Adonde se mire, hay una nueva señal de que conseguir entradas para el Mundial 2026 será casi imposible para el hincha promedio. La primera de varias etapas del proceso de sorteo atrajo a 4,5 millones de solicitantes, pero solo una parte fue seleccionada para comprar entradas a fin de mes.
Poco después, empezaron a aparecer publicaciones en sitios de reventa con precios desorbitantes, incluso cuando muchos de los vendedores probablemente ni siquiera tenían en su poder las entradas que ofrecían.
Sin embargo, si se logra atravesar el frenesí, lo que podría estar ocurriendo en realidad es una fiebre especulativa que no refleja cuántos fanáticos podrán —y querrán— asistir a los 104 partidos del torneo que se jugará en Estados Unidos, Canadá y México.
Estas son tres razones por las que la demanda de entradas para el Mundial podría estar inflada de forma artificial.
Suposiciones erróneas basadas en 1994
El Mundial de 1994, también organizado por Estados Unidos, todavía es el torneo con mayor asistencia en la historia. Se jugó en una época en la que el fútbol tenía mucho menos peso como espectáculo en ese país. A pesar de eso, ese antecedente se transformó en el punto de partida para calcular cuántas personas podrían asistir a la edición de 2026.
La idea general es que, si el Mundial de 1994 fue un éxito entre una población con poco conocimiento sobre fútbol, una base de hinchas mucho más informada en 2026 debería superar ampliamente esas cifras.
Sin embargo, esa afición más formada tiene sus pros y contras. En 1994, resultaba fácil vender la novedad de partidos de fase de grupos entre selecciones poco conocidas como Corea del Sur, Arabia Saudita, Bolivia o Marruecos. En ese momento, casi no se podía ver fútbol de primer nivel en vivo por televisión. El público estadounidense conocía apenas un poco más sobre Brasil e Italia, que llegaron a la final, que sobre esas selecciones menos tradicionales.
En 2026, los estadounidenses podrán ver desde sus casas cientos de partidos de la Premier League, LaLiga, la UEFA Champions League y otras competencias internacionales. Por eso, pensar que van a gastar cientos de dólares por su cuenta para ver en vivo a dos selecciones desconocidas resulta discutible, sobre todo si también están considerando destinar dinero para ver a sus clubes preferidos durante las giras de pretemporada que se organizan ese mismo verano en Estados Unidos.
La carrera inicial por conseguir entradas para el Mundial probablemente no toma en cuenta esta presión económica. Pero con el correr del tiempo y a medida que se acerque el torneo, esa tensión será cada vez más evidente.
La FIFA impulsa la reventa para obtener ganancias
Por primera vez en la historia de un Mundial, la FIFA anunció que habilitará una plataforma oficial de reventa de entradas sin fijar un tope al precio que los vendedores podrán pedirles a los compradores.
Con esta decisión, se apoya en la idea de una demanda desbordante y transforma las entradas: ya no son solo accesos a un evento deportivo, sino bienes en los que se puede invertir.
Está claro que muchos de los que se anotaron para intentar comprar entradas lo hicieron con la intención de revender al menos una parte y sacar una ganancia. Si se acepta la creencia de que la demanda seguirá creciendo a medida que se acerque el torneo, resultaría casi lógico adoptar esa estrategia, siempre que se tenga acceso a la plataforma de la FIFA desde el inicio del proceso.
Pero si una parte importante de los compradores adquiere entradas con fines especulativos, eso podría inflar los precios muy por encima del interés real por asistir a los partidos. Si eso pasa, en lugar de recuperar su inversión con ganancias, muchos se verían obligados a bajar los precios incluso por debajo del valor original, sobre todo en partidos con selecciones poco populares o en sedes más difíciles de alcanzar.
Ese escenario podría dejar a la FIFA en una posición incómoda, aunque sin un impacto directo en sus números. El costo financiero lo asumirían quienes compraron primero.
48 equipos significan muchos más equipos desconocidos
La edición 2026 del Mundial tendrá una configuración muy distinta a cualquiera de las anteriores, con la expansión a 48 selecciones.
De las 16 plazas extra, solo cinco se asignaron a Europa (UEFA) y Sudamérica (CONMEBOL), lo que deja 11 lugares más para confederaciones mucho menos conocidas por la mayoría de los hinchas.
Uzbekistán y Jordania ya aseguraron su lugar para disputar su primer Mundial. Cabo Verde está muy cerca de lograrlo, y Benín también tiene buenas chances de clasificar por primera vez.
Si bien son historias atractivas, estas selecciones no tienen el peso suficiente como para llenar estadios del tamaño de los de la NFL con entradas más caras que las de un partido de esa liga.
Eso ayuda a entender por qué la FIFA decidió lanzar las dos primeras etapas de venta antes del sorteo de diciembre, que definirá el calendario completo de partidos. En muchos casos, el valor de esas entradas podría caer una vez que se conozcan los cruces, especialmente si no hay en juego una selección fuerte o un país con una comunidad numerosa de inmigrantes en la ciudad sede.
Nota publicada por Forbes US