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Pablo Cisneros y sus mascotas Quito - Ecuador
Lifestyle
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Para Pablo Cisneros, CEO de la consultora de mejora continua Kaizen Management Consulting y de Franquicia Plus, es imposible concebir una vida sin mascotas. Sus cuatro perros rescatados son su paz y compañía. Él es el líder de la manada y lo siguen a todo lado.

13 Abril de 2023 17.52

“Somos cuatro hermanos, yo el menor. Vivíamos en Cumbayá en una casa grande; a principios de los ochenta era un valle lleno de quintas. Toda nuestra vida estuvimos rodeados de perritos, de preferencia rescatados. Además, teníamos gatos, caballos, tortugas, peces, era un zoológico.

“Mi primera mascota propia fue Macarena, una perrita labrador espectacular, hermosa, muy inteligente, que me regaló una compañera de colegio en sexto curso. Estuvo a mi lado 14 años, ocho meses. Falleció viejita. Me quedé muy golpeado y no quería saber de tener más mascotas. Te apegas, te encariñas y sufres demasiado cuando mueren, son como hijos. Sin embargo, después de unos ocho meses de su partida, me encontré con una perrita en el exterior del conjunto donde yo vivía. Buscaba comida y refugio. Cada vez que llegaba en el carro, se me acercaba, me movía la cola y quería jugar, se revolcaba, súper juguetona. Se ganó mi cariño. Un día, después de un mes de ver esto, y con el cargo de conciencia de que algún rato pudiera encontrarla atropellada, la adopté. La nombré Huayca (8 años). La sorpresa fue que había estado preñada. Semanas después parió 10 cachorros, no tres o cuatro, ¡10! Por ayudar con un problema terminé haciéndome de 11 problemas. Gracias a Dios, estaba aún soltero. Una prima hermana me ayudó a buscarles hogar por redes sociales, eso sí, no tenía que ser cualquier lugar, sino uno que amara los perros. Así conseguimos siete familias adoptantes. A otros dos los ubicamos en el Instituto Mariana de Jesús, un albergue que tenemos con mi madre para niños ciegos y sordos. Y, el sobrante, desde que nació, quise quedármelo, era el más gordo de todos, comía casi todo el pozuelo, quedaba empachado y se tendía boca arriba con la panza hinchada, como diciendo 'soy el rey'. Era tan chistoso. Lo puse de nombre Buzios (6 años), por una isla en Brasil.

Pablo Cisneros y sus mascotas Quito - Ecuador
Foto: Pavel Calahorrano

“Me quedé con los dos un buen tiempo, hasta que un día fuimos con mi esposa a la cruz del Ilaló, un lugar donde, lamentablemente, la gente va a abandonar perros, supongo porque creen que, como hay muchos turistas, estos se van a encariñar y llevárselos. Pero no es así, quedan tirados. Ya en la cruz, sacamos los sánduches y jugos que habíamos llevado para servirnos, cuando de pronto sentí una respiración en mi oído. Una perrita había acercado demasiado su hocico a mi oreja derecha. Me llevé un gran susto, no sabía si podía morderme o atacarme, pero ella se asustó más y corrió. De regreso, camino abajo, apareció de nuevo y nos siguió como si pidiera comida. Estaba flaquita, sucia. Le di lo que me sobraba del sánduche. Nos siguió hasta el parqueadero, no se despegó. Pregunté a los lugareños si sabían de quién era, pero nadie supo. Me dio pena dejarla, se iba a morir de hambre. Le abrí la puerta del auto y entró. La bañamos, la dejamos bonita, le tomamos fotos y pusimos en redes sociales. Pero al día siguiente ya me encariñé y yo mismo borré el anuncio. Así llegó Layla (9 años), en honor a la canción de Eric Clapton. Ya éramos una familia de cinco".

“Hasta que un día, al ir a jugar tenis en el Quito Tenis y Golf Club, vi a un perrito buscando comida en un basurero, estaba desnutrido. Me bajé a comprar agua y pan para darle. Se tomó y comió. Volví por más agua y pan, y volvió a acabárselo. Después de eso, no se me despegaba. 'Y, ¿ahora qué hago?. Nada, lo subí al auto. Lo bañamos, le cortamos el pelo y pusimos un anuncio. Supongo que, como estaba rapado, nadie lo veía bonito, porque nadie se interesó. Pasaron tres meses y no pudimos conseguirle hogar. Así que quitamos el anuncio. Le dijimos que ahora era parte de la familia y, por arte de magia, la actitud del perro cambió, se volvió alegre, juguetón, se integró con la manada. Hoy, Ruben Blades Cisneros (4 años), es el alma de la fiesta. 

“Para mí, mis mascotas son todo. Como ejecutivos, necesitamos estar conectados con la madre naturaleza, con los animales. Las personas que no tienen amor por los animalitos les falta algo en el alma. Yo llego, a veces, estresado, con demasiado trabajo, y me reciben tan felices que se me va todo el estrés, las preocupaciones y me olvido de todo. Sobre todo los perros rescatados son diferentes que los perros de raza, son más agradecidos. Voy al al baño, me siguen; voy a la ducha, me siguen; voy al estudio, me siguen; veo el tenis por televisión con ellos. Son una linda compañía. Los perros siempre dan amor, son humildes, felices. Mi vida no sería la misma sin mascotas, me da paz mental, espiritual”. (I)

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