cualquier otra relación.

¿Y sus papás?

A mi mamá le conté en 1998, tenía 23 años, no hemos conversado mucho del tema. A ella le dolió, soy hijo único, ella quería nietos y eso fue lo que más la afectó. A mi padre le dije en 2010, cuando tenía 35 años, contra todo pronóstico lo único que me preguntó es si era feliz. Con él siempre tuve una relación distante, tirante, falleció en 2020. Con mi mamá somos muy cercanos, tiene 84 años y nos vemos todos los días.

En los noventa, ser gay era casi un pecado.

Era penalizado hasta 1997, era complicado. Salir a una farra de gays daba miedo porque siempre existía la posibilidad de que la policía llegara a la discoteca y nos llevara a todos presos. Vemos ahora que Quito es una ciudad cosmopolita, aunque todavía vivimos en una sociedad xenofóbica, al igual que en otras partes del mundo, pero creo que Ecuador es un país generoso, bastante tolerante.

¿La aprobación del matrimonio igualitario en el país es un avance?

En términos generales, sí; en específico, me preocupa mucho que sigamos manteniéndole al Estado como el gran árbitro de la vida de las personas. Que el Estado apruebe o no el matrimonio, en general, es un rezago de un Estado que tiene una relación implícita con la Iglesia. Un matrimonio civil no es nada más que un contrato entre dos personas que pueden o no tener hijos, en esos términos no debería importarle al Estado si la otra persona es hombre o mujer. A medida que se atomiza la idea de género, se hace más complicado. El Estado no debería gobernar sobre el matrimonio.

La Iglesia siempre ha sido renuente a la homosexualidad, ¿hay cambios o una apertura?

No y no sé si debe haber. La fuerza de la Iglesia Católica está en la permanencia de sus tradiciones, de su dogma; si no calzaba, el que tenía que irse soy yo y eso fue lo que hice.

¿Cuánto le afecta lo que las personas piensen o digan de usted?

Ahora nada, obviamente te molesta si te insultan o calumnian en público, pero en general tengo piel gruesa.

Pero, ¿alguna vez le molestaron por ser gay?

Una que otra vez, cuando estaba en la Academia Militar y la respuesta fue caerle a quiños al otro. Nunca más creo que tuve un problema grave por ese tema.

¿Es malgenio, entonces?

Soy fosforito, igual me apago rápido.

Las discusiones actualmente están enfocadas sobre sise debe permitir a las parejas de homosexuales adoptar.

Es un tema muy delicado, hay miles de niños abandonados en las calles y hay miles de personas que serían
excelentes padres en potencia, pero son solteros, homosexuales o transgénero. La protección de los derechos de un niño abandonado es un tema delicado, y no sé si tengo o pueda emitir un criterio. Lo que sí puedo decir es que muchos de quienes dicen que los homosexuales no deberían adoptar o tener hijos son personas que deben plantearse si ellos debieron ser padres, porque el ser heterosexual no te hace moralmente superior.

Háblenos de la relación que mantiene con su pareja.

Llevamos 21 años juntos, es como cualquier otra, con sus problemas; nos conocimos de casualidad, empezamos a salir y nos entendimos. Tenemos una unión de hecho, que nos da todo lo que necesitamos. Por ejemplo, Hugo tiene la mitad de mis deudas y yo de las suyas, tenemos un patrimonio compartido.

¿Han pensado adoptar un hijo?

Sí, pero por ahora no está en nuestro plan de vida, eso requiere un compromiso de otro nivel.

¿Sigue en pie de lucha?

Ya no. Estoy blindado.

¿Por qué regresó a Ecuador si tenía un buen trabajo en Estados Unidos?

No sé qué tiene este país, que uno se va y vuelve. Volví la primera vez al terminar mi licenciatura, ahí conocí a mi pareja Hugo. Aunque al terminar mi doctorado tenía la oportunidad de quedarme allá, al final nos pareció mucho más atractivo, a largo plazo, quedarnos aquí.

¿Por qué se inclinó hacia lo intelectual? ¿Siempre le gustó o se vio obligado?

Opté por el mundo de las artes y me enfoqué en lo intelectual porque en el Quito de los ochenta e inicio de los noventa pensar en un abogado exitoso abiertamente gay habría sido bastante difícil.

¿Quiénes influyeron en su desarrollo profesional?

Varias personas, el primero en darme un espaldarazo fuerte cuando tenía 18 años fue Santiago Gangotena, que confió en mí y me dio una beca para estudiar en la USFQ, pues mi padre me había dicho que no pagaría mis estudios. Para mi masterado en Estados Unidos, mi primo Luis Eduardo Martínez me apoyó ciegamente, Mis otros dos grandes mentores fueron Carlos Montúfar que me dio mi primer trabajo al regresar a Ecuador como profesor del Colegio Menor, y Mary Miller, que me apoyó en el crecimiento de mi carrera y en el doctorado en la Universidad de Yale. Mi rol model en cuanto a ser luchador y tener una buena ética es mi papá. Él era muy desordenado en muchas cosas, menos en el trabajo.

¿Cómo conjuga tres áreas tan diferentes en sus responsabilidades: educación, comercio y salud?

