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La Under 30 ecuatoriana que vuela por América

Daniela García Noblecilla Editora digital

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Tiene 27 años, más de 2.500 horas de vuelo y una mente que sueña en los cielos. Su disciplina es parte del crecimiento que la llevó a ser una de las cinco primeras oficiales de Latam Airlines Ecuador. Es parte de una industria que realiza más de 30 millones de vuelos en el mundo y genera ingresos de más de US$ 700.000 millones.

Desde pequeña, Dana Peñafiel miraba el cielo con la certeza de que algún día volaría. No como pasajera, sino como quien toma el control del timón y fija su propio rumbo. Hoy, esa niña que soñaba entre nubes es parte del 5,18 % de las pilotos de vuelos comerciales en el mundo, según la Asociación de Pilotos de Línea Aérea Internacional. Su historia habla sobre el espíritu de quienes creen que los sueños —cuando se trabajan con disciplina— pueden tocar el cielo. 

¿Cómo supo que su destino estaba en la aviación?  De niña, acompañaba a su padre a los shows aéreos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana. Se quedaba fascinada al ver los aviones surcando el firmamento. "Para mí, volar era un superpoder". Con el tiempo entendió que aquello era el resultado de estudio, disciplina y pasión. 

Desde entonces, el sueño de pilotar dejó de ser un deseo infantil y se convirtió en una meta: aprender a volar, sin miedo y sin límites en una industria —transporte aéreo— que realiza más de 30 millones de vuelos a escala global, genera cerca de 90 millones de puestos de trabajo en todo el mundo y tiene ingresos, en condiciones normales, de alrededor de US$ 700.000 millones, según Statista.

Cuando llegó el momento de decidir su futuro, Dana no dudó ni un segundo. Su madre le sugirió explorar otras profesiones —como medicina—, pero ella tenía el norte definido. Con el apoyo de su padre, investigó escuelas de aviación en Ecuador y Perú, hasta que finalmente decidió continuar su formación en Ocala Aviation Services (OAS), Florida. Mientras tramitaba su visa de estudiante, recibió clases teóricas en Ecuador y en línea, donde aprendió sobre física, aerodinámica y las fuerzas del vuelo. 

Dana Peñafiel
Dana Peñafiel cuando se desempeñaba como instructora de vuelo. Foto: cortesía. 

Perfeccionar su inglés fue una de las razones por las que decidió salir del país.  Era la más pequeña de tres hermanas —"la mimada de la casa"— y, aun así, la primera en marcharse. "Escogí también esa escuela de aviación porque, a diferencia de las grandes academias, ofrecía un entorno cercano. (...) El dueño nos trataba como a sus propios hijos". Esta joven completó cada una de las licencias necesarias (hoy tiene más de 9 licencias) para convertirse en piloto profesional.  El proceso no fue sencillo ni económico. Requirió unos US$ 50.000 para lograrlo. "Debo agradecer mucho a mis padres. Ellos, de verdad, me apoyaron desde siempre. Ahorraron y buscaron la forma de financiar todo esto".  

La primera vez que tomó los controles de una Cessna 172 tenía 18 años. Era una avioneta del tamaño aproximado de un carro, sintió una mezcla de emoción y temor. "En mi primer vuelo me mareé, y mientras me aguantaba pensaba: 'Wow, qué genial, acabo de despegar un avión´ (...) Mi mamá me advirtió que no podría regresar hasta completar todo el proceso, así que tenía miedo de no tener la habilidad física o psicomotriz necesaria". Pero entendió que volar es una habilidad que se desarrolla con práctica. 

Regresó a Ecuador para convalidar su formación en la Escuela de Aviación Pastaza (EAP), en Shell, en una época en que las oportunidades eran escasas y la competencia alta. Tenía 250 horas de vuelo —el mínimo legal—, Dana sabía que aún le faltaba camino por recorrer. Las aerolíneas exigían experiencia y la industria atravesaba cambios. Pero lejos de rendirse, aprovechó el momento para seguir creciendo. Cuando la pandemia comenzaba a alterar el mundo, decidió regresar a Florida, esta vez a Fort Pierce, para certificarse como instructora de vuelo y obtener una tecnología en Ciencias Aeronáuticas en Aviator College. 

