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Auren Leichtman
Millonarios

La mujer que convirtió una pasión tardía por el fútbol en su nuevo proyecto multimillonario

Giacomo Tognini

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Transformó un flechazo inesperado por la selección femenina de Estados Unidos en una inversión récord en el fútbol profesional. Hoy dirige el San Diego Wave, equipo que comparte con su familia y que la proyectó como referente del capital privado.

17 Junio de 2025 15.00

A Auren Leichtman no siempre le gustó el fútbol. Eso cambió después de ver la final del Mundial Femenino de 1999 en el Rose Bowl de Pasadena, donde Brandi Chastain metió el penal decisivo para la selección femenina de Estados Unidos. Su festejo, en el que se arrodilló y se sacó la camiseta, fue noticia en todo el país.

Con el paso del tiempo, ella y su marido, Arthur Levine, que vive en Los Ángeles, solían pasar en auto por la cancha de fútbol de la UCLA cuando iban a buscar a su hija al colegio. Poco después empezaron a hacer donaciones a la universidad, entre ellas, colaboraron en la renovación del vestuario del equipo de fútbol. Así conocieron a la entrenadora del equipo, Jill Ellis, que más tarde dirigió a la selección femenina de Estados Unidos y ganó dos Mundiales. Luego presidió el San Diego Wave, de la Liga Nacional de Fútbol Femenino, entre 2021 y diciembre del año pasado.

La pasión de Leichtman por el fútbol terminó por concretarse en octubre pasado, cuando ella y su esposo compraron el San Diego Wave por unos US$ 113 millones. "Empezamos a considerar la compra de un equipo deportivo femenino hace unos tres años", cuenta en una entrevista en video desde su casa en Miami, con fotos familiares enmarcadas sobre una estantería detrás suyo. "Es algo que nos interesa, una buena inversión y algo que podemos hacer juntos como familia", agrega.

Dos de sus tres hijos colaboran en la gestión del equipo, y Leichtman, junto a su familia, va a la mayor cantidad de partidos que puede. En mayo, Alex Morgan, campeona del mundo dos veces con la selección femenina de Estados Unidos y excapitana del Wave hasta su retiro en 2024, se sumó al club como inversora minoritaria.

Leichtman entiende de buenas inversiones. En 1984, fundó junto a su esposo la firma de capital privado Levine Leichtman Capital Partners (LLCP), con sede en Beverly Hills, California. Invertían en pequeñas empresas que necesitaban financiamiento y apuntaban a fundadores exitosos que habían creado compañías con ingresos de entre US$ 30 y 40 millones.

A lo largo de los siguientes 40 años, la pareja transformó su pequeña empresa familiar en una firma de adquisiciones con activos por US$ 11.000 millones. Entre sus inversores figuran nombres de peso, como el Sistema de Jubilación de Empleados Públicos de California (CalPERS) y la gestora de activos Hamilton Lane, que cotiza en bolsa.

Aunque dejaron la gestión diaria en 2020, Leichtman y Levine siguen siendo dueños de la firma, que representa la mayor parte de su patrimonio. Si se suman sus inversiones privadas, propiedades y el San Diego Wave —que ahora vale unos US$ 165 millones—, Forbes estima que cada uno cuenta con una fortuna de US$ 1.300 millones. Eso ubica a Leichtman en el puesto 26 del Ranking 2025 de Forbes sobre las mujeres más ricas de Estados Unidos que hicieron su fortuna por cuenta propia. Es la primera mujer del mundo en alcanzar los mil millones de dólares en capital privado.

San Diego Wave
En mayo, Alex Morgan, campeona del mundo dos veces con la selección femenina de Estados Unidos y excapitana del Wave hasta su retiro en 2024, se sumó al club como inversora minoritaria.

