Forbes Ecuador
8 Agosto de 2025 12.01

Mónica Mendoza Saltos

Trajo el legado de Fangio a Ecuador y lo convirtió en marca

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El vicepresidente de Fangio Automotores y Servicios, y director adjunto de la AEA, Rodolfo Castro llegó al país en los años noventa y nunca se fue. La historia de este empresario argentino mezcla los negocios, la afición por los coches clásicos y la idolatría por el mítico piloto Juan Manuel Fangio.

La vida de Rodolfo Castro es una historia de automóviles. Y no cualquiera, sino de los auténticos vehículos clásicos. "No es solo mi afición, es mi pasión, vivo y respiro autos y más autos clásicos. En el taller tengo dos proyectos para restaurar. Esto es de muchos años, la verdad, de toda la vida".

Su mayor ídolo es el legendario Juan Manuel Fangio. Fue un piloto argentino considerado de los más grandes en la historia del automovilismo, especialmente en la Fórmula 1. Su figura sigue siendo de referencia mundial y su trayectoria se muestra en los cuadros, fotografías y colecciones que tiene Rodolfo en las oficinas de la concesionaria de vehículos que está ubicada en el sector de La Aurora, jurisdicción de Daule, parte del Gran Guayaquil.

Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito
Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito

La idolatría es tal que el establecimiento del que es vicepresidente se llama Fangio Automotores y Servicios. Desde 2018, opera bajo un esquema de consignación con Automotores y Anexos. Vende alrededor de 240 vehículos al año. Los ingresos anuales suman US$ 1 millón. Las mayores ventas son de furgonetas escolares, camiones y camionetas marca Foton. También es director adjunto de la Asociación Ecuatoriana Automotriz (AEA).

"Le puse Fangio. Sí, por Juan Manuel Fangio. Era mecánico de un pueblo que se llama Balcarce y terminó siendo cinco veces campeón del mundo de Fórmula 1. Fue el primero. Después vino Schumacher, Prost (...) lo superaron. Para mí es mi referente, mi ídolo. No solo por lo que hizo, sino por cómo lo hizo. Salió de ser mecánico en ese pueblito perdido de Buenos Aires y de a poco fue peleando, siendo un virtuoso de los carros".

Rodolfo se refiere a que Fangio (fallecido en 1995) mantuvo el récord de títulos mundiales, obtenidos en los años cincuenta, hasta que fue superado por Michael Schumacher en 2003. Su promedio de victorias sigue siendo uno de los más altos en la historia de la F1. Ganó 24 de los 51 Grandes Premios que disputó. Fue campeón con cuatro escuderías distintas: Alfa Romeo, Maserati, Mercedes-Benz y Ferrari. Las imágenes de esos vehículos están en un cuadro ilustrado en una de las paredes del negocio. También hay una imagen ilustrada de lo que se llamó 'La Misión Argentina', una aventura automovilística enviada al circuito de Nürburgring, en 1969.

Fangio marcó la vida de este argentino, nacido en Buenos Aires hace 70 años, y formado como ingeniero automotriz en la Universidad Tecnológica Nacional. Su carrera comenzó en la industria petrolera, donde lideraba operaciones técnicas para una empresa que prestaba servicios para YPF, en zonas remotas como Mendoza, Salta y Neuquén. Pero su verdadera vocación estaba en los motores, no solo industriales, sino históricos.

En 1993, arribó a Ecuador para abrir negocios para la empresa argentina. En esa época ya traía una historia encima de aventuras en pistas y hasta el rescate de su primer auto clásico, que descubrió en Bolivia, en la parte fronteriza con Argentina. Era un Ford Modelo A de 1928, que prácticamente estaba abandonado y que tenía evidencias de haberse incendiado su motor.

