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Desde los años cincuenta, pero sobre todo desde los sesenta del siglo pasado, el Ecuador viene sufriendo un aumento incontrolado de su población. Pese a que en las familias ya se planifica y que la fecundidad ha bajado al 2,05 (en 1960 superaba el seis por ciento), las tasas de natalidad todavía siguen siendo preocupantes

12 Mayo de 2023 08.58

El Ecuador es un país repleto de complejidades y de fallos estructurales que constantemente han venido frustrando el progreso del país. Muchos de ellos ya los conocemos de sobra: la educación, la delincuencia, la corrupción, etc. Sin embargo, hay un punto negro al cual apenas si se ha prestado atención. Se trata del problema de la explosión demográfica que actualmente sufre el Ecuador. Las cortas miras de los políticos, las medidas cortoplacistas y la incapacidad del Estado de afrontar con solvencia estos problemas amenazan con convertir el asunto en una bomba de tiempo. 

Desde los años cincuenta, pero sobre todo desde los sesenta del siglo pasado, el Ecuador viene sufriendo un aumento incontrolado de su población. Pese a que en las familias ya se planifica y que la fecundidad ha bajado al 2,05 (en 1960 superaba el seis por ciento), las tasas de natalidad todavía siguen siendo preocupantes. Hay un dato relevante para dimensionar el problema: el Ecuador es el país más densamente poblado de Sudamérica. Más grave aún, es uno de los que ostenta las tasas más altas de embarazos entre las adolescentes. Para hacernos una idea de la magnitud del problema hay que caer en cuenta que la población del país creció en el año 2021 en 246.000 habitantes, esto es algo así como si hubiera aparecido una ciudad nueva del tamaño de Machala. 

Hay muchos motivos que hacen del exceso de población en países como el Ecuador un problema de primerísimo orden. Seamos realistas, tenemos un Estado burocrático manifiestamente incapaz de gestionar la cosa pública y de reacción inmediata, el crecimiento demográfico ha colapsado todos los servicios. Sanidad y educación han sido sin duda alguna los sectores más castigados. Los organismos seccionales, convertidos en auténticos elefantes blancos, son actualmente incapaces de responder a las demandas de unas ciudades, que por estar sufriendo un crecimiento explosivo, no pueden solventar la demanda de servicios. 

Pero también hay un argumento de mucho peso que se obvia. El Ecuador es un país que desde siempre ha tenido severas dificultades para generar fuentes de trabajo formales y de calidad. De año en año se incorporan miles de jóvenes al mercado laboral, pero la mayoría ven frustradas sus expectativas. La precariedad de la economía ecuatoriana no alcanza a absorber la enorme oferta de mano de obra. Este desequilibrio fruto de un exceso de población automáticamente se traduce en desempleo y en precariedad. El peligro que entraña todo esto es que aquí se forma el ecosistema perfecto en el que incuba la delincuencia y la marginalidad. La pobreza alimenta a las pandillas urbanas y está detrás de la tragedia de la migración por necesidad.

Muy relacionado con esto, hay quienes han argumentado la importancia de tener un crecimiento demográfico fuerte para garantizar el pago de las pensiones. La tesis en cuestión, sin embargo, es rebatible. En el Ecuador la pirámide demográfica aún goza de muy buena salud. Pero también seamos justos y objetivos: reconozcamos que desde siempre los afortunados que entran en la categoría de “afiliados” siempre ha sido modesta. 

Pero más allá de estas consideraciones hay un grave problema adicional de índole ecológico. El exceso de población es en buena medida el responsable del grave deterioro medioambiental que actualmente sufre el Ecuador. El fenómeno de la colonización de las selvas amazónicas y de la provincia de Esmeraldas es en buena medida un efecto del desbocado crecimiento de la población. Hay que tener presente que el Ecuador es un país ecológicamente muy sensible. Formamos parte del selecto club de los más biodiversos del mundo. Ahí cualquier alteración del medio natural resulta mucho más grave que en otros lugares. Los páramos andinos son fundamentales para el abastecimiento de recursos hidráulicos. El progresivo avance de la frontera agrícola a costa de las selvas amazónicas y del Chocó andino-costeño, es un fenómeno que está acarreando de manera acelerada e irresponsable la pérdida de un enorme patrimonio natural. 

Diversos organismos internacionales ya han llamado la atención sobre la intensidad de las biocenosis que actualmente sufre el país. Contrariamente a lo que suelen argumentar los campeones de la colonización y de la expansión de la frontera agrícola, ello no ha erradicado la pobreza. Poblaciones tales como Lago Agrio, El Coca, etc., no han hecho sino reproducir las miserias de otras zonas del país. 

Todas estas razones son suficientes como para que el Estado imponga una política enfocada al control de la natalidad. Aquí los demógrafos tienen mucho que decir.  (O)

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