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La ruta para el cambio está marcada, pero cada uno tiene que recorrer el trayecto. La meditación, el mindfulness, la atención y la presencia son algunos de los caminos, pero básicamente la respuesta está en empezar comprendiendo, que la culpable de muchos éxitos y tormentos, la loca de la casa y Yo, no somos el mismo sujeto.

26 Abril de 2023 11.47

“Tengo que hacer una lista de lo que debo hacer hoy. Que inesperado el final de la película de anoche. Si hubiera ido a esa invitación hace 5 años esta situación no hubiera sucedido. El cambio climático va a acabar el mundo en pocas décadas. Todavía extraño a mi padre. Tengo que salir ya para llegar a tiempo a mi reunión. Que voy a hacer con todo lo que tengo para el próximo lunes.  Me resulta complicado perdonar esas palabras y han pasado 30 años. Debo terminar de leer ese libro. Me siento un poco ansioso. Que alegría ese encuentro”. 

Si repitiéramos en voz alta el párrafo anterior, seguramente quien nos escuche pensaría que hemos perdido por completo la razón. Por suerte en la mayoría de los casos ese diálogo incoherente que va del pasado al futuro, de lo importante a lo trivial, de recuerdos a acciones inmediatas, solo sucede en nuestra mente. Los pensamientos y su voz en nuestra cabeza pueden resultar absolutamente agobiantes y desconcertantes, más aún si nos identificamos de  lleno con estos. Eckhart Tolle, famoso estudioso del comportamiento del ser humano, dice en su libro La Nueva Tierra:  “La mayoría de las personas se identifican completamente con la voz de la mente, con ese torrente incesante de pensamientos involuntarios y compulsivos y las emociones que lo acompañan. Podríamos decir que están poseídas por la mente”.

Dada la complejidad del entramado que conecta la memoria, la imaginación, los pensamientos y sus repercusiones, la ciencia ha invertido mucho tiempo indagando  sobre el funcionamiento de la mente. Se han desarrollado distintas teorías y encontrando interesantes conclusiones, sin embargo, sigue teniendo por delante mucho por aprender. Por otra parte, las distintas filosofías orientales y occidentales se han adentrado en su estudio desde hace mucho tiempo. Una de ellas, el Yoga, uno de los seis Darshanas o sistemas filosóficos de la India, profundizó sobre este tema hace 2.500 años. 

Esas enseñanzas, ya entendían a la mente como esta entidad con un movimiento automático, que transita más allá del espacio o el tiempo. Que trabaja a partir de contrastes. Siempre utilizando las polaridades, creando constantemente pensamientos, diseñados sobre la base de las experiencias pasadas, de creencias arraigadas. Rebuscando nuestras luces y nuestras sombras. Siempre completando vacíos. Inventando a veces por completo historias y resultados. Finalmente elaborando emociones y como fruto de ellas, acciones que producirán más perturbaciones. 

El Yoga se define como “el camino para el cese de las fluctuaciones de la mente”, por lo que su esencia propone justamente métodos para que este fantástico procesador sea nuestra aliada y no nuestro peor enemigo. Pero es una travesía que debe iniciarse conviniendo que es necesario cambiar si no queremos simplemente ser arrastrados por el rio de pensamientos y vivir en una constante angustia, desazón y confusión. Estos estados mentales son fácilmente observables en la experiencia de cada uno de nosotros, pero pueden ser trascendidos de varias formas si empezamos por aceptar que no somos solo pensamientos sino algo mucho más profundo. 

Es asombroso constatar que el ser humano se ha desarrollado en muchas facetas enormemente, pero sus problemas sobre la identificación con los pensamientos no se han modificado desde hace cientos de generaciones. Lo cierto es que mucha de la información que analizamos diariamente no necesariamente es cierta, y como no lo vemos, vivimos al son de una melodía que a veces nos acongoja, la misma que sonaba para nuestros ancestros.

Esta falta de evolución de nuestra consciencia se puede evidenciar al revisar una de las descripciones más populares de la India de 20 siglos atrás. En aquella época alguien se refirió a la mente como un “mono loco, borracho, picado por un alacrán”. Hoy seguramente la concebimos de la misma manera, con algunos aditivos extras para empeorar el raudal de información que absorbemos.

Si bien la gran mayoría de los seres humanos ha permanecido aturdida en los laberintos de la mente, también encontramos un número importante de almas que se resiste a quedarse en el medio de esa vorágine de cavilaciones, y ha descubierto que es posible separarse de ellas y  observar nuestro comportamiento. Miles de personas despiertan cada día y se niegan a repetir los patrones de generaciones pasadas. Entienden que, si controlamos nuestros pensamientos, muchos problemas se solucionarán y en consecuencia buscan una senda para este efecto. 

La ruta para el cambio está marcada, pero cada uno tiene que recorrer el trayecto. La meditación, el mindfulness, la atención y la presencia son algunos de los caminos, pero básicamente la respuesta está en empezar comprendiendo, que la culpable de muchos éxitos y tormentos, la loca de la casa y Yo, no somos el mismo sujeto.  (O)

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