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El descuido de toda la ciudad es palpable, como lo muestran las fotos que ilustran este comentario: un año después de la campaña presidencial, en plena avenida 10 de agosto y Colón, como en varias cuadras a lo largo de esas vías, siguen colgajos y maderas de la propaganda electoral. Es verdad que son los partidos los que deben retirar la propaganda, pero que sigan allí es pura desidia de la administración zonal, cuya obligación es retirarla cobrando la respectiva multa a los actores políticos.

16 Febrero de 2022 11.30

El aluvión que llamamos de La Gasca, y que el 31 de enero pasado afectó al menos a otros dos barrios, La Comuna y Pambachupa, y que dejó 28 muertos, una persona desaparecida, medio centenar de heridos, más de medio millar de afectados y 40 viviendas dañadas, es el último desastre ocurrido en la capital, pero no fue solo un fenómeno telúrico, obra de la naturaleza, sino que también fue causado por el descuido en la limpieza del colector de la quebrada El Tejado y la creciente urbanización de las laderas del Pichincha.

Todo el lado occidental de Quito se recuesta sobre las laderas de dos volcanes: el Pichincha y, con el crecimiento de la ciudad hacia el sur en las últimas décadas, el Atacazo. Las pendientes de esas laderas son, por lo general, pronunciadas, pero las de la zona centro-oeste son especialmente agudas, pues, como todo joven quiteño que ha ascendido a pie a Cruzloma lo sabe, y hoy lo comprueban quienes suben en el teleférico, hay un desnivel de mil metros en muy pocos kilómetros (la cumbre de Cruz Loma está a 3.800 m.s.n.m. mientras el nivel promedio de Quito está a 2.800). Por eso, los barrios que se ubican al norte del de San Juan (América, Belisario Quevedo, Armero, La Comuna, Pedro La Gasca, Pambachupa, Bartolomé de las Casas, Rumipamba, El Bosque, Cochapamba) enfrentan mayor riesgo ya que se encuentran al pie de dos escorrentías vertiginosas: las que quedan al norte y al sur de la gran abra de Cúndur Huachana.

Las fuertes y, sobre todo, incesantes lluvias que cayeron noche y día durante los últimos días de enero sobre el occidente de Quito reblandecieron el terreno y causaron desprendimientos de tierra en la quebrada de El Tejado. Pero al pie de esta quebrada, como de todas las del Pichincha, hay un inmenso colector, con varias barreras de protección y un reservorio subterráneo que fue diseñado y construido para recibir grandes descargas súbitas y luego ir soltándolas poco a poco al alcantarillado de la ciudad. Aquello no funcionó, dicen las autoridades porque el volumen del agua fue de cuatro veces la capacidad del colector, pero lo que se produjo no es la bajada de mucha agua sino la rotura de un dique natural que se formó con inmensas piedras, árboles y lodo y que, en su explosión, produjo la pavorosa ola destructiva que se abatió sobre esos barrios y que quedó registrada en infinidad de videos.

El colector de esa quebrada y los de todas las del lado occidental de Quito fueron ejecutadas por el programa Laderas del Pichincha que, con financiamiento del BID, se inició en la alcaldía de Roque Sevilla y fue construido en su mayor parte en las dos administraciones de Paco Moncayo, quien, con nuevos financiamientos, extendió el programa al centro de Quito (pues la primera fase era solo hasta Miraflores), y luego al sur hasta las laderas del Atacazo. Como todo lo importante y bueno que hacía Paco Moncayo, este programa también fue suspendido por Augusto Barrera en su afán de refundar la ciudad. Luego, el desorden y el descuido en que cayó Quito hizo que se dejara de lado el mantenimiento de estas obras. Cosa que no causa asombro, cuando se piensa que esa empresa icónica de Quito que se llamaba EMAAP y que hoy tiene unas siglas impronunciables se volvió una cueva de ladrones.

El descuido de toda la ciudad es palpable, como lo muestran las fotos que ilustran este comentario: un año después de la campaña presidencial, en plena avenida 10 de agosto y Colón, como en varias cuadras a lo largo de esas vías, siguen colgajos y maderas de la propaganda electoral. Es verdad que son los partidos los que deben retirar la propaganda, pero que sigan allí es pura desidia de la administración zonal, cuya obligación es retirarla cobrando la respectiva multa a los actores políticos. El Municipio debe volver por sus fueros. La enorme expansión urbanística de Quito requiere de una administración más moderna, efectiva, que no se descuide ni en lo grande ni en cosas como estas, aparentemente pequeñas, pero que son el símbolo del quemeimportismo ante lo que pone en peligro o afea a la ciudad. (O)

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