La pasión por el turismo fue el motor para que Daniela Morejón creara un gin artesanal con proyección global. Graduada en Hotelería y Turismo en la Universidad San Francisco de Quito, cuenta que mientras estudiaba trabajó de mesera y luego de administradora en un restaurante; ganaba alrededor de US$ 350.
Recuerda que la paciencia y la empatía fueron claves para tratar a clientes difíciles. "No soy de las que cree que el cliente siempre tiene la razón, porque ellos no saben en verdad que es lo que pasamos tras bastidores", admite con franqueza.
Su espíritu inquieto la llevó a cumplir su sueño de estudiar una maestría en Turismo de Eventos en la Universidad Autónoma de Barcelona, España. "Esa ciudad me atrapó, descubrí que tenía una conexión energética inexplicable, me sentí más en casa, que en ningún otro lugar". Hizo prácticas en un centro cultural y tomó varios cursos adicionales.
Su objetivo era quedarse en Barcelona, porque sentía que se abrirían muchas oportunidades. No dudó en aceptar un trabajo en un bar, por la tranquilidad de poder salir a cualquier hora sin miedo. "Ganaba 300 euros semanales y buenas propinas, me sentía contenta. Aprendí mucho durante los dos años que estuve ahí. La versatilidad del destilado me envolvió, sin imaginar que ahí encontraría mi futuro".
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Por un tema de visa, volvió a Quito, con la intención de ir a Alemania donde vivía su novio, pero el destino le tenía otros plantes. "Mi mamá enfermó de Guillain-Barré, y todo cambió. Pasé un año cuidándola. Eso redefinió mis prioridades por completo". Durante ese tiempo Daniela empezó a soñar en grande. y una mala experiencia con una bebida alcohólica la llevó a investigar que estaba consumiendo. Descubrió la cantidad de químicos presentes en algunos destilados comerciales. Ese fue el punto de quiebre, para dar vida a Puruná, un gin artesanal, natural y con ingredientes locales.
Con una inversión inicial de $10.000, Daniela empezó desde cero en 2019 sin contactos, ni experiencia previa en destilación, entre pruebas y errores con familiares y amigos. "Lloré mucho al principio, no dormía, todo era nuevo". La producción es completamente artesanal, sin aditivos, sin azúcar añadida. Utiliza alcohol de caña y más de seis botánicos que varían según la receta. El enebro es importado de Polonia y España con un costo cercano a los 35 euros el kilo. La maceración puede durar hasta 21 días. El resto es secreto.
La guayusa, el maracuyá y la hierba luisa son actualmente los sabores insignia. En 2024, solo en diciembre, vendieron más de 1.500 botellas. Actualmente producen unas 4.000 al año, con presentaciones de 750 ml, 375 ml ("la viajera") y 100 ml. Este año, proyectan vender alrededor de $100.000, con presencia en Quito, Guayaquil, y Galápagos.
Hoy sus padres son parte de este sueño. Entre risas dice que muchas veces se jalan las orejas. Hay una diferencia generacional, pero también una visión compartida que supera todo, comenta mientras regresa a ver a su madre con un gesto de complicidad.
Lo que empezó como una chispa en un bar de Barcelona, se convirtió en un proyecto de vida. Además de la bebida, ofrecen una barra móvil para eventos: bodas, graduaciones, celebraciones experiencias personalizadas. Dos horas de barra libre para 50 personas puede costar unos $400.
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"El nombre Puruná, sin tilde, significa mujer fuerte y valiente en quechua. Me sentí identificada. Le añadí el acento para reforzar su presencia."
El oso de anteojos es el emblema de la marca. Por cada botella vendida, donan un 2% a la Fundación Maquipucuna, organización ubicada a la conservación del habitat de este oso en peligro de extinción.
"Esto no es una carrera de velocidad, sino de resistencia", afirma Daniela, refiriéndose a los desafíos de posicionar una marca nacional en un mercado aún dominado por el volumen, "Queremos ser parte de las emociones de las personas. Porque un buen licor no solo se bebe, también cuenta historias. Y esta, es la nuestra." (I)