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Cuando Ernesto Guevara aún no era el Che y deambulaba en Guayaquil

Fernando Larenas

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El derribo de un mito podría ser también el título del libro; el autor deja abiertas muchas conclusiones para el criterio del lector y evita las posturas ideológicas, simplemente es la historia de un hombre que quería cambiar el mundo, pero que no pudo derrotar a sus propias utopías.

14 Febrero de 2024 13.13

Eran los últimos meses de 2022 durante la feria del libro de Quito, cuando Ernesto Carrión me contaba que su novela 'Ulises y los juguetes rotos' sería la última porque se volcaría completamente a escribir poesía.

Tan en serio lo decía que el año pasado fue el ganador de la beca Gonzalo Rojas de la Universidad de Concepción que se otorga a los mejores poetas jóvenes de América Latina.

Por esa razón mi sorpresa fue grande cuando en septiembre de 2023 Planeta Colombia presenta su más reciente novela 'Triángulo Fúser', que lleva como subtítulo 'La despechada, poética y fantasmagórica vida de Ernesto antes del Che'.

Cuánto me alegra que Ernesto Carrión, autor de una decena de libros haya decidido seguir por el deslumbrante camino de la novela sin necesidad de dejar de lado su fascinación por la poesía.

Con esta novela repleta de intrigas, de personajes y poetas alucinantes y locos vemos a un Carrión provocador, que domina la ficción y también la historia, porque el argumento, es decir el Che, fue real, como lo fue su estadía en Guayaquil.

Un poco más o un poco menos de dos meses, imposible averiguarlo con exactitud, pero hay hechos concretos que muestran al argentino en busca de aventura y de temas para escribir poesía. Un Guevara que en su estadía en Guayaquil no era marxista, ni socialista, mucho menos guerrillero, esas construcciones, se dice, fueron posteriores y producto de la propaganda política socialista.

Es descrito como “un hipster sin posturas ideológicas radicales que se transforma en el famoso Che”.

Admirador de Vallejo y Neruda, el aventurero que había estudiado medicina no la ejercía, buscaba una oportunidad para llegar a Venezuela porque le habían conseguido un buen trabajo, pero terminó en Guatemala donde quería conocer de cerca la revolución de Jacobo Arbens.

Era el año 1953, para variar Ecuador era gobernado por José María Velasco Ibarra; Ernesto Guevara vivió en una vetusta y nada higiénica casa del barrio Las Peñas con otros cinco argentinos que tampoco tenían muy claro qué hacer con sus vidas.

El círculo de amigos de Ernesto Guevara fueron algunos poetas bohemios y varios intelectuales. Libros acerca de la permanencia de Guevara en Guayaquil se han escrito pocos, sin embargo, el de Ernesto Carrión permite llegar a conocer qué significó para el médico argentino su breve estadía en el principal puerto del Ecuador.

En realidad, sí existe uno, el del periodista y dramaturgo José Guerra Castillo, que relata lo que según él fueron “los 43 días inolvidables del Che en Guayaquil”.

La novela tiene varios tiempos; comienza con la idea de dos universitarios, Mariano Torres y Pablo Paredes que buscaban argumentos para escribir un guion que sería presentado en sus clases de cine; la búsqueda incluyó sórdidos prostíbulos y bares.

El guion aporta información de la rutina de Guevara en Guayaquil. En uno de los diarios escritos por el personaje a Guayaquil lo describe como una “ciudad pretexto” que gira alrededor del suceso diario de la entrada o salida de barcos casi sin vida.

El Guayaquil de los años cincuenta y sesenta era visitado por escritores beatniks y poetas gay que aportan irreverencia al relato. Con una cita de William Burroughs, que según la novela coincidió con el médico argentino en Guayaquil el relato se condimenta mejor:

“Lee caminó hasta un pequeño parque. Había una estatua de Bolívar, a quien Lee llamaba 'el libertador tonto', estrechando la mano a alguien. Ambos parecían cansados e indignados y escandalosamente maricas, tan maricas que te escandalizabas”.

A Ernesto Guevara, entonces de 25 años, le parecía un exabrupto las palabras de Lee Burroughs. “Ustedes los yanquis no saben nada”, replicó en defensa del personaje que estrechaba la mano de Bolívar, el argentino José de San Martín.

Entre el círculo de amigos en Guayaquil se cita al poeta David Ledesma Vásquez, que al enterarse que su amigo Ernesto Guevara militó en la guerrilla que comenzó en la Sierra Maestra y se tomó el poder, alcanzó luego un alto cargo jerárquico; pero cometió el error de ir a visitarlo.

No se lo permitieron, lo interrogaron y presionaron, su presencia en Cuba resultaba nefasta por su condición de homosexual; el Che no lo recibió, tampoco lo ayudó. Se dice que el poeta Ledesma pocos días después de regresar desde Cuba a Guayaquil decidió suicidarse.

La novela entra en los escabrosos sucesos de la creación de unos campos de concentración o granja donde fueron a parar miles de homosexuales cubanos en Guanahacabibes, una especie de Gulag soviético para extirparles “el vicio y la mariconería a punta de trabajo”, se anota en la novela.

Otro de los personajes sorprendentes de la novela es el poeta Allen Ginsberg, una de las figuras más destacadas de la Generación Beat de los Estados Unidos de los años cincuenta. Invitado como jurado especial del premio Casa de las Américas, le fue muy mal, estaba convencido que “el comunismo y el homosexualismo son dos cabezas de la misma serpiente”.

En una entrevista a un diario de La Habana Ginsberg se permite enviar mensajes a Fidel Castro a favor del amor, incluso de legalizar la marihuana, pocos días después recibe una cordial invitación para abandonar el país.

Ginsberg reflexiona, hay dos carniceros en la historia, el de Praga, jefe de la Gestapo y el de la Cabaña. Hay dos noches cruciales que destrozaron vidas: la de los cristales rotos y la noche conocida como de las Tres Pes.

El derribo de un mito podría ser también el título del libro; el autor deja abiertas muchas conclusiones para el criterio del lector y evita las posturas ideológicas, simplemente es la historia de un hombre que quería cambiar el mundo, pero que no pudo derrotar a sus propias utopías. (O)

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