La presión no solo la sienten los mercados sino también los gobiernos, incluso aquellos que no parecen estar involucrados. En un contexto de máxima tensión y volatilidad, funcionarios de Estados Unidos y China retoman este fin de semana en Ginebra un diálogo largamente esperado, con el objetivo de frenar una guerra comercial que ya está dejando profundas huellas en la economía de todos los países.
El viceprimer ministro chino, He Lifeng, y el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, encabezaron las delegaciones en una ronda de conversaciones que, aunque preliminar, representa un primer paso para desescalar un conflicto que ha disparado los aranceles a niveles históricos y puesto en stand by las cadenas de suministro globales.
Aranceles récord y mercados en vilo
La magnitud de la disputa es inédita: los aranceles a las importaciones entre ambos países han escalado "mucho más allá del 100%", alcanzando el 145% en el caso de los productos chinos que ingresan a EE.UU., según lo dispuesto por el presidente Donald Trump el mes pasado. China respondió con gravámenes del 125% y una retórica desafiante en sus medios estatales, donde se multiplican las imágenes de Mao Zedong y mensajes de resistencia ante los "imperialistas".

El impacto es inmediato y global. Las cadenas de suministro están interrumpidas, los mercados financieros muestran una volatilidad creciente y el temor a una recesión mundial se intensifica. "La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo, sumada a la decisión de Trump de imponer aranceles a decenas de otros países, ha perturbado las cadenas de suministro, desestabilizado los mercados financieros y avivado los temores de una fuerte caída del crecimiento mundial", señala un funcionario.
Expectativas bajas y negociaciones tensas
El clima en Ginebra es de cautela. Ambas partes han hecho esfuerzos por no mostrar debilidad, y los analistas advierten que las expectativas de un avance significativo son bajas. "El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró el viernes que un arancel del 80% sobre los productos chinos 'parece adecuado', sugiriendo por primera vez una alternativa específica a los gravámenes del 145% que ha impuesto a las importaciones chinas", se destaca en la cobertura de las negociaciones.
La desconfianza mutua es palpable. Mientras Washington busca reducir su déficit comercial y presiona a Pekín para que abandone lo que describe como un modelo mercantilista, China exige ser tratada como un igual y rechaza cualquier interferencia externa. "Pekín ha rechazado lo que considera una interferencia externa. Quiere que Washington reduzca los aranceles, aclare qué quiere que China compre más y la trate como a un igual en el escenario mundial", explican fuentes cercanas a la delegación china.
El trasfondo político y económico
La presión interna es fuerte en ambos frentes. Para Trump, los índices de aprobación caen a medida que la economía sufre el impacto de los aranceles, mientras que en China crece el temor al aislamiento y a la pérdida de empleos. El banco de inversión Nomura advierte que la guerra comercial podría costarle a China hasta 16 millones de empleos, y el banco central chino ha anunciado nuevos estímulos monetarios para intentar contener el daño.

Sectores como el textil, el mueble y el juguete ya sienten el golpe, con cierres de fábricas, huelgas y despidos en el sur industrial de China. "Uno de los funcionarios afirmó que las empresas chinas estaban teniendo dificultades para reemplazar el mercado estadounidense porque los países en desarrollo no pueden comprar tantos productos, y que para muchas empresas esto representaba una amenaza existencial que debía resolverse en cuestión de días o semanas", señala una fuente gubernamental.
Ginebra: escenario neutral y mediación suiza
La elección de Ginebra como sede no es casual. Suiza, con una larga tradición de neutralidad y diplomacia, facilitó el encuentro tras recientes visitas de funcionarios suizos a Pekín y Washington. El ministro de Economía suizo, Guy Parmelin, consideró que el solo hecho de que las conversaciones se lleven a cabo "ya es un éxito" y subrayó que una hoja de ruta para continuar el diálogo sería vista como una señal positiva para los mercados.
La directora general de la Organización Mundial del Comercio, Ngozi Okonjo-Iweala, también celebró el inicio de las conversaciones como "un paso positivo y constructivo hacia la desescalada", instando a ambas potencias a mantener un diálogo sostenido.
Las razones detrás del giro chino
Pese a la retórica desafiante, la dirigencia china muestra creciente preocupación por el impacto real de los aranceles y el riesgo de quedar aislada, especialmente cuando otros socios comerciales -como Vietnam, India y Japón- inician conversaciones bilaterales con Washington. "Estos factores, junto con la apertura de Estados Unidos y una flexibilización de la retórica de Trump, persuadieron a Pekín a enviar a su zar económico, He Lifeng, a reunirse con sus homólogos estadounidenses en Suiza", explican funcionarios familiarizados con la postura china.
La decisión de negociar no fue sencilla. Pekín consideró "arrogante" una carta enviada por Washington sobre el fentanilo y hubo desacuerdos sobre los niveles de representación adecuados para las conversaciones. Sin embargo, la presión económica y la necesidad de evitar una exclusión de las negociaciones globales llevaron a China a aceptar lo que se considera una ronda de "prenegociaciones".
¿Qué está en juego?
Más allá de los aranceles, la disputa involucra cuestiones estratégicas como el acceso a minerales críticos, la seguridad de las cadenas de suministro y el liderazgo en la economía global. China ha restringido exportaciones clave para la industria estadounidense, mientras que EE.UU. busca que Pekín contribuya más al consumo mundial y reforme su economía.
Ambas partes parecen buscar un delicado equilibrio: "Creo que ambas partes están buscando un equilibrio entre intentar mostrarse firmes y no querer ser responsables del hundimiento de la economía global", afirma Scott Kennedy, experto en comercio chino del CSIS.
Un punto de inflexión y señales al mercado
Aunque las expectativas de un acuerdo inmediato son bajas, cualquier señal de reducción arancelaria o extensión de exenciones -como la que EE.UU. ha otorgado a otros países por 90 días- sería recibida con alivio por los inversores. China, por su parte, podría ofrecer aumentar sus compras de gas natural licuado o productos agrícolas estadounidenses, replicando estrategias de negociaciones anteriores.
En paralelo, Pekín refuerza su ofensiva diplomática en Asia, con el primer ministro Li Qiang programando una cumbre con países del sudeste asiático y árabes, y enviando un mensaje claro: "Les compraremos productos".
La reunión de Ginebra marca un punto de inflexión en una guerra comercial que ya ha dejado cicatrices profundas en la economía mundial. Las cifras son contundentes: aranceles de hasta 145%, riesgos de millones de empleos perdidos y una creciente presión sobre el crecimiento global. El desenlace de estas negociaciones, aunque incierto, será clave para definir el rumbo del comercio internacional y el equilibrio de poder económico en los próximos años.
Como resume un diplomático regional: "El apaciguamiento no puede traer la paz, el compromiso no puede respetarse, y adherirse a posiciones de principios y defender la equidad y la justicia es la forma correcta de salvaguardar los propios intereses". El mundo observa, expectante, el desenlace de este pulso entre gigantes.