El clásico lo enamoró. Tenía placa de Córdoba, pero no se conocía a su dueño. Lo compró por US$ 500 a un boliviano que lo tenía en su propiedad, luego lo trasladó en grúa a su país y buscó a la persona que figuraba como propietario en la matrícula más antigua registrada en Córdoba. Así localizó a un hombre mayor que le dijo: "Qué increíble que haya vuelto ese auto. Yo tengo un defecto, soy jugador empedernido de naipes y lo perdí en una partida con una persona que tenía haciendas en Bolivia y se llevó el auto". No le pagó nada, le firmó la carta de propiedad, lo restauró y lo usó.

Cuando lo trasladaron a trabajar a territorio ecuatoriano con toda su familia comenzó una aventura por varias ciudades hasta que se estabilizó en Guayaquil. Dejó el auto un par de años en la casa de su madre hasta que lo vendió.

Treinta y dos años después dice: "Me enganché aquí, tengo cinco nietos ecuatorianos, y soy muy feliz en este país". Rodolfo es una persona con tanta historia, detallista, dedicado, 'buena onda' y de buen humor que uno se puede quedar conversando muchas horas de sus anécdotas, sus vehículos clásicos, y sus esfuerzos por restaurarlos.

Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito
Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito

En su oficina tiene una colección de modelos miniatura. Es parte del Club de Autos Clásicos nacional. También corrió algunos rallies de coches clásicos, como el Rally Maya en México 2022. Además, tiene pasión por las motos y guarda un retrato montado en una Harley Davidson, que ahora su hijo -Ezequiel- lo suele usar para los desfiles de bomberos en Guayaquil.

Rodolfo retoma la trayectoria de Fangio. Parece una historia paralela a la suya, aunque no haya ganado trofeos de F1, tiene evidencias de su afición y los triunfos que dejó la vida. Cuenta que el famoso piloto corrió la Buenos Aires-Caracas, el Gran Premio de la América del Sur Turismo de Carretera, y "pasó por Ecuador en 1948".

Hay algunos recuerdos y fotos de eso. Luego se dedicó a la Fórmula 1 y fue cinco veces campeón del mundo, "con una humildad increíble". Tiene varias frases, pero hay una que lo marcó: 'Es bueno ser el primero, pero nunca creerse el primero'. "Esa creo que todos deberíamos tenerla. Ser el primero, pero no creerse", señala.

En el taller de la firma, al que se llega después de pasar por una fila de furgonetas escolares amarillas, que "son las más vendidas del mercado", tiene dos joyas clásicas. Uno es El Sunbeam Alpine, un cupé deportivo de dos asientos producido entre los años cincuenta y sesenta.

El otro es un Torino, con él posa para las fotos de Forbes, que tiene mucha historia. "En 1968, Fangio dejó de correr la Fórmula 1 y en Argentina se fabricó un auto que se llama Torino. Solo se fabricó en mi país, en ningún otro lugar del mundo". El piloto multicampeón decidió llevarlos a correr a Europa, para ver cómo funcionaban. Corrieron las 84 horas de Nürburgring, en Alemania. Puntearon prácticamente toda la carrera, luego tuvieron un problema y terminaron en cuarto lugar.

Esa fue la única ocasión que un auto argentino corrió en Europa, todo el equipo fue argentino y capitaneado por Fangio. Los que participaron en el rally están en museos y cuestan fortunas. Pero por "cosas del destino", hace dos años, encontró uno que se vendía aquí. "Estaba sin motor, todavía con placas de Argentina. Pensamos que algún argentino vino de viaje con ese auto, se rompió y lo dejó. Lo tenía un chatarrero, como era uno raro, estaba tirado porque nadie le compraba repuestos. ¿Quién iba a comprar ese único coche argentino en Ecuador? Me avisaron que estaba disponible, y lo compré".

Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito
Rodolfo Castro. Fotografía: Robinson Chiquito

La aventura por las ciudades 

La llegada de Rodolfo Castro también puede ser parte de un rally extenso y cuesta arriba. A finales de los años ochenta, trabajaba para una empresa argentina que prestaba servicios para campamentos petroleros. En esa época, la compañía exportaba granos a la Unión Soviética, y "como no tenían cómo pagar", pagaban con camiones, grúas, palas y cargadoras. Esos equipos se entregaban, a través de un convenio con el Gobierno, a la petrolera argentina YPF, hasta que llegó la privatización y su empresa colapsó.

