Michelena, el más buscado
Los más buscados por la policía y por la justicia, son malvados. Los más buscados por el pueblo y por los periodistas son personajes interesantes como Carlos Michelena. El Miche es un producto popular y encarna la libertad del humor.

Después de derrotar a los ejércitos de occidente, los crueles talibanes empezaron a calmar su sed de sangre. Una de sus primeras víctimas fue un payaso. Parecería intrascendente, en parte porque decirle payaso a alguien es un insulto, probablemente divulgado por los políticos pues ellos son quienes con más frecuencia utilizan el término en sentido peyorativo para calificar a alguien como banal, inconsistente, dado a la chacota. No es casualidad que los Talibanes hayan ajustado cuentas con un payaso; el autoritarismo y la crueldad no toleran la burla, no soportan la libertad del humor.

Cuando nuestros noticieros de televisión se hincharon de sangre con la crónica roja, ejercía el papel de director de noticias y estaba decidido a evitar la crónica roja como recurso para conquistar audiencia. La determinación parecía insostenible, empezaron a bajar los índices de audiencia y aumentaba la presión de los directivos del canal. Recuerden lo que está dicho de la televisión, que no vende contenidos sino audiencias.

Cavilando en contenidos que pudieran competir con la crónica roja, se me antojó que lo único pudiera ser el humor. Pero ¿cómo introducir el humor en un noticiero si todo es tragedia y desgracia? El conductor del noticiero era Andrés Carrión y estuvimos de acuerdo en que la solución era Carlos Michelena en el papel de comentarista de los acontecimientos del día. Costó trabajo persuadirle y lo que le sedujo finalmente fue la idea de que el humor es revolucionario porque es la expresión de la libertad. 

De Michelena me fascinaba su capacidad para reírse de sí mismo y criticar a los demás sin agredirles. Recuerdo que una de las primeras anécdotas que me relató fue acerca de él mismo.

Iba sentado en el bus, relataba, y dos señoras en el asiento de atrás conversaban:

   -¿Viste al que se sentó adelante?

   -Sí.

   -Él es el Michelena

   -No. No es él

   -Sí. Él es

   -Qué va a ser él, si el Michelena es joven y éste es viejo y ¡está acabado!

Cuando se iban a bajar del bus, regresó a verme, continuó el relato, y como me fijó la mirada le dije: buenos días. -Buenos días, Carlitos, me contestó, -¿cómo está? ¡Bien le veo!

El humor nos da la posibilidad de decir en broma lo que no podemos decir en serio, le explicaba a Michelena para convencerle, burlarse de la autoridad es reducirla, bajarla de su pedestal. La risa es una liberación. Desde los tiempos de la monarquía, cuando se aseguraba que la autoridad del rey venía de Dios, nadie podía contradecir al monarca sin arriesgar el pescuezo, excepto el bufón de palacio que estaba autorizado a burlarse del rey y hacer alguna crítica. 

Le relaté un pasaje fantástico sobre la risa contenida en el libro “El nombre de la Rosa” de Umberto Eco.  Los personajes principales de la novela, que se desarrolla en un monasterio, son el monje que investiga las extrañas muertes dentro de los muros del convento y el asesino, que resulta ser Jorge, un monje alto y esquelético, ciego y el más viejo del monasterio. Cuando se descubre que mueren envenenados al pasar las hojas de un libro de Aristóteles sobre la comedia, el investigador le pregunta qué tiene el anciano en contra de la risa y el monje contesta que la risa es diabólica. El que ríe no teme, sentencia, y el que ríe pierde, en último término, el temor de Dios. 

Con Michelena hicimos, durante varios años, comentarios de las noticias del día en el noticiero nocturno, burlándonos de la autoridad, destruyendo la solemnidad del poder, encarnando personajes como la vecina, el policía, la secretaria, el jubilado, la frutera, el borrachito. Pudimos sobrevivir a la morbosa costumbre de trasladar a los noticieros los detalles de la truculenta vida de retenes policiales y morgues.

Un televidente me puso pies en tierra cuando Michelena se fue de vacaciones. Insistió en hablar con el director para averiguar por qué no aparecía Michelena. Cuando le expliqué que estaba de vacaciones me dijo: “entiendo, señor director, me parece muy bien, pero le rogaría que expliquen eso a la audiencia, porque nos tienen viendo pendejadas esperando a Michelena”. (O)