A los 29 años, María Paz Mosquera Sáenz cuenta su vida con la sinceridad de quien aprendió a empezar de nuevo varias veces. Su historia es un recorrido entre países, afectos y búsquedas personales que la obligaron a reconstruirse más de una vez.
Nació en Quito, estudió en el William Shakespeare, y cuando tenía nueve años su padre, hotelero de carrera, fue trasladado al Marriot de Caracas como gerente general. "Ese cambio me marcó para siempre".
Llegó a Venezuela en 2006, a un país de cultura vibrante, donde tuvo que rehacer rutinas, amistades y su propio sentido de pertenencia. "Al principio extrañaba mucho, a mis primos, abuelos, a mis amigas. Me costó adaptarme, pero con el tiempo me sentía una venezolana más".
Estudió en el colegio Emil Friedman, con una fuerte orientación musical. Tocaba la flauta desde niña, y se convirtió en la primera flauta de la orquesta. "Practicábamos en los recreos y en las tardes mínimo una hora más. Ese rigor, marcó su carácter disciplinado y resiliente. A pesar de la distancia, los lazos familiares se mantenían vivos con viajes a Quito por los menos dos veces al año.
Al graduarse, se fue un año de intercambio a Bélgica. Allí vivió su primer enamoramiento, extendió su estadía nueve meses y empezó a estudiar negocios internacionales. El encantó se desvaneció y conoció la soledad. "Regresé a Quito, fue muy duro, me sentía perdida, sin raíces, lo he trabajado en terapia".
Intentó estabilizarse estudiando administración en la Universidad San Francisco de Quito, pero dos años después volvió a migrar, esta vez a España. Terminó su carrera en el IE de Madrid, con un semestre en Sudáfrica. "Al principio me cuesta adaptarme, pero luego no quiero irme".
La pandemia y el camino emprendedor
Volvió a Ecuador en 2019. Una pasantía en el Marriott de Quito le dejó claro que la hotelería no era su vocación. Sentía que no tenía rumbo, pero con una necesidad de hacer, crear y construir algo propio.
Trabajó en Cirene, un emprendimiento de juguetes y peluches. Ganaba unos US$ 800 mensuales y hacía de todo, desde bordar, coser hasta empaquetar y entregar. "Aprendí lo que es un negocio a pequeña escala, entendí la cadena de producción artesanal. En mi mente empezó a tomar fuerza la idea de emprender".
La moda siempre estuvo presente en su vida. Su mamá, le cosía ropa desde niña y juntas diseñaban vestidos para sus muñecas. Ese vínculo se reactivó tras la pandemia.
Apenas se reabrieron los aeropuertos, tomó el primer vuelo a Puerto Rico para visitar a sus padres, que habían sido trasladados a ese país. "Una tarde le dije: 'Ma, hagamos algo'". De ese impulso nació su primera colección de trajes de baño.
La inversión inicial fue mínima. US$ 300 en telas para confeccionar 12 piezas, que las vendió en una semana a US$ 50 y US$ 60. El boca a boca funcionó y los pedidos llegaron. "Decidí llamarla Pazh, porque quería mantener en secreto quien estaba detrás".
De vuelta en Ecuador formalizó su negocio. Los primeros pasos fueron dedicados a pruebas para entender cómo funciona el mercado. Vendía solo bajo pedido.

En 2022, con un concepto más claro, superó los US$ 40.000 en ventas. Participó en bazares, las boutiques empezaron a buscarla. Su identidad visual se consolidó con paletas cálidas, estampados sobrios inspirados en naturaleza y un enfoque en transmitir tranquilidad, comodidad y conexión. "Quería trajes de baño que acompañen a las mujeres, que las hagan sentir bien".
Poco después abrió su tienda en Cumbayá y sus productos se vendían en boutiques de Quito, Guayaquil y Galápagos.
2025 fue un año de cambios. Se mudó a Puerto Rico con su esposo e hijo. Fue otro reinicio, una oportunidad para revaluar su modelo de negocio. "Entendí que, para ser rentable, necesitaba evolucionar.
Empezó a maquilar para otras casas de moda cuyos artículos se venden en Estados Unidos, Puerto Rico, España y próximamente México. Ese salto le permitió ampliar su capacidad productiva y diversificar ingresos.
"Tengo claro mi objetivo, pero el camino todavía está lleno de desafíos. Así es la vida del emprendedor".
Tan, su nueva apuesta
Esta joven piensa en grande. Tomo una medida estratégica, lanzar una segunda marca. 'Tan', una línea más juvenil, con cortes más atrevidos, colores vibrantes y un espíritu más lúdico, dirigido a un público distinto al de Pazh, orientado a mujeres de 30 años en adelante.
Con un portafolio que supera las 1.000 piezas al año, proyecta cerrar 2025 con ventas cercanas a los US$ 100.000 y buscar consolidar su presencia internacional.
En este camino, otro sueño empieza a tomar forma. Una boutique digital para reunir y comercializar marcas ecuatorianas, porque para ella crear es su motor. (I)