El Uruguay después de "Pepe" Mujica
Nelson Fernández Salvidio Periodista, docente y escritor
Nelson Fernández Salvidio Periodista, docente y escritor
Socialista en el final de su adolescencia, nacionalista temporal por influencia de su madre, admirador de los debates intelectuales de café de los años cincuenta, maoísta en sus épocas de juvenil búsqueda revolucionaria, guerrillero en los tiempos de violencia de los 70, líder popular de la nueva democracia y referente internacional sobre política republicana austera y desapego de las comodidades modernas: Mujica se convierte en un símbolo y una leyenda. Pero también deja un vacío de liderazgo político en la izquierda, que en los hechos ya no ejercía pero que ahora se concreta como tal, y su emotivo sepelio marca el inicio de una nueva etapa política.
El plan de gobierno, que se está delineando en centenares de páginas del proyecto de Presupuesto Nacional, cuenta con su aval previo, porque implica reformas polémicas para el pensamiento de izquierda tradicional. O sea que "Pepe" ya no está, pero su pensamiento aggiornado estará presente en esa línea de política que prioriza desregular y reformar la burocracia, para dar espacio a la inversión privada. No es poca cosa para una figura como la de Mujica, que puso en riesgo su vida -y la de otros- para desmantelar el sistema capitalista.
¿Cómo será la izquierda uruguaya sin el liderazgo de personalidades fuertes, con experiencia y lecturas acumuladas, tanto como para que los consideraran como sabios?
El Frente Amplio está de nuevo en el gobierno, pero no tiene ya la contundente tríada de líderes de los últimos años, Tabaré Vázquez (1940-2020), Danilo Astori (1940-2023) y José Mujica (1935-2025), y no pudo generar un reemplazo para esta hora.
Y antes había muerto el general Líber Seregni, que fue el primer líder común del Frente Amplio (1916-2004). Antes, antes que eso y antes que cayera el muro de Berlín y la URSS, había muerto el líder comunista Rodney Arismendi (1913-1989).
Ahora requiere una renovación y eso nunca es sencillo.
José "Pepe" Mujica deja una juventud que lo quiere y admira, que lo sigue incondicionalmente, y que es parte de un movimiento con la mayor red de activistas partidarios: eso tiene un peso fuerte en la actividad política y en la competencia electoral. En tiempos en que no resulta fácil que los jóvenes asuman compromisos de militancia permanente en la política, el MPP es uno de los principales modelos de participación activa y efectiva. Eso no es una creación de Mujica, sino que es más un propósito de la dirigencia del sector, pero la admiración y afecto que ha logrado generar el extinto líder popular, es un motor fundamental de esa actitud militante.
El Movimiento de Participación Popular (MPP) nació en 1989 como la alianza de los sectores frenteamplistas de izquierda más radical e intransigente, pero creció y cambió, y de alguna manera se fue moldeando al "estilo Mujica". Eso fue con un sentido de acción permanente en la calle, y de búsqueda de atraer dirigentes de otros sectores, aunque eso implicara generosidad en el reparto de bancas, e incluso en ceder a políticas ajenas al pensamiento de izquierda tradicional.
"Pepe" lo quiso explicar en sencillo cuando dijo que había que hacer algunas alianzas poco gratas y uso la imagen de "tragarse sapos y culebras".
Mujica ha sido muy hábil para incorporar fórmulas de capitalismo arriesgado y de medidas de tono liberal que generan alergia en la izquierda, y hacerlo sin que nadie le acuse de traicionar su espíritu y a sí mismo. Eso ha sido un punto fuerte del veterano tupamaro, convencer de lo que hay que hacer para atraer inversión y negocios, sin que se le acuse de venderse al capitalismo.
Cautivó al mundo con un discurso ambientalista y con el ejemplo de vivir con poco, sin lujos, pero valorando compartir una mesa de compañeros y las charlas entre amigos. Eso le dio fama y ascendencia.
En uno de sus viajes al exterior se definió como un "viejo abollado cargado de derrotas", con el destaque que, pese a lo difícil de mejorar el planeta, sentía satisfacción por haber "hecho alguna cosita". Identificaba que "la gente necesita creer en algo" y que de alguna manera lo tomaba a él "como un tótem", por lo que debía seguir el juego, para no desilusionar.
"Yo no espero cambiar hoy el mundo; estoy peleando por cambiar mi barrio", decía para explicar que, si no se podía lo máximo, seguramente valdría la pena hacer lo posible.
Mujica parecía inmortal, invencible ante un cáncer que a otro mortal le derriba en poco tiempo, pero ha muerto: ahora queda su pensamiento, que será interpretado leal o caprichosamente por los que vienen.
Pero el hueco que deja, él y otros líderes que se han ido, genera un desafío político para el Uruguay que no es nada simple: todo lo bueno que se elogia de la democracia de este país, es producto de una generación que se fue, que se va, o que se está yendo., Gigante desafío para los nuevos, y motivo de cierta incertidumbre para los que toman decisiones políticas o económicas.
El gobierno tiene un plan promercado y proinversión, con un equipo político y técnico para llevar adelante; ahora con el desafío de no tener un líder atrás, que dé espalda fuerte y ancha a los cambios. Es un nuevo tiempo.