 

Con el tiempo, Leichtman y Levine se mantuvieron fieles a lo que mejor saben hacer: invertir en empresas con flujo de caja positivo. Buscan emprendedores y equipos con experiencia que quieran seguir al mando y conservar una parte del capital una vez cerrada la operación. Además, combinan deuda y capital para asegurarse pagos regulares en efectivo por los intereses.

"Creamos esta estrategia cuando hacíamos esto para encontrar una manera de financiar nuestro estilo de vida sin poner todo nuestro capital en acciones", recuerda Leichtman. "No teníamos más dinero, así que se nos ocurrió la idea de invertir una parte del capital en títulos de deuda y otra en acciones. En ese momento, eran dos tercios en deuda y un tercio en acciones, y la deuda recibía un cupón en efectivo del 13%, que se nos pagaba todos los meses", agrega.

Desde que empezaron a recaudar dinero de inversores externos en 1994, los fondos de LLCP invirtieron en más de 100 empresas y vendieron su participación en 80 de ellas por un total de US$ 11.500 millones. Esas inversiones habían costado, en conjunto, US$ 4.800 millones. Ese múltiplo de casi 2,4 veces el capital invertido está a la altura de gigantes del capital privado como Blackstone o KKR.

Actualmente, LLCP tiene ocho oficinas distribuidas en cinco países —cuatro de ellas en Estados Unidos— y dirige su dinero a tres grandes tipos de empresas: compañías medianas estadounidenses con ingresos de entre US$ 50 y 250 millones, otras más chicas con menos de US$ 50 millones, y empresas extranjeras, en su mayoría europeas, que facturan a partir de US$ 30 millones. Entre sus inversiones más conocidas están las cadenas de comida Tropical Smoothie Cafe y Wetzel's Pretzels. Pero también lograron buenas salidas en sectores como accesorios para cañerías y control de calidad del aire.

"Tienen un gran ojo para encontrar estos nichos de negocio específicos que tienen un montón de potencial y luego unirlos a la gestión adecuada para llevarlos a cabo", dice Harley Kaplan, director ejecutivo de la empresa de componentes aeroespaciales y de defensa The Thermal Group, quien antes estuvo al frente de dos empresas del portafolio de LLCP como CEO.

Otra de las claves de su éxito fue cómo trabajaron en equipo. Levine, excontadora, se encargó de buscar acuerdos y enfocarse en los números. Leichtman, por su parte, usó su formación en derecho para ayudar a las gerencias de las empresas de su cartera a hacer crecer sus negocios.

"Es esa combinación de habilidades. Se complementan", dice Kevin Fritzmeyer, quien estuvo al frente de FlexXray —una empresa que ofrece inspección por rayos X para la seguridad alimentaria— cuando era propiedad de LLCP, antes de su venta en 2021. "Arthur es un vendedor: va al frente y consigue resultados, y Lauren se asegura de que todo se mantenga dentro de los límites establecidos", señala.

Desde que se casaron en 1979, pasaron por la dirección compartida de la empresa y hoy invierten juntos a través de su oficina familiar. Fue, y sigue siendo, una sociedad exitosa. Levine destaca las virtudes de su esposa: "Son su buen juicio, su racionalidad y su tranquilidad. Yo puedo entusiasmarme mucho al cerrar un trato, y ella no. Y por eso es tan importante". Y ella agrega: "Arthur es extremadamente bueno con los números. Él realmente puede ver cosas que yo no veo, pero todo tiene que funcionar en conjunto. Yo veo otras cosas que él no ve".

Leichtman nació en Los Ángeles en 1949. Sus padres se separaron cuando ella tenía 3 años. Su madre, que era ama de casa, volvió a casarse y Leichtman creció en una familia mixta con cinco hijastros. A los 10, recuerda una charla que la marcó: su madre le confesó que lamentaba no haber tenido una carrera propia. "Estaba un poco atrapada, con el apoyo de su marido", cuenta Leichtman. "Tenía dos hijos cuando se divorció de mi padre. Así que simplemente dije: 'Eso no me va a pasar. Tengo que ser capaz de mantenerme a mí misma'", recuerda.

