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Negocios
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La Corporación Grupo Salinas, conocida por su marca El Salinerito, lleva cinco décadas en el mercado ecuatoriano ofertando quesos, confites, alimentos congelados, cosmética natural, hierbas aromáticas y mucho más. En 2023 tuvo una facturación total de US$ 13 millones. Pero lo que resalta de esta organización es el valor que tienen las personas sobre el dinero, siendo un referente de la Economía Popular y Solidaria.

08 Marzo de 2024 15.31

Llegar a Salinas de Guaranda nos tomó cuatro horas, treinta minutos y 228 kilómetros en auto desde Quito. El contraste de la ciudad al campo ocurrió progresivamente mientras atravesamos varias localidades que quedan en el trayecto. El imponente Chimborazo, el punto más cercano al sol desde el planeta Tierra, abrió sus brazos ahumados para dejarnos ver por un instante su cumbre. El frío nos introducía al que iba a ser nuestro destino. Una parroquia rural de la provincia de Bolívar que está a 3.550 metros sobre el nivel del mar.

Visitar Salinas de Guaranda es transportarse a un pequeño pueblo donde el tiempo se detiene. No hay prisas, ni tráfico, ni gente corriendo. Las casas son pequeñas y coloridas. Lo que más resalta son sus fábricas, los enormes Farallones de Tiagua y la iglesia en medio de la plaza. El nombre Salinas viene de las minas de sal naturales que adornan el paisaje de la parroquia. Antes se extraía una sal natural yodada que se envolvía en paja seca y era intercambiada por productos como la panela. El oficio era exhaustivo. Se extraía el agua cargada de sal en grandes vasijas de cerámica y se colocaba el líquido en una paila de cobre. Pasaban muchas horas hirviendo el agua hasta que se evaporaba y dejaba ver la sal blanca. 

Esa era la principal fuente de trabajo de la zona junto con la elaboración de queso fresco. Pero esta actividad dejaba pocos réditos porque la zona pertenecía a la Hacienda Cordovez, donde los habitantes trabajaban a cambio de un espacio de tierra. Por muchos años esas fueron las actividades que sustentaban la vida de la comunidad que estaba marcada por la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos. Eso cambió con la llegada de la quesera en 1978. Desde ese momento, la dinámica económica de este pequeño pueblo del sur del país se transformó para convertirse en un referente de desarrollo, economía social y generación de empleo.

UN DESTINO EN EL CONO SUR

El camino hasta alcanzar la independencia de la hacienda y los logros que prosiguieron para esta parroquia de Ecuador inició 50 años antes de nuestra visita. Para conocer la historia desde los orígenes nos dirigimos hasta una casa celeste de dos pisos que se encuentra junto a la iglesia. Es la residencia del sacerdote salesiano Antonio Polo, que nació en Venecia, Italia, hace 84 años. 

Nos sentamos en la mesa de la cocina donde se preparaba una olla llena de pasta. En las paredes se podían ver cientos de fotografías colgadas. Eran las memorias de la vida del padre que lo reflejaban siempre rodeado de muchas personas. Como en esa cocina, donde no solo estaba el equipo de producción de Forbes Ecuador, sino también ocho miembros de la corporación. 

Todos hicimos silencio para escuchar los recuerdos del padre Antonio. Resulta que el Obispo Cándido Rada heredó una diócesis o territorio cristiano en Guaranda, pero no tenía nada para empezar. Así que retornó a Italia a buscar recursos y voluntarios de la Organización Mato Grosso y la Misión Salesiana para hacer una casa comunal. "Y pasando por Roma, pidió la ayuda de un sociólogo Salesiano que esté dispuesto a acompañar a este grupo de voluntarios", recuerda el padre Antonio. Esto no fue coincidencia. Monseñor Rada tenía un plan. Sabía que los voluntarios siempre regresan a su tierra para continuar con su vida. "Pero esperaba que el padrecito a lo mejor se enamorara de esa vida". 

En 1970 llegaron a Salinas. El padre Antonio de inmediato notó que no había un párroco, "y la tentación de ser el mejor párroco de la historia era muy fuerte", dice entre risas. Su acento italiano le imprime un tono divertido a su relato. "Uno se enamora de Salinas por el paisaje, pero sobre todo, hablando por los que venimos de afuera, por ese nosotros. Yo hablaba con una persona y me decía nosotros. En cambio en otros países es el ´yo´ el que prima. Y eso coincide mucho con la visión cristiana. El padre nuestro, la oración de Jesús, es un padre nuestro, no es un padre mío e intentar hacer realidad ese sueño de Jesús del reino de Dios hecho de ´nosotros´ ha sido lo que motivó la decisión de quedarme". 

Sin embargo, las condiciones de vida de la comunidad eran muy precarias. El padre Antonio recuerda que un día, a la hora de la comida, vio como cada chocita emanaba una pequeña columna de humo y entre todas se hacía una columna única. "Era como una inspiración, como un llamado. Pero lo poético de las chozas desaparecía viendo adentro cómo vivía la gente y pensé: ´aquí se necesita un cambio´". 

No solo había precariedad en las viviendas. La comunidad también experimentaba mucha pobreza, faltaba educación, no existían servicios públicos, ni carreteras y no tenían acceso a salud. Livia Salazar, presidenta de la Asociación de Desarrollo Social de Artesanas Texal de la Corporación Grupo Salinas, cuenta que muchos bebés y mujeres fallecían en el momento del parto. "En todas las familias hay niños muertos. En mi casa por ejemplo mi mamá perdió dos niños por temas de salud. No tenían para llevarle al médico y si tenían algo de dinero, no avanzaban a llegar porque tenían que caminar horas hasta llegar a Guaranda en caballo porque no había carretera". Las posibilidades de mejorar su situación económica estaban truncadas porque la mayor parte de ganancias que obtenía la población por su trabajo se la quedaba la Hacienda Cordovez, dueña de las tierras.

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