Iniciemos con el alcance etimológico del vocablo "afasia". Proviene del griego aphasia, combinación del prefijo negativo a ("sin") y del verbo phanai ("hablar"). Estamos, entonces, ante la noción de "sin habla" o de "no dominar el habla". El Diccionario de la lengua española (RAE) lo define como la imposibilidad de hablar. En su influjo clínico, es un trastorno que impide a la persona tanto comprender como expresar de manera adecuada aquello en intención de transmitir con el lenguaje, sea oral o escrito. Es abordado por la neurociencia a título de enfermedad de la porción del cerebro controlante de la habilidad para enunciar ideas formadas inteligentemente.
Nos interesa la afasia como fenómeno sociológico. Este molesto mareo ha estado presente siempre en los modos conductuales del hombre, pero adquiere relevancia el momento en que las "redes sociales" son usadas para propagar mensajes carentes de la indispensable racionalización de los pensamientos. El desarreglo hace presencia cuando los agentes -en el ánimo de mostrarse conocedores de algo, sin serlo, y de lisonjeo indigno e indignante- exteriorizan pensares alejados de la lógica y de la academia. El círculo cierra con los receptores de los recados, admitidos tontamente en abstracción de erudita ponderación. Mantengámonos atentos a estigmatizar a quienes aprovechan, o más bien abusan, del lenguaje para manipular a la sociedad. Tales actores son serias lacras sociales que, al proliferar a través de la tecnología, adquieren poder en medios de difusión llamados a ser conductores del bien-pensar, mas, violentados en orden a generar confusión y manosear al público reclamante de ser informado con autenticidad. El extremo son las reproducciones de TikTok´s culturales y políticos, en su mayoría tragicómicos y cursis, deleitantes de mediocres.
Si al conferenciar no recapacitamos cedemos al "hablar por hablar"; en sociología, afasia. Para Martin Heidegger (1889-1976), el lenguaje es "la casa del ser"... en tanto "reflexionar acerca del lenguaje exige adentrarnos en su hablar para fijar nuestra morada en él". Diferencia entre el pensar reflexionante y el calculador. Sostiene que para no sucumbir en el defecto de hablar sin pensar debemos dar "un paso atrás"; es decir, volver a lo pensado para pensar en lo impensado. En nuestra obra La -irritante- decadencia del ser humano afirmamos: si la prédica responde a cálculos antojadizos, fulgura rusticidad moral del expositor; hoy decimos, no solo tosquedad indecorosa sino además ordinariez académica.
Las redes sociales conducen a hablar por el vulgar placer de ser escuchados, al margen de la inutilidad de palabras especulativas... carentes de esencia. Han abierto puertas a seres opinantes en temas alejados de su know-how, o desalineados del sentido común. El parlanchín convencido -penosamente- de su sapiencia, siendo esta nada distinto a ignorancia alevosa, habla por hablar. Los hombres más iletrados son los negantes de su barbarie intelectual; es decir, los ignorantes de su propia ignorancia. Es otra manifestación de afasia en el contorno social.
La "palabra vacía" es también afasia para la sociología. Es exposición de una concepción imperfecta y, por ende, negligente frente a la sociedad. Impugnar acciones u omisiones de terceros al amparo de elementos sin sustancia es un hablar fofo. Estos procederes son comunes en quienes guían sus faenas por la Inteligencia Artificial sin acudir a la inteligencia propia. La IA será fructífera siempre y cuando lo transmitido por ella sea verificado y expuesto con cuidado a la luz de la inteligencia humana; la artificial jamás rebasará al intelecto del hombre.
No se trata de negar su valía, pero sí de limitarla a lo que es... un sistema que emplea métodos matemáticos, estadísticos y probabilísticos -tales como regresión, redes neuronales o matrices de covarianza- para identificar patrones en grandes volúmenes de datos y, a partir de ellos, predecir o generar respuestas probables ante un input específico. Quienes mucho abogan en favor de la Inteligencia Artificial, o la toman como refugio de su pereza intelectual o investigadora, harían bien en considerar que la IA no piensa, pues solo brinda opciones que sin el intelecto del humano es un desierto.
Para concluir, el perímetro de la afasia son los circunloquios sociológicos. Corresponden al producto de enunciar con el lenguaje "ideas obsesivas" con la convicción de que, al repetirlas insistentemente, pueden transformar a las nociones falsas, o al menos censurables, en criterios válidos o justificativos de ejecuciones colmadas de inmundicia ética y moral. Es la exhibición social de una ecolalia: perturbación lingüística condensada en redundar en opiniones que no por el hecho de machaqueo adquieren valor. Así consentimos ante los fenómenos sociales que el espacio neuromédico denomina "afasia extrasilviana sensorial". En esta, si bien el lenguaje fluye, el discurso es hueco de contenido legítimo o eficaz. (O)