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multiplicar el tiempo
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Sin embargo, la modernidad ha alterado esa intuición natural. Las opciones son tantas que nos abruman: descansar viendo redes sociales, Netflix, ambos o ninguno; pasar tiempo con colegas, amigos o familia. La abundancia de alternativas se ha convertido en una carga para nuestro inconsciente y para su capacidad de multiplicar el tiempo.

24 Octubre de 2025 11.10

Multiplicar el tiempo. Suena raro, místico, imposible. El tiempo es una sustancia invisible que atraviesa cada aspecto de nuestra existencia. Con su paso hemos sido células, niños, adolescentes y adultos. Ese tiempo que transforma nuestra vida representa una de las pocas certezas compartidas por todos, sin importar el dinero, el país o la cultura. Veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año conforman el marco en el que transcurre nuestra historia personal. David Eagleman dice que la percepción del tiempo moldea la mente más profundamente que cualquier otro factor biológico.

Multiplicar el tiempo significa multiplicar el crecimiento. Abre la puerta a oportunidades inmensas y a posibilidades que se expanden más allá de lo evidente. Podemos imaginar que tener más tiempo nos traería más dinero, poder, fama o reconocimiento. Pero también puede ofrecernos algo más profundo: trascendencia. Es un método delicado, porque amplifica tanto nuestras virtudes como nuestros vicios.

¿Cómo lograrlo? Como toda aproximación a un problema complejo: dividiendo el problema en partes y llegando a la pregunta esencial. El tiempo, por sí mismo, no es útil. Lo útil es lo que hacemos dentro de él. Para quien no se mueve, como alguien en estado de coma, el tiempo carece de valor. Lo valioso son las acciones, ese movimiento que da sentido a la existencia. Daniel Kahneman explicó hace ya unos años una verdad cotidiana: el tiempo vivido no depende de su duración, sino de la intensidad de la atención que prestamos a cada momento.

Entonces, siguiendo el análisis matemático, podemos clasificar nuestras acciones humanas y estudiar cuáles generan un mayor retorno (ROI) en términos de crecimiento. La literatura y la filosofía coinciden en que el ser humano se desarrolla en cuatro grandes áreas, llamadas de distintas maneras: poder financiero, relaciones, conocimiento y salud. Estos cuatro pilares resumen la totalidad de nuestras acciones. Si aceptamos esta premisa, surge una pregunta inevitable: ¿cómo maximizar nuestro crecimiento usando el tiempo y estas acciones?

Multiplicar el tiempo implica encontrar un factor multiplicador del crecimiento: actividades que permitan expandir nuestro desarrollo de forma exponencial en un periodo determinado. Correr mientras escuchamos un pódcast convierte una hora en dos (de crecimiento); cultivamos salud y conocimiento. Si añadimos la compañía de un amigo y lo hacemos de manera consciente, esa hora se multiplica por tres: cuerpo, mente y relaciones. Mihály Csikszentmihalyi llamó a ese estado flow, en el que cuerpo y mente operan con tal coherencia que la percepción del tiempo se expande.

Llenar nuestros días de estas actividades multiplicadoras del tiempo es una tarea que realizamos, en cierto modo, desde la infancia, a veces sin darnos cuenta. Forma parte de nuestro proceso evolutivo. Lo hacemos cuando encendemos la radio mientras manejamos para aprender algo nuevo, cuando aprovechamos una caminata para hacer una llamada pendiente o cuando cocinamos escuchando música que nos alegra el ánimo. Sin embargo, la modernidad ha alterado esa intuición natural. Las opciones son tantas que nos abruman: descansar viendo redes sociales, Netflix, ambos o ninguno; pasar tiempo con colegas, amigos o familia. La abundancia de alternativas se ha convertido en una carga para nuestro inconsciente y para su capacidad de multiplicar el tiempo.

Por eso, para multiplicar el tiempo no hace falta aprender esquemas mentales. Es el momento de usar la tecnología como un segundo cerebro. No busca reemplazarnos; su función es liberar la mente de la fragmentación constante. Que la inteligencia artificial se convierta en un aliado silencioso que ordene lo urgente y nos devuelva el tiempo para lo esencial: pensar, crear, compartir, amar. Multiplicar el tiempo no es un acto de magia. Es una disciplina, un modo de actuar. Mirar cada minuto con trascendencia, reconocer su poder y orientarlo hacia el crecimiento. En ese dominio silencioso del tiempo, donde acción y eternidad se entrelazan, comienza una forma distinta de vivir y de ser eternos. (O)

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