En 2021, esta Under 30 comenzó a trabajar enseñando vuelo. Mientras estudiaba, también ocupó un puesto como despachadora de vuelo en la misma universidad, donde organizaba documentación y procesos de inspección. "No era lo mío, pero me ayudó a experimentar otras áreas y aprender lo que realmente me apasionaba", comenta. Esa experiencia le permitió enseñar aviación, algo que potenciaba sus conocimientos y le ofrecía la oportunidad de compartirlos con otros.

Con paciencia y precisión, dice, Dana aprendió que enseñar requiere más que dominar la teoría. Para ella, es necesario adaptarse a la manera en que cada estudiante aprende. Algunos entienden mejor viendo, otros escuchando o aplicando los conceptos en papel, explica. Enseñó a estudiantes desde cero, tanto habilidades técnicas como la confianza necesaria para tomar los controles por primera vez.

Entre sus primeros vuelos como instructora, recuerda la emoción de ver cómo los alumnos, tras repasar maniobras en pre-briefings, lograban aterrizar solos. "Cuando finalmente completaban su primer vuelo sin ayuda, fue un momento único". Más adelante, en Treasure Coast Flight Academy, trabajó con estudiantes internacionales de India, Dubái, Estados Unidos y Cuba, cada uno con culturas, niveles y desafíos diferentes, lo que enriqueció aún más su formación pedagógica. 

Dana también aprendió a manejar los retos personales de la instrucción. En su experiencia, la comunicación y la preparación son tan importantes como la técnica de vuelo, porque en Estados Unidos, todas las comunicaciones, checklists y exámenes son en inglés. 

Después de un tiempo en Estados Unidos, donde acumuló más de 860 horas de vuelo como instructora, Peñafiel sintió que su historia en la aviación estaba lista para dar el próximo salto. "Mi primer sueño fue volar. Luego quise ser piloto comercial y entrar a una aerolínea. Pero el primer reto fue no encontrar trabajo por falta de experiencia. La oportunidad de ser instructora no era parte del plan, pero terminó convirtiéndose en una pasión. Me encantaba enseñar (...) Dejé de ser instructora para mi siguiente sueño".

Dana Peñafiel
Dana Peñafiel es uno de sus vuelos como primera oficial de Latam Airlines Ecuador. 

La pandemia se apaciguaba y la industria aérea comenzó a reactivarse. Regresó a Ecuador para perseguir sus anhelos. LATAM Airlines empezó a contratar pilotos y ella vio la oportunidad de intentarlo. "Había un riesgo: si no funcionaba, no podía regresar a Estados Unidos porque estaba bajo una visa de estudiante. Pero me arriesgué, vine para darlo todo". El proceso en la aerolínea fue exigente: entrevistas, entrenamiento en simulador en Chile, y luego vuelos reales con instructores hasta que finalmente escuchó las palabras que sellaron años de esfuerzo: "Puedes volar con otros capitanes".

Hoy, tiene 27 años y más de 2.500 horas de vuelo acumuladas, . Es una de los más de 155 pilotos que integran las flotas de Airbus y Boeing en LATAM Airlines Ecuador, y una de las cinco primeras oficiales mujeres en la compañía. Desde la cabina, traza rutas nacionales e internacionales y conecta destinos como Quito, Guayaquil, Cuenca, Manta y San Cristóbal, así como rutas hacia Lima, Buenos Aires, Bogotá y Miami. Esta empresa, en 2024, tuvo ingresos por más de US$ 354 millones, según la Superintendencia de Compañías. 

"Para mí, volar es cumplir un sueño todos los días", dice Dana con una sonrisa que refleja la pasión que la impulsa. En el aire, dice, encuentra libertad y orden, belleza y precisión. "Todo es tan organizado que, si cumples tus objetivos, todo fluye", explica. Cuenta que cada vuelo es distinto. Un atardecer rosado, una tormenta que observa a lo lejos, un paisaje que nunca se repite. Para ella, volar es una forma de vivir el sueño —una y otra vez— entre las nubes. (I)

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