El verdadero héroe del Ecuador
Manuel Antonio Muñoz Borrero, ese hombre silencioso, discreto, humilde, valiente, sacrificado, inteligente, humano y solidario, es el verdadero héroe del Ecuador.
Manuel Antonio Muñoz Borrero, ese hombre silencioso, discreto, humilde, valiente, sacrificado, inteligente, humano y solidario, es el verdadero héroe del Ecuador.
'La distancia que nos separa', título que envuelve una interesante historia de secretos y descubrimientos atroces, del horror personificado en un padre que mostraba casa adentro otra cara, no solo es una gran novela, es sobre todo, un trabajo valiente y descarnado que merece la pena ser leído.
Arrancó la cuenta regresiva para que decenas de tontos útiles y pendejos entusiastas rindan otra vez su homenaje íntimo al espejo del baño de sus casas, y se postulen en manada para el patético papel de chimbadores que han ejercido en las últimos procesos electorales.
La solución, compleja, quizás utópica, quijotesca y posiblemente distante, pasará por enfrentar al tumor y combatirlo, y el objetivo debe ser recuperar la institucionalidad del país, recuperar la confianza en la justicia con una reforma integral que funde una verdadera carrera judicial; apoyar el trabajo de la fuerza pública dotándole de equipos, personal y respaldo legal para sus acciones; rechazar y combatir todos los actos de corrupción, incluso los que parecen más pequeños e intrascendentes.
La respuesta, a la luz de las primeras declaraciones realizadas por los dirigentes de la Conaie, es más que obvia. El objetivo final, por supuesto, serán todos los yacimientos mineros del país, en especial los que se encuentran más avanzados, que son los que tienen reservas probadas y en los que el Estado cifra las expectativas de los mayores ingresos económicos de las próximas décadas.
Pasada la mitad de la vida anhelada, de la vida promedio que sigue siendo un regalo mientras no nos sorprenda alguno de los incontables imponderables que podrían segarnos en un segundo, aprendemos a ver el futuro con mayor sosiego, aunque nunca con menos preocupaciones.
Por esos momentos de la vida que nos parecen sublimes, extraordinarios, irrepetibles y que muchos años después, serán olvidados o apartados o desconocidos por otras generaciones que discutirán, sin que nosotros lo sepamos siquiera, sobre el más grande de todos los tiempos, que estará posiblemente entre decenas de nuevas estrellas que aún no han nacido todavía.
Y el dolor de todos ya no fue solo por la eliminación de un gran equipo ecuatoriano en el mundial de fútbol ni por las lágrimas de todos esos jugadores que nos ilusionaron a todos y que apostaron incluso a jugar las instancias finales como ya lo hicieron hace pocos años cuando fueron campeones de América y terceros en un mundial juvenil.
No es una casualidad que todos los que van de un lugar a otro con el término lawfare en los labios, se vendan a sí mismos como víctimas del poder, como perseguidos políticos, como unos pobres menesterosos asilados por la fuerza en los quintos infiernos solo por el sacrificio que hicieron en su turno en favor de sus respectivas patrias.
Todo lo que estamos viviendo tiene un sentido político, un origen común, una necesidad urgente de un grupo particular y, finalmente, un destino azaroso al que el tiempo le juega en contra.
La voz del locutor al que los latinoamericanos aficionados a este deporte reconocen como suya propia, ha acompañado a muchas generaciones de fanáticos que desde hace pocos días y en el futuro extrañarán sus transmisiones poéticas, sencillas y diáfanas, llenas de sabiduría y pasión por su equipo.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, bajo el sello Colección Letras Claves, acaba de publicar el libro 'Ficción Progresiva', que reúne en un solo volumen y en un hermoso formato rematado en su portada por una obra del gran pintor Miguel Betancourt, y en su interior por ilustraciones de Peter Mussfeldt, la narrativa breve de Valencia.
Al final, si todos piensan igual, la historia será siempre la misma. Los dogmas, las consignas, la repetición insensata de frases y estribillos sonsos pueden ser inocuos o divertidos incluso cuando se los profiere en un partido de fútbol o en un concierto musical, pero resultan fatales cuando se los practica con normalidad en el juego de la política.
Los que fuimos adolescentes y jóvenes durante los años ochenta en el Ecuador, a pesar de las crisis que jamás superamos ni nos han abandonado nunca, y que casi siempre son las mismas tanto en lo político como en lo económico, vivimos con la sensación de que nuestro país era, en efecto, una isla de paz.
No he dado de baja a Javier Marías ni lo imagino como un fantasma intentando volver a ningún sitio. Lo veo, como cuando fue mortal, entre las páginas sueltas de sus manuscritos, escribiendo, imaginando, tachando y reescribiendo, con un cigarrillo humeante entre sus dedos, cada una de esas frases que buscaban la perfección.
A los responsables de los crímenes de sus hijos, de sus hermanos, de sus padres, solo se los descubrirá cuando se efectúe un nuevo juicio y salgan a la luz todos los nombres ocultos y todas las pruebas fraguadas y enterradas por los policías y fiscales en los que los familiares confiaron.
Los derechos humanos se protegen, se ejercen y se respetan en igualdad de condiciones, sin distinción alguna. Es un deber primordial del Estado velar por la defensa y vigencia de los derechos del ser humano con frontalidad, con decisión, con valentía y con el compromiso firme de que todos y cada uno de sus ciudadanos debe recibir de forma individual esa atención cuando sus circunstancias lo exigen.
Ya hemos escuchado en otras ocasiones, en tono amenazante, este concepto de la ancestralidad que utilizan ciertos grupos para autonominarse propietarios de tierras ajenas, amos y surtidores de las fuentes de agua, herederos del sol y la luna, y poseedores y titulares únicos de conocimientos universales.