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Ibiza, imagen de comida
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Todo sobre la nueva "Ibiza gastronómica": platos, chefs y lugares para visitar

Lela London

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Ibiza bajó un cambio, afinó el paladar y ahora seduce también por lo que se sirve en la mesa. De omakases escondidos a parrillas entre naranjos, esta temporada muestra otra cara de la isla: cocineros con oficio, cartas bien pensadas y escenas que invitan a quedarse más allá del postre.

6 Julio de 2025 14.00

Ibiza siempre supo cómo armar fiestas, pero en 2025 parece que por fin descubrió qué viene después. En la isla hay otro ritmo —menos agobiante, más sofisticado— y mientras Hi y Ushuaïa siguen haciendo lo que mejor les sale, el cambio de energía se siente en otros rincones: en los comedores, en las terrazas, en la calma de las barras de omakase y en el murmullo de los chiringuitos que hacen mucho más que tirar una gamba a la plancha.

La gastronomía no es nueva en Ibiza. Lo que pasa es que, este año, está mejor. La isla dejó atrás ese aire de bienestar forzado y se metió en algo más sólido. Están llegando cocineros con trayectoria. Los restaurantes de hotel dejaron de ser un complemento. Y los que viven acá te lo van a decir —muchas veces, mientras te marcan sus favoritos—: podríamos estar viviendo una de las mejores temporadas de los últimos años.

Así que los lugares que te voy a recomendar no son solo buenas opciones para comer. Son lugares que valen la pena reservar si pensás hacer esa escapada a la Isla Blanca que tanto soñaste.

Podrías alojarte en el Mondrian Ibiza solo por la vista al mar —Cala Llonga es ideal para sacar fotos—, pero lo que pasa en la mesa es lo que realmente justifica el pasaje. Abierto para la temporada 2025, este Mondrian subió la vara del sushi en la isla. 

Niko, su restaurante japonés de lujo, es el gran imán: bao de cangrejo de concha blanda, bacalao negro con miso y ese sashimi brillante que ni con filtro entra en Instagram. Es un lugar tranquilo, con cocina de primer nivel y una vista que vuelve casi obligatoria la segunda botella de sake.

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Niko, Ibiza

En la planta baja, Sonrojo cambia el tono con la energía de un chiringuito relajado: de playa, pero sin caer en lo obvio. El pulpo a la plancha con chicharrón es impecable, las gambas alistadas llegan bañadas en ajo y con reducción de brandy, y la música va del aire balear al reggaetón más suave, según cuántas botellas haya en la mesa. Lo más importante: parece hecho para este lugar, no algo traído de afuera.

Curiosamente, la playa vuelve tan accesible al Mondrian como a su hotel hermano, el Hyde Ibiza, que aprovecha el mismo talento en la cocina, pero con otro tono. Más ruidoso, más relajado, más social. Técnicamente, son hoteles distintos, pero funcionan como si fueran uno solo: los huéspedes se mueven entre ambos con la misma naturalidad con la que van de la pileta al mar. Podés almorzar en Sonrojo, tomar un martini en el bar de Hyde y cenar en Cuyo —el restaurante con aire mexicano de Hyde, que hay que visitar sí o sí— sin abrir Google Maps.

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Cuyo, Ibiza
 

Entre los dos transformaron este rincón de Cala Llonga en el nuevo punto fuerte de la gastronomía en la isla. Te alojes o estés de paso, solo te pido una cosa: no te vayas sin probar el aguachile de lubina de Cuyo y una, o cinco, margaritas "De La Casa" con infusión de mole.

Mientras tanto, en Playa d'en Bossa, The Unexpected Ibiza está haciendo algo todavía más jugado. Si el nombre suena a festival tech o a un pop-up de Jean Paul Gaultier, no es casualidad. Funciona en el edificio donde antes estaba la Torre Ushuaïa y está abrazando su nueva identidad con más decisión que nadie en esta parte de la costa, donde sobran las propiedades caras.

En el corazón del lugar está la primera sede europea de Hell's Kitchen, el restaurante de Gordon Ramsay. Es puro show, con una serie de platos icónicos —como el Wellington de ternera o el risotto de langosta— hechos con productos locales, en un espacio que atrae tanto a quienes buscan buena comida como a los que quieren algo de espectáculo. Es una apertura fuerte, pero es solo el arranque.

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Hell's Kitchen, Ibiza
 

Alrededor de la pileta roja del hotel, el Oyster & Caviar Bar sirve ostras, sushi, platos chicos de cocina nikkei y afrodisíacos a la carta. Todo eso, desde seis jacuzzis privados, si tenés ganas. En las noches de Fiesta Red Mirror, que se hacen una vez por mes, el lugar se pone aún más desmedido: shows en vivo, champán por todos lados y un dress code que solo se puede describir como "brillante".

