Estaba varada en Malasia, su billetera y su pasaporte acababan de ser robados, y con solo US$ 1,50 en su cuenta, Nicole Bonilla pensó que el fracaso finalmente la alcanzó. Había renunciado al trabajo que le gustaba con la esperanza de perseguir ese cosquilleo que le decía que la vida se le estaba escapando y que debía recorrer el mundo antes de que eso pasara. Como si el destino se hubiera alineado a su favor, un taxista la ayudó a encontrar al culpable del robo y logró recuperar todos sus documentos. La nómada digital recuerda: "Ese viaje estuvo lleno de tantos momentos para que yo pudiera cumplir mis sueños".
Bonilla relata esas ilusiones como parte del sinfín de anécdotas de su año sabático. Describe las historias con fascinación, casi como si las estuviera reviviendo. Cree que vivir su sueño le abrió puertas, permitiéndole conocer individuos que facilitarían su camino. En Indonesia, se hospedó en la casa de un jeque árabe, a donde llegó usando Couchsurfing, la plataforma que conecta a turistas con residentes dispuestos a hospedarlos. Cuenta que sus relatos captaron tanto la atención del hombre de 80 años que éste decidió hacer una donación. "Él quería ser parte de este sueño. Las historias que le conté le habían llenado de vida, en especial al ver a una persona tan enamorada de vivir." Nicole usó los US$ 1.500 que recibió para continuar su travesía, documentándolo todo en las redes sociales.
Así nació Wambra Viajera, una cuenta en redes sociales que evolucionó hasta ser una plataforma online creada por Nicole para ayudar a las mujeres a viajar y encontrar su propósito. Hoy, esta iniciativa genera alrededor de US$ 148.000 anuales, lo que le permitió ser propietaria de tres inmuebles alrededor del mundo y financiar sus recorridos.
Ella es una emprendedora y nómada digital de 34 años, nacida en Guayaquil y formada en Ambato. Se describe como una persona inquieta, ansiosa por conocer el extranjero y emprender. De niña trabajaba para su madre, quien tenía una boutique de ropa en un centro comercial en la capital de Tungurahua; Nicole limpiaba vitrinas de los locales vecinos. Al crecer se mudó a Quito con un objetivo: estudiar algo que alimentara sus ganas de comunicarse con su entorno.
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Tras graduarse en la carrera de Relaciones Públicas y Comunicación en la UTE, pensó que su camino estaba definido: un buen sueldo, una gran empresa y la posibilidad de cumplir su objetivo de trabajar en la Amazonía para contribuir a su propósito social. Ya tenía en sus manos lo que pensaba ideal a su edad, pero algo no encajaba. De centavo en centavo, ahorró para viajar los fines de semana y recorrer Sudamérica en sus vacaciones. Cada vez que volvía, sentía que "la depresión post viaje era mayor: ¿cómo se puede hacer para vivir viajando? ¿cómo hace la gente que ya no quiere volver a sus trabajos?", se cuestionaba.
Durante un año ahorró el 70 % de su salario, preparándose para comprar un boleto sin retorno a Filipinas. Buscaba conectar con sus raíces asiáticas y descubrir la clave para ser una viajera permanente. En 2017 emprendió la travesía que cambiaría su vida. Durante año y medio recorrió Asia, sumergiéndose en las culturas locales.
Cuenta que este método le permitió vivir experiencias únicas, alejadas del turismo convencional. Asistió a un velorio en casa de sus anfitriones y durmió en un tren en la India, abrazando su mochila para proteger sus pertenencias. Cuando llegó a Nepal, vio un paisaje que cambió su vida: "el mundo es tan bello, no quiero regresar. Mis recorridos tienen mucho más propósito, van más allá de las fotos," explica. Ahí fue cuando entendió que documentar sus travesías en redes sociales había dejado de ser un simple diario para su familia y amigos. Ahora, una comunidad de gente alrededor del mundo 'viajaba' con ella, viendo el extranjero a través de sus ojos.
La exploradora cuenta que eso le generó un sentido de responsabilidad y el deseo de compartir sus experiencias con quienes sueñan con explorar fuera de sus países pero no saben cómo empezar. Así lanzó un plan para mujeres interesadas en conocer el mundo a través del turismo responsable, viendo los "verdaderos paisajes" de un país, aunque implicara incomodidad o suciedad. En su primer lanzamiento estuvieron 20 personas. Sin embargo, cuando su negocio parecía despegar, llegó la pandemia. Con la imposibilidad de seguir con su modelo de negocios, la emprendedora ecuatoriana decidió reinventarse. Sabía que podía vender sus habilidades enseñando a otros a hacer lo mismo y monetizar la vida que muchos anhelan. Así, en 2020 lanzó el primer curso online de Wambra Viajera, la Escuela de Futuras Nómadas. Para su sorpresa, en la primera semana facturó cerca de US$ 30.000. Cada plaza costaba US$ 997 e incluía la planificación estratégica y financiera organizada por ella para emprender un año sabático.
La joven emprendedora comprendió entonces que la venta de sus cursos en línea le daría la libertad financiera que buscaba, mientras tenía "un impacto positivo en las mujeres". Hoy cuenta con un equipo de cuatro personas que la ayudan a gestionar esta plataforma de servicios. Ofrece desde cursos pregrabados hasta e-books y programas en vivo de distintas duraciones, donde enseña lo que aprendió en su trayectoria. Gracias a los bajos costos operativos y a su equipo reducido, pudo reinvertir sus ganancias en otros negocios, como bienes raíces, con el objetivo de "facilitar un retiro temprano".
Wambra Viajera llevó a unas 200 clientes en experiencias de viaje y formó a más de 500 en sus capacitaciones online. Nicole proyecta cerrar este año con US$ 172.000 en ingresos y busca expandir su impacto en más países de América Latina. Su sueño es "que miles de personas vivan transformaciones reales a través de la experiencia; que nuestros cursos acompañen a quienes no se sienten parte de un trabajo tradicional, para que puedan hacer de este estilo su propia realidad". (I)