"Mi nombre es Luis Carlos Andrade y soy gerente de exportaciones de la Viña Chocalan". Así comenzó el encuentro con Forbes. Esta es la historia de un ecuatoriano que sembró sus primeros pasos en las aulas del Colegio Alemán de Guayaquil. Una institución que le abrió las puertas para vivir una "aventura europea".
Hace algo más de dos décadas tomó un avión con destino a Alemania y aterrizó en Heidelberg, una ciudad que con su atmósfera universitaria y sus casi 160.000 habitantes, fue su hogar y el epicentro de preparación para continuar con sus estudios.
Aunque en un inicio la idea de negocios deportivos rondaba su cabeza, la administración de empresas, un campo lleno de posibilidades lo atrajo con fuerza. Después de dos semestres intensos, Andrade, de 38 años, llegó a un punto de inflexión y se mudó a Chile en 2005. Un cambio radical, pero meditado. Ingresó a la Universidad Adolfo Ibáñez, donde se sumergió en los números y en las estrategias de la Ingeniería Comercial, una carrera de cinco años con una malla curricular que prometía un abanico de oportunidades en el competitivo mercado chileno.
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Esta nueva vida no solo le brindó conocimientos teóricos y prácticos. Durante sus últimos dos años de universidad, la vena emprendedora se manifestó con fuerza en la efervescente capital chilena. Junto a una entonces compañera, invirtió tiempo y sus sueños para abrir Pata Negra, un rincón de sabor español que durante dos años vibró con tapas, música y conversaciones.
Aunque la experiencia fue intensa y demandante, según Andrade. Esto le dejó un aprendizaje invaluable sobre el mundo de los negocios y la hostelería. Además de sembrar una semilla inesperada: "ahí realmente me resonó el tema del vino". De comprador ocasional para su local, se convirtió en un curioso explorador de aromas y cepas, descubriendo un "universo sensorial fascinante".
Tras graduarse, su primer desafío profesional lo conectó nuevamente con su país natal. Ingresó a la empresa chilena Ultramar, un holding con 72 años de presencia en múltiples sectores, que tenía una división llamada Full pack. La misma que ofrecía transportar líquidos a granel en contenedores gracias a unas "bolsas gigantes". Buscaban un perfil con raíces ecuatorianas y Andrade, con su frescura universitaria y su manejo de idiomas, encajó. Tras una capacitación de seis meses en Chile, donde aprendió los entresijos de esta tecnología, asumió la responsabilidad de la oficina en Ecuador durante un año y medio, gestionando operaciones y clientes.

Tiempo después, Andrade volvió a escuchar la llamada del vino, ese mundo descubierto entre tapas y risas, que resonaba cada vez más fuerte. Chile en la actualidad es el mayor productor de vino de América Latina. La zona central de este país cuenta con el suelo y las condiciones climáticas ideales para la vitivinicultura. De acuerdo con información de Statista, el cabernet sauvignon es la cepa más popular y la que más litros de vino genera para la exportación, con casi 40.000 hectáreas plantadas. Asimismo, esta industria aporta con el 0,5 % del PIB en Chile, triplicando su producción entre 1998 y 2023.
Este "elixir de los dioses" representa el 16,5 % del total de las exportaciones agropecuarias chilenas. Statista estima que este sector llegará a tener en 2028 ingresos superiores a los US$ 2.900 millones. Los vinos con denominación de origen (D.O.) son los más elaborados en esta nación. En 2023, Brasil fue el principal país importador de esta variedad, con 60 millones de litros, de los 358 millones de litros producidos.
Andrade regresó a Chile con un objetivo claro y ambicioso: convertirse en "export manager" de una viña chilena. En 2013, con una década de experiencia profesional acumulada, su perseverancia le permitió ingresar a la Viña San Pedro Tarapaca, el segundo gigante del sector en Chile, con una producción anual que supera las 17 millones de cajas de vino, según su página web. Allí, durante dos años, se empapó de este mundo desde la perspectiva de los mercados internacionales, gestionando el área Asia Pacífico y viajando por destinos como: Sri Lanka, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda o Hong Kong.
Su siguiente capítulo lo escribió en Santa Rita, otra viña emblemática con más de 140 años de historia y presencia en más de 70 países. Durante ocho años, su gestión abarcó mercados clave como: Canadá (con un consumo per cápita de vino de más de 10 litros anuales), Estados Unidos (el primer país consumidor de vino del mundo, con 3.032 millones de litros consumidos en 2020 y un valor estimado de US$ 35.663 millones), Brasil y Europa.

En 2023, un nuevo desafío, con un sabor diferente, lo atrajo: la gerencia de exportaciones de Viña Chocalan. Esta viña boutique, con una tradición familiar de más de medio siglo y ubicada en la prestigiosa zona costera del Valle del Maipo, produce alrededor de 600.000 botellas al año, las cuales conquistan paladares exigentes en más de 30 países, generando ingresos por exportaciones que rondan los US$ 4 millones anuales.
Su viñedo, que se extiende por 75 hectáreas, es el corazón de la producción. La empresa maneja principalmente cuatro líneas de vino distintivas: Reserva (con una guarda de hasta ocho meses en barricas de roble francés), Gran Reserva (hasta 12 meses en barricas de roble francés), Vitrum (una línea superior con una guarda de entre 14 y 16 meses en barricas nuevas de roble francés) e Íconos (con una producción exclusiva y una crianza de más de 16 a 18 meses en barricas de roble francés de primer uso).
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Con un equipo de unas 40 personas, este ecuatoriano lidera la estrategia de exportación, buscando llevar cada una de estas 600.000 botellas a nuevos horizontes. Hoy, desde su posición en Chocalan, aplica la experiencia acumulada en un entorno que valora la cercanía, la calidad y las relaciones a largo plazo con sus clientes internacionales. Aunque la dinámica es diferente a la de los grandes volúmenes de producción, la pasión por el vino de alta gama y el desafío de construir una marca sólida en mercados competitivos lo motivan cada día.
Los viajes que antes eran una constante, ahora se equilibran con la vida familiar junto a sus dos hijos. La inquietud por explorar nuevos mercados y llevar el sello distintivo de Chocalan a cada rincón sigue intacta. Y aunque Chile lo acogió y se convirtió en su hogar, la tierra natal evoca un sentimiento especial y no deja de llamar: "siempre pensé que iba a volver a Ecuador, pero estoy casado con una argentina y mis hijos son chilenos". Su futuro, como un vino de guarda, aún tiene muchas notas por revelar. (I)