Junto al mar, The Beach at Unexpected Ibiza es el lugar ideal para comer una paella en 2025: al sol, frente al agua, con un DJ en vivo que te acompaña desde el almuerzo hasta la hora del aperitivo. Algunos domingos se convierte en Sun-Rice, un show de cocina en vivo centrado en el arroz, el azafrán y el humo.

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Oyster & Caviar Bar, The Unexpected Ibiza
 

Minami, el restaurante japonés del hotel, también es un plato fuerte. Con su teppanyaki teatral, noches de omakase y un toque mediterráneo en los clásicos japoneses, ofrece una de las experiencias asiáticas más cuidadas de la isla.

Si querés algo más liviano, podés pasar por Antïdote Recharge Station, donde hay bowls de açai, licuados con proteínas y sándwiches con el jamón ibérico justo como para no perder el rumbo. ¿Y al atardecer? Up Ibiza Sky Society cumple lo que promete: un bar en la terraza con vista de 360 grados —muchas veces, con aviones aterrizando—, tragos potentes y un horizonte que te hace pensar en volver todos los años.

No es común que un hotel acierte tanto con la comida.

Más allá de la movida hotelera y gastronómica ambiciosa de 2025, hay otros restaurantes que vale la pena reservar. Jul's, por ejemplo, es uno de esos lugares donde los locales y quienes ya conocen la isla no dudan en asegurar mesa. Está en el interior, sobre la ruta de Sa Caleta, y se ganó su fama sin hacer ruido, con cocina mediterránea de temporada, sencilla a primera vista pero impecable en la ejecución.

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Jul's Ibiza
 

Tiene parrilla al aire libre, una terraza con jardín iluminada justo con velas y un menú que se explica bien con un plato: el tartar de atún rojo con sorbete de frambuesa y remolacha, naranja sanguina y salsa ponzu. El ambiente es relajado, pero igual podés llegar con cara de no haber dormido desde el miércoles —algo que, siendo honestos, no es raro en Ibiza— y sentirte como en casa.

Sushi de Walt Ibiza
Sushi By Walt, Ibiza
 

Escondido detrás de una puerta discreta en la ciudad de Ibiza, Sushi by Walt es una rareza en la isla. Da la sensación de que podría estar en Shibuya sin desentonar. La barra, con lugar para solo ocho personas, es lo más íntimo que se puede pedir, y cada plato —uni, toro, wagyu— se presenta como si fuera un capítulo de una historia.

El chef Walt, un perfeccionista de perfil bajo, deja que el pescado hable solo. La experiencia es medida, delicada e imposible de improvisar. No sorprende que Michelin lo haya señalado el año pasado, ni que ahora conseguir una reserva sea casi una misión.

Sa Capella Ibiza
Sa Capella, Ibiza
 

Sa Capella también es de esos lugares que te hacen repensar qué significa un "lugar". Funciona en una capilla restaurada del siglo XVIII, en lo alto de Sant Antoni. Todo ahí es luz de velas, arcos de piedra y una calma ceremonial. Más que un restaurante, es una experiencia.

La cocina, por suerte, no intenta ponerse a tono con lo moderno. Ternera gallega en cortes gruesos, cochinillo al horno, pescado cocinado con el hueso. Todo llega con intención, desde las sugerencias de vinos escritas a mano hasta el ritmo del servicio. Andá apenas cae la noche, pedí algo tinto y potente, y no apures el reloj.

En el centro de la isla, La Paloma también se gana una visita, estés donde estés. Está en un huerto de cítricos, cerca de Sant Llorenç, y es uno de esos lugares raros que logran ser simples y, al mismo tiempo, increíbles. La comida tiene base mediterránea con toques de Medio Oriente: cordero a la parrilla con labneh y menta, pan plano con za'atar, berenjenas con tahini, todo acompañado con jugos caseros y vinos suaves, templados por el sol.

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La Paloma, Ibiza
 

La mayoría de quienes van son locales y residentes de siempre. El clima es tranquilo, y las comidas se alargan tanto y se disfrutan tanto que te vas a olvidar de que tenías otros planes.

Por último, pero no por eso menos importante, Nudo funciona como un antídoto frente al caos habitual de Playa d'en Bossa. Está escondido detrás de un sendero de arena y lo abrieron dos ex chefs de Noma. Ahí, la elegancia gastada por el mar encuentra su mejor forma.

La carta cambia seguido: ventrescas de atún curadas en koji, pescado del día que supera cualquier expectativa, vinos blancos frescos y poco conocidos. Nada falla. No busca ser un lugar para turistas, y justamente por eso lo es.

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Nudo.

 

Nota publicada en Forbes US.

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