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Liderazgo

Quién es el joven argentino elegido por Harvard como uno de los 100 líderes del futuro

María Sofía Muratore

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Jerónimo Batista Bucher tiene 21 años y desarrolló un vaso hecho de algas para disminuir el consumo de los descartables. A los 18 años, creó Sorui, unas máquinas que generan vasos biodegradables y se presentan como una solución para eliminar el consumo de plástico de un solo uso. Fue galardonado por MIT y Harvard como uno de los 100 líderes del futuro, y Angela Merkel lo felicitó por su discurso en Jóvenes por el G20.

23 Septiembre de 2021 13.49

El tiempo vuela cuando uno quiere cambiar el mundo. En sexto grado, Jerónimo Batista Bucher les pidió a sus padres ir a un colegio secundario donde se respirara ciencia y tecnología. Así se preparó para realizar varias pruebas de ingreso y ganó una beca para entrar a ORT, donde se le despertó su curiosidad y la necesidad de hacer un mundo más innovador y consciente a nivel social y ambiental.

A los 18 años, creó Sorui, unas máquinas que generan vasos biodegradables con extractos de algas y se presentan como una solución para eliminar el consumo de plástico de un solo uso. Fue galardonado por MIT y Harvard como uno de los 100 líderes del futuro, y Angela Merkel lo felicitó por su discurso en Jóvenes por el G20.

Hoy, estudia Biotecnología en la Universidad de San Martín y utiliza sus laboratorios para trabajar con su equipo en su emprendimiento, Henko, una compañía que promueve hacer un uso ambiental y social de la ciencia y la tecnología.

Dicen que no se puede cambiar el mundo, pero sí tirar una piedra para crear ondulaciones. ¿Por qué vasos biodegradables?

Me di cuenta del uso excesivo de plástico y comencé a pensar que esta cantidad era solo por el uso de vasos en una escuela de Buenos Aires. Esto a nivel nacional es mil millones; si lo pensamos globalmente, son más millones. En definitiva, son residuos que duran para siempre. Porque son plásticos que no pueden biodegradarse y, en cierto sentido, es algo que usamos unos segundos. Es un uso irracional, un despropósito.

¿Buscabas cumplir con una materia del colegio?

Sí. Hacía una especialidad técnica en el colegio y para aprobar tenía la necesidad de desarrollar un proyecto final. En el verano decidí hacer pruebas de estos “vasitos” en mi casa buscando materiales que podían ser biodegradables, consultando en dietéticas, internet, profesores o especialistas. Muy casero, fue todo en la cocina de mi casa. Es así que llegué a una composición a partir de extractos de algas que logra la impermeabilidad justa para constituir un vaso y que se pueda descomponer.

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¿Cuánto fue la inversión inicial?

Cero. Al tener las máquinas en el colegio para poder armar los primeros prototipos, no tuve que hacer ningún gasto. Estas máquinas fueron primordiales y me permitieron pensar el ciclo de vida del producto. Cómo descentralizar la forma de producción y, al mismo tiempo, pensar que es un producto que se descompone rápido, entonces hay que trabajar ágilmente para que las pruebas salgan bien.

¿Qué pasó cuando terminaste la secundaria?

Comencé a estudiar Biotecnología en la Universidad de San Martín, lo que me habilitó a usar los laboratorios y conectarme con compañeros, profesores y posibles especialistas, que me permitieron continuar con la producción y mejora continua del producto. En paralelo, gané una beca para el proyecto NAVES del IAE, con la que pude analizar la rentabilidad económica y la escalabilidad del negocio de producir vasos de algas, cuyo principal objetivo fue siempre reducir realmente el consumo de plásticos. Sin duda fue un año clave para relacionar el proyecto con diversos actores: sector gastronómico, instituciones académicas, posibles fondos de becas para estimular el desarrollo, entre otras.

¿Cómo definirías el proceso?

Creo que fue muy artesanal, se inició en casa. Pero, con el tiempo, se fue profesionalizando, validando el producto y mejorando su funcionamiento. Trabajás con diversos actores y apostás a un proceso de acción e inteligencia colectiva.

¿Cómo se compone el equipo?

Es muy variado. Yo busco articular al equipo, y así formar grupos diversos y especializados. Por ejemplo, tenemos ingenieros industriales, biotecnólogos, estudios de abogados, entre otros. Cada uno hace su parte y responde a un todo.

Tuviste la oportunidad de formarte en grandes centros nacionales, pero tu inquietud te hizo viajar para seguir creciendo. ¿Eso influyó en la necesidad de crear un producto que favorezca al impacto ambiental?

Sí. Me ayudó a ver otras realidades, abrir la cabeza, y me impulsó a meterme de lleno en eso. 

¿Qué características tiene que tener un joven hoy?

Yo ejercí y estudié siempre la importancia de la tecnología, las ciencias, el desarrollo biotecnológico; y creo que por eso es importante que las personas comprendamos cómo tomar decisiones basadas en evidencia, tener un pensamiento crítico de nuestras acciones. Como así también creo que es esencial tener conciencia y tratar de ser agentes de cambio. Hacer científicos con ciencia y conciencia de su entorno.

“ES ESENCIAL TENER CONCIENCIA Y TRATAR DE SER AGENTES DE CAMBIO. HACER CIENTÍFICOS CON CIENCIA Y CONCIENCIA DE SU ENTORNO”

¿Cuál es la agenda de un centennial?

Hay una mayor conciencia ambiental y social. Por ejemplo, cuando representé en 2017 a Argentina en la Cumbre del G20 de jóvenes, ya se hablaba de esto, pero hoy es un tema que está muy latente y al que el mismo mercado te lleva a pensar.

Es una generación en la que prima el emprendedurismo, pero ¿cómo se inicia un proyecto?

Hay que encontrar un problema, y ver cómo poder solucionarlo a partir de un desarrollo sostenible y trascendental. Organizaciones como Ashoka permiten estos espacios, para pensar desde la innovación y el trabajo en red. Por ejemplo, a través de la iniciativa regional Comprometidos, en la cual participé en 2016, con 19 años, y quedé finalista.

¿Cómo debe ser el trabajo ideal o qué busca un joven hoy?

Cada vez son más las personas que buscan un sentido. Por qué gastar mi tiempo, cuál es el statu quo de la cuestión, y cómo voy a desarrollarlo. Hoy se cuestiona y se busca generar un propósito positivo.

¿Creés que las organizaciones buscan transmitir la necesidad de ser game changers?

Sí o sí. Tienen que buscar de manera sistémica reflejar el porqué de su organización, como así también transmitirle al joven que trabaja ahí que su labor genera un impacto trascendental en los otros y en el ambiente. El mundo es tecnología.

¿Qué significa esta palabra para vos?

Son herramientas que surgen del conocimiento, y se aplican a la acción para así resolver problemas. Podemos pensarlo de forma aislada o buscar desde el momento cero la respuesta a una pregunta. Sí o sí debe generar un impacto positivo, porque la tecnología es la herramienta para promover desarrollos sustentables. Desde ya, el éxito está en cómo nosotros hacemos uso de ella y el nivel de conciencia con el que trabajemos.

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