La quiteña Valeria Moncayo es protagonista de una historia en la que los escáneres de última generación juegan un rol determinante en su profesión. Desde niña creció escuchando el sonido de los equipos de ultrasonido en la clínica de su padre Roberto Moncayo, pionero en radiología y ecografía en Ecuador.
Graduada de medicina en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. (PUCE). En 2002, viajó a Sao Paulo, Brasil para un entrenamiento de un año con la doctora Lucy Ker, ultrasonista de renombre. A su regreso se integró a la clínica de su papá y cumplía con la rural en la Maternidad Isidro Ayora. "Fue durísimo ver la situación de muchas mujeres víctimas de abuso sexual. Algunos neonatos tenían malformaciones congénitas, que se observaban en los ultrasonidos. Lloraba casi todos los días, esto me marcó profundamente". Entendió que tenía aún mucho que aprender y explorar.
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Esta doctora trazó su camino con determinación. Hizo maletas y se mudó a Miami, Estados Unidos, donde empezó su camino para revalidar su profesión médica y poder a intentar ejercer en ese país. "Estudiaba hasta 18 horas al día porque no bastaba con pasar, sino que había que hacerlo con buenas calificaciones". En el primer examen logró 90/100.
Luego de un año en la Florida se mudó Washington, su siguiente parada. Logró calificar e ingresar al National Institute of Health (NIH), uno de los mayores centros de investigación biomédica del mundo. Valeria se enfrentó a investigaciones que parecían de ciencia ficción. "Inyectábamos tumores falsos en ratones para probar si las terapias de ultrasonido de alta intensidad funcionaban.
Su dedicación le abrió puertas: El hospital San Rafael de la Universidad de Yale fue su próximo destino. "Ser médico y pasar los exámenes no es suficiente". Tuvo que demostrar que podía hacer las cosas al mismo nivel que sus compañeros. Fue un año en donde estuvo como médico residente e internista.
En Julio de 2008, llegó a Emory University en Atlanta, para integrarse al departamento de investigación "Empecé con estudios sobre radiología músculo esquelética". Los ensayos pueden tomar meses, hizo más de diez. "Sentía que había encontrado mi lugar".
En 2010, un giro inesperado cambió su destino. Le propusieron integrarse al departamento de medicina nuclear de la misma universidad. Recuerda que en un mes debió aprender más de esta disciplina que apenas conocía.
La medicina nuclear es una de las ramas más sofisticadas de la medicina moderna, se basa en el uso de radiofármacos, sustancias radioactivas en dosis mínimas que se inyectan al cuerpo para diagnosticar y tratar enfermedades complejas. Explica que cámaras especiales como los escáneres Pet capturan el rastro y crean imágenes que muestran la función celular de órganos y tejidos. "Somos una especie de GPS, vemos a través de cámaras lo que el ojo humano no puede. Los elementos radioactivos que entran al cuerpo nos revelan donde puede estar localizado un tumor cancerígeno, como están el corazón, riñones o hígado e incluso qué zonas del cerebro están activas en casos de epilepsia o alzhéimer".
Consultamos la página web de Emory University en donde se publican tarifas referenciales de este tipo de exámenes. Por ejemplo, un Pet/CT básico puede costar alrededor de US$ 2.300 sin incluir el radiofármaco, el cual dependiendo el tipo suma otros US$ 2.700 adicionales.
Si el examen se extiende más de una hora, cada hora adicional en sala cuesta US$ 600. Este examen completo podría llegar a US$ 8.000 si requiere estudios más complejos. En terapias de tratamientos de cáncer con radioisótopos los valores pueden ser de US$ 20.000 dependiendo de la dosis y hospitalización.
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El camino no ha estado libre de obstáculos. Valeria enfrentó jornadas de hasta 80 horas semanales de trabajo, crisis de ansiedad, inflamación hepática, anemia y prediabetes. "Tuve que aprender que la salud también era mía, no solo la de mis pacientes. Me tomó tres años volver a encontrar equilibrio". Hoy, a sus 46 años, trabaja cuatro días a la semana y disfruta más tiempo con sus dos hijos, de 17 y 12 años.
El salario promedio de un médico nuclear en Estados Unidos está por los US$ 350.000 anuales. Actualmente, la médica ecuatoriana se desempeña también como profesora asistente. Es coautora de guías internacionales y participa en conferencias multidisciplinarias. Vuelve a Quito, por lo menos una vez al año. "Mi mamá siempre me repetía que puedo lograr lo que me proponga y mi papá que me uniera a su equipo, pero yo sentía que debía tener mi propia historia". La siguiente meta en su radar es inspirar a colegas ecuatorianos que sueñan con dar el salto internacional. (I)