Solo basta con pasar el portón de entrada para que las emociones se disparen como fuegos artificiales. En un abrir y cerrar de ojos, se reemplaza la locura del asfalto por la serenidad de un capullo natural que automáticamente transforma cualquier estrés en suspiros. Café de la Granja es una encantadora cafetería para 98 personas, al aire libre, que, además de servir contundentes desayunos los sábados y domingos, entre las 08:00 y las 14:00, cuenta con huerto urbano, simpatiquísimos animales de granja, juegos infantiles, ciclovía, biblioteca, cancha de fútbol, espacios verdes -muchos-, salón para reuniones corporativas, música cool y refill de abrazos y sonrisas.
La idea nació como boceto en noviembre del 2020, aunque como sueño ya venía apareciéndose desde mucho antes en las mentes del equipo que conforma la Fundación Cecilia Rivadeneira, que desde hace 16 años realiza un permanente trabajo social para acompañar y apoyar a las familias de niños que padecen cáncer y no disponen de recursos suficientes para enfrentar sus tratamientos.
Pero la pandemia puso en aprietos la operación de la Fundación, por lo que, según cuenta Daniela Barragán, su directora Ejecutiva, hubo que pasar del sueño a la realidad. "Nos reinventamos. Así de simple. Teníamos este espacio al que llamamos Escuela Granja y vimos que era el momento perfecto para consolidar el proyecto. No fue fácil, había que financiarlo y empezamos a tocar puertas. Poco a poco se fueron abriendo y fuimos sumando apoyo de las empresas".
La simbiosis entre lo social y lo privado dio sus frutos. Papa John's, Unilimpio, Hanaska, Rotular, Banco Pichincha, Pangolín. Farmaenlace, Danec, entre otros, fueron ingrediente fundamental para que el Café de la Granja leudara. "Pudimos cambiar la cocina doméstica que teníamos por una industrial, recibimos los insumos para preparar el menú, pan, aceite, harina, productos de limpieza, capacitación a las madres. Empezamos con ocho mamás y cuatro jóvenes que eran hermanos de niños con cáncer. Ahora son 16".
MENÚ DE CAMPEONES
Es contundente. Aquí, la popular frase "barriga llena, corazón contento" es ley. Porque no se trata únicamente de un menú de desayunos que es armable por cada comensal (base-salsa-proteína-dulce, más café y jugo), sino que el servicio es tan cálido que la "llenura" es del estómago y es del corazón. Son uno de los US$ 7,99 pagados más satisfactorios que se pueda coleccionar en la memoria. Tortillas de verde, tortillas de yuca, tortillas de maíz, tostadas de pan, salsa picante de maní, crema de ají de chochos, refrito granja (con vegetales del propio huerto), huevos (fritos, revueltos, cocidos), queso fresco, salchichas, tocino, yogurt con granola, torta de zanahoria, bowl de frutas y semillas, mini bollos y mermelada casera. En fin, combinaciones para todos los gustos.
"Han sido meses de un aprendizaje y crecimiento gigantes para las mamás. El servicio de restaurante es complicado, a veces hay clientes exigentes y hay que aprender a tratarlos. Pero ellas, con una continua capacitación y ganas han cambiado un montón. Son súper alegres, proactivas, disfrutan trabajando. Ha sido una fuente de ingresos para sus hogares, porque ellas han tenido que dejar sus trabajos para cuidar a sus hijos afectados con la enfermedad. Y en la pandemia, muchas familias, además, tuvieron que enfrentar el desempleo de los papás. Por eso, este apoyo económico nos motiva a seguir adelante. Esperamos avanzar hacia una segunda etapa: servir almuerzos".
AQUÍ, LA FAMILIA CRECE
"Hay niños que lloran porque no quieren irse", dice Barragán mientras sonríe y cuenta anécdotas. Y, a veces, adultos también, porque el Café de la Granja es como el lugar para reencontrarse con la familia, la propia y la que se va haciendo cuando se coincide con otras personas que hasta ese momento eran desconocidas. La razón es que todas las otras opciones de esparcimiento que se despliegan alrededor del lugar hacen que este se llene de la magia de ese "no sé qué".
Una granja con conejos, pollos y otros animalitos; un huerto urbano que es la fuente de insumos para el menú de la cafetería, con lechugas, zanahorias, cebollas, zucchini, albahaca, menta, hierbas medicinales, limones, acelga, rábanos, brócoli; una ciclovía y bicicletas para que los pequeños se diviertan pedaleando; juegos infantiles; cancha de fútbol, con un césped que el Santiago Bernabéu envidiaría; biblioteca con decenas de libros, cuentos y la revista Elé que cuenta todas las aventuras del Capitán Escudo; un tablero 'medio gigante' de ajedrez; es pet friendly; y, para quienes no quieren perderse su programa favorito, una sala de televisión. Y, si la idea es tener el espacio para un encuentro corporativo, también es posible. El cielo es el límite. (I)