Con mucha paciencia, son operaciones totalmente independientes, cada una tiene su propia administración. Como Presidente de la Corporación, mi rol es más de overside; es decir, doy acompañamientos, planteo metas, pido cuentas y reviso las operaciones. Para eso me apoyo en un equipo de expertos y de planificación. Cada empresa tiene su plan de trabajo y crecimiento; rinden cuentas una vez al año al Directorio y a los accionistas. Por ejemplo, el Hospital de los Valles tiene 1.700 accionistas, nosotros somos el principal.

¿Cuál es el aporte a la sociedad dentro y fuera del sector en que están ubicados?

El sector privado tiene la obligación de aportar a la sociedad, a menos de que esté haciendo algo perverso. Podemos dividir nuestro aporte en dos momentos. El primero fue crear y darle forma a uno de los proyectos educativos más grandes del país, que es la USFQ. En 2014 ellos se separaron de la CPU y ahora nuestro aporte se enfoca en su crecimiento y, eventualmente, con lo que nuestras operaciones generen, poder reinvertir en la universidad y en la educación superior en general.

¿El trabajo en la CPU es una muestra de su supervivencia?

Quiero seguir creciendo, me gusta ser luchador, buscar nuevos retos y objetivos. Difícilmente estoy donde quiero estar, siempre más adelante, quiero que la Corporación crezca y esté más arriba. Creo que es un ejemplo y testimonio de la confianza y el cariño que me ha dado mucha gente en todo este tiempo.

¿Expectativas? ¿En qué consiste ese crecimiento al que se refiere?

Las empresas siempre deben buscar nuevas áreas de crecimiento. El anhelo es que no volvamos a tener un gobierno que nos ponga en calidad de supervivencia.

¿Esa etapa ha sido superada?

Afortunadamente sí, son la noche y el día, ahora podemos trabajar con tranquilidad.

¿Por qué el Paseo San Francisco estuvo a punto de cerrar sus puertas hace algunos años? 

Vivimos un constante ataque de quienes nos tenían en la mira por ser un sector emblemáticamente opuesto al Gobierno de entonces. Fuimos chivos expiatorios en muchas ocasiones y eso obviamente requería que nuestro foco se concentrara, no en generar valor, sino en evitar que nos mataran.

En sus palabras, ¿qué significa trabajar y generar valor?

Ahora podemos planificar a dos, tres, cinco años. Podemos pensar en crecer, en invertir, en ahorrar, en nuevos conceptos y productos nuevos.

¿Y qué tiene en mente?

Dios pregunta menos y perdona más. Tenemos algunos proyectos en mente. Después de 10 años estamos haciendo lo que tenemos que hacer. 

Evidentemente, la pandemia impactó muy fuerte al giro de negocio en el que se desarrolla. ¿Cómo lo enfrentó?

Igual que a todos. La medicina ambulatoria externa sufrió muchísimo, las operaciones se cayeron casi en un 100 %. En el aspecto hospitalario se afectó menos, especialmente por la creación de un área destinada al Covid-19. En el sector comercial, casi un 100 % de los ingresos se perdieron en 2020 y un buen porcentaje en 2021. La Escuela de Lenguas fue un momento interesante de reinversión, saltamos a una plataforma totalmente digital.

¿Se tuvo que rediseñar toda la estrategia que estaba planificada?

Los proyectos grandes se quedaron en hold. Tuvimos que destinar recursos para salvaguardar la salud y el trabajo de nuestros empleados, hubo muy pocos despidos; los ejecutivos altos no cobramos sueldo por varios meses para no afectar a quienes tenían salarios más bajos.

Se ve que es exigente…

Bastante, les exijo lo que me exijo a mí mismo. No tolero una mala ética de trabajo, no tolero a quienes se creen importantes, la mezquindad, a los oportunistas.

¿Qué le saca de quicio?

La ingratitud.

Como educador, ¿cómo mira la situación de la educación?

Se ha convertido en una función garantista del Estado, y eso la ha pervertido y la ha convertido en un espacio de acción en que la politización es sumamente fácil. Es una actividad sumamente importante para el desarrollo del país, pero es un campo minado. Creo que debe replantearse el rol del Estado y la Ley Orgánica de Educación Superior, sino no tiene ningún futuro.

¿Y la salud? Usted preside dos centros importantes.

Lo mismo, hay medicinas que no se distribuyen porque solo el Estado las puede administrar, por ejemplo, la medicina para las personas con VIH; un médico privado no puede hacerlo. Al principio de la pandemia, el Estado administraba los antivirales, al igual que las pruebas PCR, y fue desastroso. El Estado es un terrible ejecutor, mientras que el sector privado es excelente; entonces, ¿para qué se mete?

¿Es usted una persona reflexiva?

Depende, me considero anarquista, porque le tengo miedo a los bienhechores con poder, a la gente que quiere arreglar el mundo, la gente que quiere “poder” para ayudarnos a todos

¿Promovería una desobediencia civil?

Cuando es necesaria, claro que sí.

¿En Ecuador?

En todas partes es necesaria. Por ejemplo, el pánico que todos le teníamos a cierto expresidente fue desmedido. Hubiera sido imprescindible que nos levantáramos y que se le recordara que el poder del Estado emana del pueblo y no al revés.

¿Y cree en la democracia?

Creo en el gobierno y la democracia en chiquito, no en grande, a nivel de ciudad. Soy muy escéptico del Estado Central porque es fácilmente pervertible; desconfío de las buenas intenciones de los gobiernos.

¿Cómo se ve en 20 años?

Envejeciendo con mi pareja, esperemos que en Ecuador.  (I)

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