¿Es Daniel Noboa el Steve Jobs ecuatoriano?
¿y si nuestro iPod fuera el camarón, nuestro iPhone el chocolate, y nuestra versión del iPad fuera la exportación de servicios digitales, logísticos o turísticos?
¿y si nuestro iPod fuera el camarón, nuestro iPhone el chocolate, y nuestra versión del iPad fuera la exportación de servicios digitales, logísticos o turísticos?
Mientras muchos se aprestan a colgarse la medalla, la mayoría de ellos merecedores de aplausos, es necesario recordar que hubo quienes entraron cuando nadie más quería. Que hubo quienes no negociaron con el miedo. Que avanzaron sobre un terreno minado y llegaron a su destino, liderando el ejército hacia tierra firme
Se deben prescindir de los grises embajadores privados ad honorem que atraen inversiones, esos actores que poseen información privilegiada y que recorren el mundo demostrando su poderío en el aparato estatal, lo que hacen no hace sino perjudicar al país en su afán de demostrar institucionalidad. Institucionalicemos la búsqueda de inversiones.
Ciertamente, Noboa no es perfecto, ¿acaso alguien lo es? Pero si seguimos buscando un candidato ideal, seguiremos eligiendo líderes que, al asumir el poder, en lugar de portar la banda presidencial, se coloquen una camisa de fuerza diseñada en Montecristi.
Un gobierno estadounidense liderado nuevamente por el Partido Republicano podría traer consigo una coyuntura favorable para Ecuador. Esta oportunidad ya se vislumbró en la anterior administración de Trump, comandada por un equipo de servicio exterior eficiente en la búsqueda de espacios de alto nivel para proponer alternativas de apoyo.
Aunque Ecuador es un país de alto riesgo, también tiene un inmenso potencial de crecimiento. Mediante el desarrollo de estructuras de inversión sofisticadas y probadas en todo el mundo, Ecuador puede transformar la inversión privada de retórica vacía en una solución práctica.
Al operar las empresas privadas con estándares de eficiencia y transparencia más altos que muchos organismos gubernamentales, muchas veces exigidos por sus inversores internacionales, las empresas privadas pueden garantizar una mejor asignación de recursos y una mayor efectividad en el logro de resultados.
Ecuador se encuentra en un momento de esperanza, en gran medida gracias a las nuevas generaciones que anhelan transformar la forma en que se concibe y se practica la política. Hagamos de esta coyuntura un punto de partida para el cambio.
Tengamos honor al momento de hacer negocios, al momento de relacionarnos, al momento de abordar la verdad. Actuemos frente a las faltas de honor recibidas y causadas con fortaleza y decisión. Declaremos un duelo a muerte a esas actitudes personales que no contribuyen a nuestro crecimiento personal ni al desarrollo de nuestras sociedades.
Los individuos virtuosos inspiran a otros a través de sus acciones, creando un círculo virtuoso a todos los niveles. La honradez en los negocios, la justicia en los sistemas jurídicos y la empatía en las interacciones sociales son algunos ejemplos de cómo las virtudes determinan el tejido social.
El reto para las empresas pasa por encontrar cómo ser competitivos en esta naciente revolución del trabajo, el reto está en generar una estructura empresarial donde el trabajo sea flexible pero efectivo y sobre todo, atractivo para el talento joven, cada vez más eficiente, más preparado e influyente.
El costo de oportunidad de las distracciones que se acumulan en nuestras vidas es inmenso. Podemos y debemos aprovechar el tiempo que tenemos para buscar mejorar nuestras capacidades de conocer.
Las finanzas son una herramienta de crecimiento para personas, empresas y países a través del uso adecuado del dinero, el cual, crea posibilidades de progreso económico y social a todo nivel. El dinero es un bien que se rige por las leyes de la oferta y la demanda, por lo tanto, tiene un precio que regula esas dos fuerzas: el interés.
Los inversionistas sofisticados toman decisiones bajo un riguroso análisis numérico y comparativo que permite, con el menor nivel de riesgo posible, maximizar los beneficios esperados. Esto no significa que no toman riesgos, lo hacen siempre y los diversifican: un portafolio de inversión normalmente tiene activos de alto riesgo y alta rentabilidad, de bajo riesgo y poca rentabilidad, pero nunca activos de alto riesgo y poca rentabilidad.
En las empresas públicas hay estructuras obesas que se han formado a lo largo de años, que, dejando de lado la dinámica netamente corporativa, han significado empleo y estabilidad para muchas familias. Además, estos empleos han gozado de beneficios comparativamente superiores a ciertas industrias.
A esos proyectos rentables, disruptivos y ambiciosos se los debe apoyar, financiar, fomentar. No se puede generar una cultura de puertas cerradas, de temor al cambio y al riesgo.
¿Por qué inversionistas están dispuestos a asumir riesgos, incluso mayores a los observados en la región? Esta discusión nos debe llevar a preguntarnos si es que nuestros proyectos son genuinamente competitivos globalmente.