Rodolfo trabajaba en los talleres de la empresa arreglando los equipos con repuestos rusos y se encargada de poner en operación todos los carros. La compañía que tenía más de 1.000 empleados, se redujo a 30. "Esta empresa, que había sido tan grande, prácticamente se quedó sin trabajo". Al nuevo dueño de la petrolera no le interesaba la maquinaria rusa.

Así que el propietario de la compañía le dijo: "Hay un país que se llama Ecuador, ¿lo conoces?, 'sí'. Ahí hay un señor que está mandando bananos a Rusia, que se llama Segundo Wong. No sabía quién era, pero podíamos hacer lo mismo, mandar banano, traer camiones, y nosotros ponemos los repuestos".

Uno de los gerentes se fue a Perú, otro a Brasil y él viajó a nuestro país. "Me dijeron: "Averigua quién es ese Segundo Wong. Si tiene plata o no sé". Cuando llegó, lo primero que hicieron fue subirlo a una avioneta y mostrarle las extensas plantaciones de banano. Wong fue pionero en exportar la fruta al mercado ruso y estaba en plena expansión. Esa noche lo llamó a su jefe y les dijo: "Esto es gigante" y que estaban interesados.

Así nació Cereca, una sociedad entre Wong y la empresa argentina Zapesa. La siguiente orden fue: 'Ándate con tu familia'. Castro lideró la operación, trajo los primeros vehículos pesados rusos. A los pocos días, lo llamaron desde Argentina para decirle que el proyecto de Brasil y Perú no funcionaron. El de Ecuador no era grande: eran 60 y no los 3.000 que le vendían a la petrolera argentina. Así que decidieron cerrar la compañía y como no tenían dinero para cubrir el despido le ofrecieron quedarse con la operación en nuestra nación.

Todo estaba listo para volver a su país, pero Wong le dijo "quédate a trabajar conmigo". Pero tenía un problema: tenía que vivir en Quevedo, Los Ríos, porque la operación estaba en esa zona. Su familia no se adaptó y se trasladaron a Santo Domingo, después su esposa decidió irse a Guayaquil porque tampoco terminaba de gustarle. Él se quedó a trabajar en la zona, tenía a cargo el mantenimiento de todos los equipos rusos y de mandar la fruta hasta al puerto. Aunque solo duró nueve meses.

"Tengo más de media vida acá. Le tengo un cariño único a este país y no lo cambiaría por nada". Cuando llegaron les pasó algo especial, recuerda. Llegaron en octubre, con su esposa y sus dos hijos, sin conocer a nadie. Pensó que pasarían las fiestas solos. "Fueron las mejores fiestas de mi vida. Todos nos recibieron con cariño. Luego nos enfermamos con salmonelosis, los cuatro internados porque no estábamos acostumbrados a la comida. Los vecinos nos ayudaron. Ahí me enganché con Ecuador."

Vida profesional

La trayectoria de Rodolfo Castro aquí incluye cargos en Mavesa, Sicocar, concesionarios Chevrolet y Vallejo Araujo. En cada empresa, dejó huella, aunque también enfrentó quiebras y cierres. Pero su resiliencia lo llevó a fundar el suyo propio.

Como director ejecutivo adjunto de la Asociación Ecuatoriana Automotriz, Castro monitorea el pulso del mercado. Hasta junio de 2025, el segmento de vehículos pesados creció un 20 % respecto al año anterior, pasando de 4.991 a 6.172 unidades. "La gente confió en el Gobierno, bajó la inseguridad y eso animó las ventas", explica.

Aunque trabaja bajo consignación, su visión es clara: consolidar Fangio como un referente de calidad, servicio y cultura automotriz. "No es solo vender camiones. Es construir confianza, contar historias y dejar legado". (I)

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