Sin inteligencia artificial. Carta No. 1. A Cassagne. ¿Che, y la Argentina post Catar?
Pasan unas horas y el equipo arriba -volver, volver, no todos volvían-. Pero la Scaloneta arriba en Ezeiza y se desborda la locura -desatada estaba días antes en todos nuestros países-, en Bs. As. y en toda la patria albiceleste. Lo que vimos luego fue insospechado y sin precedentes.

Nos vimos hace casi un año en Bs. As. Gratísimo almuerzo con Juan Carlos -para beneficio de los fisgones, padre de Ezequiel, amigo irreverente, buena pluma de jurista y mejor de académico e intelectual-. Ciertamente los tres compartimos muchas visiones y preocupaciones comunes sobre esta región que queremos y a la que estamos empernados, por afecto y vida, por familia y tradición. 

Almorzamos en uno de aquellos lugares -el Jockey- que nos pueden aislar, mas no lo hacen, uno de aquellos chiringuitos que pueden impedir comprender los problemas de nuestros países. Pese a ello, puedo decir que vosotros no veis nuestra región desde la parálisis de las élites, ni tampoco se regodean en falsas pretensiones ni en éxitos fatuos. Claro está y es incuestionable que las élites latinoamericanas -y no me refiero a las económicas exclusivamente, sino a las académicas, intelectuales, profesionales, gremiales, sindicales, indígenas, y también las económicas- han perdido el norte y las ideas. 

Argentina fue el norte e ideal del pensamiento latinoamericano por muchas décadas. Fue una de las diez economías más grandes de la posguerra, tuvo la mejor clase media, el menor índice de analfabetismo, las mejores universidades y ciertamente el arte, la cultura y la música que toda la América Latina envidiaba, salvo México que competía a la par, como la antípoda del progreso y la influencia en la cultura, el arte y la ciencia de nuestra Hispanoamérica del siglo veinte. 

Cualquier latinoamericano con dos dedos de frente y la mínima curiosidad se entretenía con las tiras del atemporal Quino -o más bien con Mafalda- (no hacerlo hoy sería una muestra de estupidez), disfrutaba de Borges y su Aleph, o simplemente seguía a Les Luthiers, entre muchas otras muestras, que de allí para abajo, arriba o los lados, eran expresiones de la influencia argentina en la vida latinoamericana, y como dirían mis colegas, sin limitación, al periodismo, el tenis, la producción vitivinícola, el teatro, la televisión, el automovilismo, la arquitectura, las universidades o más bien la investigación científica, incluyendo el derecho, la moda, y ciertamente el fútbol -opio del pueblo y de las élites-, del que seguiremos hablando. 

Argentina también fue precursora de fenómenos mundiales en lo político. El populismo, como forma de gestión y atracción electoral, promovida por aquellos dos personajes irrepetibles: Evita y Perón. Aquella forma de política, o aquella forma política, o lo anterior o la ausencia de ambas, son también un legado de tu Argentina que sigo queriendo y admirando (valga decir, sin soberbia, que aquel que pueda y no pase por Bs. As. una vez al año no merece ser un hombre actual. Punto -o mujer claro, mas es innecesaria la aclaración inclusiva, para aquellos que siempre lo somos-).

Vamos al grano. Argentina 2022. Mundial fantástico. Casi parece la campaña del Real Madrid en la Champions 2021-2022. Donde hay un messi hay un benzemá. No era messista, ya lo soy (a ver si la RAE ya acuña el termino messista o messismo; no hacerlo sería una cantinflada). Pero soy messista más en el fondo que en el fútbol. Cuesta a un madridista reconocer en Messi un líder de equipo, un jugador solidario, con sus compañeros y más que nada con la realidad de su país. Me emocionaron dos entrevistas, una de Leo y otra creo de Mac Allister (creo que luego del segundo juego y aquel de Holanda), quienes con emoción visible, invitaban a un país a reflexionar sobre los orígenes de su esfuerzo, sobre la necesidad de su esperanza. Escucharlos reflexionar por y sobre los valores y afectos, la familia, los amigos, por aquellos que los "bancaron" y por el equipo, la solidaridad y las necesidades de su país, en un marco de humildad y esfuerzo, con la voz rota, silencio y compromiso, es sin duda algo conmovedor e inspirador. Desde allí soy messista (¡vamos RAE!, a ver si nuestro novelista admirado de la silla "T" nos da una mano. Extrañada silla "R": ¿qué dirías?).  

Sin duda Messi, el equipo -o la Scaloneta- y toda la Argentina merecieron el Mundial 2022. No hubo "pechos fríos", hubo entereza de espíritu, presencia de ánimo, generosidad, y eso es simplemente corazón y garra. 

Pasan unas horas y el equipo arriba -volver, volver, no todos volvían-. Pero la Scaloneta arriba en Ezeiza y se desborda la locura -desatada estaba días antes en todos nuestros países-, en Bs. As. y en toda la patria albiceleste. Lo que vimos luego fue insospechado y sin precedentes. Ciertamente es necesario un desborde de emociones, ha pasado en cada país, y sucede cada vez que una selección o equipo gana un torneo importante. 

Sin embargo, te pregunto: ¿cómo vio y cómo evalúa Cassagne los eventos que sucedieron durante y luego del Mundial en la Argentina? ¿Tienes, amigo, una explicación para estos hechos? Acá en el silencio de esta misiva -y como te comenté, tuve una novia porteña de la que la Chiqui no me deja hablar- te digo que entendí el dramatismo porteño. ¿Fue eso lo que sucedió? ¿O es que la Argentina busca un mesías o más bien un messias, un líder o un liderazgo en estos tiempos secos de ideas y soluciones para nuestra región desamparada? ¿A dónde va nuestra querida Argentina? 

Con mi afecto de siempre, para ti y tu padre, y toda la familia, a la espera de tu respuesta, sin duda de grandes reflexiones, me despido.  (O)