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¿Quién en su sano juicio invertiría en una compañía si supiera que, por el mero hecho de ser accionistas, va a responder por las deudas sociales de la compañía? Nadie va a poner en riesgo su patrimonio de una manera alegre y sin garantías. Por eso, a través de las compañías se puedan financiar los emprendimientos más variados y lograr revoluciones enteras, minimizando riesgos.

25 Mayo de 2022 15.41

Un mundo sin normas es algo imposible de imaginar. Desde el consabido grito materno de “come toda la comida”, norma de inmediato y obligatorio cumplimiento; hasta la creación del derecho que regula las relaciones jurídicas más complejas a través de normas y, aunque no tenga la contundencia del grito materno, adquiere relevancia porque son de aplicación general. El derecho es una invención que tutela derechos y libertades de los ciudadanos. No todas las normas que los seres humanos crean tienen un interés para el derecho, pero estas declaraciones que mandan, prohíben o permiten son ficciones que nos ayudan a convivir y a establecer parámetros para relacionarnos civilizadamente. 

Pero también el derecho es un invento que moldea, a veces sin darnos cuenta, los aspectos más cotidianos y su protección promueve “el crecimiento económico y la mejora del bienestar colectivo”, en palabras de Aurelio Gurrea Martínez. Si no existirían las patentes, por ejemplo, invención del derecho, no existiría el incentivo ni la protección para que el ser humano invierta en medicina. Por eso, coincidiendo con Gurrea Martínez, “las principales innovaciones de la historia no son industriales, medicas ni tecnológicas. Son jurídicas. Y si no son jurídicas, al menos han sido posibles gracias innovaciones jurídicas”.

No obstante, hay una ficción legal que supera cualquier invento moderno: la sociedad de capital con limitación de responsabilidad, sin exagerar, es uno de los más grandes inventos de toda la historia de la humanidad. Como fue publicado en The Economist, citado por José Miguel Mendoza, “el desconocido gestor de esta idea merece un lugar de honor […] junto a los pioneros de la revolución industrial”. La responsabilidad limitada en las compañías, invento que tiene más de cuatro siglos, es una de las principales innovaciones que ha hecho que el mundo funcione. 

¿Quién en su sano juicio invertiría en una compañía si supiera que, por el mero hecho de ser accionistas, va a responder por las deudas sociales de la compañía? Nadie va a poner en riesgo su patrimonio de una manera alegre y sin garantías. Por eso, a través de las compañías se puedan financiar los emprendimientos más variados y lograr revoluciones enteras, minimizando riesgos. 

Si una persona, en la época medieval, quería ponerse un taller y pedía prestadas 100 monedas de oro, debía responder por la devolución del préstamo que se le hacía, no solo con los bienes del taller sino con sus bienes propios. Si el negocio no prosperaba, tenía que devolver el préstamo vendiendo su casa, sus caballos, las cosas personales de valor o incluso con sus hijos y hasta pagar con cárcel, en casos extremos que se usaban en esa época. Es decir, era responsable sin límite por las obligaciones contraídas. Por eso el desarrollo que vino acompañado de la famosa Revolución Industrial se acelera y se da, entre otras cosas, por el invento de la compañía de responsabilidad limitada. A partir de este momento, se empieza a utilizar a las compañías de una manera masiva para realizar negocios o para invertir a través de la compra de acciones. 

Es muy fácil entender por qué este instrumento económico ha jugado un papel protagónico en los últimos tiempos y en particular en las dos últimas revoluciones industriales del siglo XX. Una vez constituida, la sociedad de capital da lugar a una persona jurídica independiente de los asociados y, en consecuencia, se produce el beneficio de la limitación de la responsabilidad. Esto quiere decir que los accionistas no responden, salvo excepciones, por las obligaciones de las compañías o por el pasivo social de la compañía ante los acreedores. Es decir, el inversionista no va a poner en riesgo sus bienes personales en el caso de que la empresa no salga como se espera. 

Este invento se ha vuelto tan común, que ni siquiera nos ponemos a pensar que se trata de una entelequia creada por el hombre: tiene derechos y obligaciones, puede contratar trabajadores y abrir cuentas en un banco. Puede firmar contratos, pagar impuestos y tener propiedades. Ser demandada y, en general, tener vida jurídica como cualquier otra persona. Por eso, esta ficción ha ayudado a transformar el mundo. Nicholas Murray Butler, Catedrático, Premio Nobel y Presidente de la Universidad de Columbia se atrevió a decir que “la sociedad con limitación de responsabilidad es la principal innovación de la era moderna”, y no le falta razón. (O)

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