Cuando Felipe Salazar recuerda su llegada a Lamor, bromea diciendo que empezó escaneando papeles y sacando copias. Hoy a sus 34 años es gerente regional de desarrollo de negocios estratégicos para América. Lamor Corporation, la multinacional fundada en Finlandia, opera en más de cien países. Su especialidad: responder a derrames de petróleo, procesar residuos peligrosos, remediar suelos contaminados y devolverles vida a los ecosistemas más golpeados del planeta. Solo en 2024, la empresa remedió 2,7 millones de toneladas de suelo en 79 operaciones de emergencia a escala global.
Aquí Felipe encontró su camino profesional. Su ascenso no fue lineal, tampoco cómodo.
Nació en Quito. Estudio en el colegio Americano, creció bajo el ritmo de entrenamientos deportivos y un promedio académico sólido. Obtuvo una beca por voleybol. Se califica como inquieto, preguntón y contestón. "Tengo una mente muy rápida".
Su sueño era ser arqueólogo, pero su padre lo empujó a estudiar ingeniería ambiental. "En la universidad el petróleo, la energía o la minería eran palabas complicadas". Pero su destino estaba trazado. "La vida me terminó llevando justo al lado contrario, al de la remediación. A limpiar lo que otros dañan".
Su primera pasantía fue casi un acto de humildad. Tres meses en el área de sostenibilidad de Pronaca. "Prácticamente era el mudador. Movía papeles, sacaba copias, llevaba trámites. Aprendí disciplina". Volvió como remplazo en el área social, ganando US$ 1.500. "Para mí era una fortuna". Luego vinieron pequeñas misiones y mucho aprendizaje.
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En 2017 ingresó a Corena, empresa dedicada a la gestión de residuos peligrosos, que luego sería adquirida por Lamor. Entró como asistente del asistente: escanear documentos, ordenar carpetas, apoyar en seguridad. Pero un proyecto inesperado marcó un antes y un después. Una operación en Belice con Naciones Unidas para recolectar pesticidas obsoletos y residuos peligrosos dispersos por diferentes comunidades. Se necesitaba alguien que hablara inglés y en ese momento Felipe era el único en la compañía.
Pasó cuatro meses clasificando sustancias tóxicas, usando equipos de protección que parecían trajes espaciales, organizando canecas, etiquetando y transportando toneladas de residuos a un puerto seguro. Esta experiencia le reveló lo que sería el resto de su carrera.
Al volver a Ecuador fue ascendido como asistente de seguridad ambiental. "Yo recopilaba lo que se hacía en el campo, preparaba reportes y me encargaba de que todo funcionara correctamente durante la operación". Su primera misión fue en Joya de los Sachas, en centros de tratamiento que procesaban cortes de perforación, remediaban piscinas enteras de residuos y respondían a emergencias en campos petroleros donde los equipos podían pasar de 100 a 600 personas en cuestión de horas, según la emergencia que se presentara. "Los operadores experimentados se negaban a reportarme, por eso pedí irme de lleno al campo, porque tenía que generar respeto, pero con humildad". Para entonces ya era ingeniero, con funciones de coordinador,
Trabajó jornadas de 18 horas, pasó un año entre turnos de siete días en la Amazonía y 14 en las oficinas de Quito. Una prueba de resistencia. Hubo un par de piedras en el camino, que supo revolverlas. "Soy muy estratégico, pienso 34 veces antes de decir la primera palabra. Siempre doy una milla extra. Mi mamá dice que tengo el 'no' dañado". Ese esfuerzo lo llevó a ser nombrado coordinador y al poco tiempo se volvió coordinador regional de seguridad ambiente. Vivió durante un año en Bolivia al mando de las operaciones en ese país.
En 2019 Lamor lo envió a Punta Arenas, uno de los puntos operativos más desafiantes del continente. Chile vivía protestas intensas. Los proyectos se ejecutaban en la inhóspita Isla Tierra del Fuego. Allí, Felipe debía procesar cortes de perforación para garantizar el suministro de gas y energía de toda la región de Magallanes.
Luego llegó la pandemia y con ella su primer quiebre.
El encierro lo golpeó fuerte, estrés extremo, una apendicitis a punto de volverse peritonitis. Fueron meses viviendo aislado en la isla, mientras debía liderar desde Chile el departamento de seguridad para toda la región.
Justo en abril de 2020 ocurrió el derrame del OCP en Ecuador, cuando la erosión regresiva del río Coca rompió dos oleoductos y derramó más de 15.000 barriles, más de 105 comunidades fueron afectadas por la contaminación,
Desde la distancia, Felipe debía coordinar la logística para enviar 600 personas, asegurar equipos, ambulancias, alimentación, barreras de contención y planes de emergencia. "Cada minuto contaba. Estuve al borde del colapso".
Volvió a Quito dispuesto a renunciar. No lo aceptaron, puso algunas condiciones y la empresa las aceptó.
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Santiago de Chile es su casa. En enero de 2022 fue nombrado Gerente Regional de Ventas Estratégicas y Desarrollo de Negocios. Bajo su responsabilidad están Norte, Centro y Sudamérica. Este quiteño debe desarrollar planes de acción de ventas, facilitar la ejecución de programas regionales y abrir oportunidades en mercados donde la compañía busca crecer.
La multinacional tiene ingresos globales por € 114 millones, presencia en 104 países y mil empleados. En la región impulsan proyectos que superan los US$ 10 millones en Chile, Ecuador y otros países. "No somos la industria que contamina. Somos la que limpia".
Viaja más de 200.000 millas al anuales, supervisando operaciones y abriendo mercados. Cuando no está en un avión, ni en la oficina, juega pádel, dice que es el nuevo deporte para cerrar negocios.
Este ecuatoriano encontró su propósito donde otros ven caos, convirtió cada crisis en una oportunidad para crecer. (I)