Empezó a hacer changas a los 14 años y siguió mientras estudiaba en la Universidad de Colorado y en Cal State Northridge. Trabajó como archivista, cajera de banco, moza y cajera. En la facultad quería ser psicóloga, así que después de recibirse pasó nueve meses como consejera residencial en un centro de tratamiento para jóvenes con trastornos emocionales. Luego trabajó durante seis meses en un centro comunitario de salud mental en el sur de Los Ángeles. Pero se dio cuenta de que quería cambiar de rumbo. Entonces aplicó tanto a la escuela de posgrado en derecho como a la de arquitectura, y la aceptaron en ambas. "No se me daban muy bien los números, aunque parezca mentira", dice entre risas. "Tenía miedo de que, si construía algo, se cayera, así que fui a la facultad de derecho. Básicamente, fue una lotería", añade.

Mientras estudiaba Derecho en la Facultad de Derecho del Suroeste de Los Ángeles, conoció a quien sería su marido, Levine, en la Biblioteca de Derecho de la UCLA, en 1975. En ese momento, él —nacido en Nueva York— trabajaba como contador y cursaba un MBA en la UCLA con clases nocturnas.

"No quería casarme hasta saber que podía mantenerme sola", dice Leichtman. "Él insistía en pedírmelo; yo insistía en no hacerlo. Finalmente, se dio por vencido y me dijo: 'Avísame cuándo querés casarte'. Tres meses después, nos casamos", señala.

Después de casarse en 1979, la pareja se mudó a Nueva York. Leichtman hizo un posgrado en Derecho Bursátil (LL.M.) en Columbia y luego trabajó en el área de cumplimiento de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC). Levine, que ya había terminado su MBA, empezó a estudiar derecho en Columbia, aunque seguía viajando entre Los Ángeles y Nueva York por su trabajo en la cadena de radio Westwood One, que había cofundado tres años antes. La firma crecía con fuerza tras la desregulación de la industria radiofónica impulsada por el entonces presidente Ronald Reagan en 1981, el mismo año en que nació su primer hijo en Nueva York.

En 1982, volvieron a Los Ángeles para que Levine pudiera enfocarse en Westwood One. Leichtman consiguió trabajo en un estudio jurídico de la ciudad, pero al año decidió renunciar. "Era un ambiente laboral horrible para una mujer", cuenta. "Tenía un hijo chico; quería trabajar a tiempo parcial. No querían. Simplemente no era bueno en muchos sentidos", remarca.

Pasó un año y medio trabajando como abogada independiente, ayudando a colegas con casos de valores y declaraciones. En 1984, después de liderar la salida a bolsa de Westwood One como presidente, Levine vendió sus acciones y dejó la compañía. (Entre 1984 y 1986, vendió cerca de US$ 10 millones en acciones, según la revista especializada Channels: The Business of Communications). A partir de ahí, la pareja decidió empezar a invertir su propio dinero.

"Le pregunté: '¿Qué vamos a hacer?'. Me respondió: 'No sé. Lo iremos resolviendo sobre la marcha'. Y eso fue básicamente lo que hicimos", dice Leichtman. Levine agrega: "No teníamos socios, ni honorarios de gestión, ni nada, solo nosotros mismos", indica.

Su primera inversión fue en IDB Communications, una empresa de transmisión satelital que difundía conciertos en vivo a nivel global. Cuando la vendieron en 1987, multiplicaron por 150 el monto inicial. "Dije: 'Oye, este es un negocio fácil, solo dale dinero'", cuenta Levine entre risas. "Entonces la bolsa se desplomó", recuerda.

Su estrategia de capital estructurado —una mezcla de deuda y acciones— empezó a ser atractiva para las empresas con problemas de liquidez durante la crisis. Muchos empresarios, sobre todo en la golpeada California, no querían entregar demasiado capital, pero necesitaban financiamiento.

El siguiente acuerdo fue con The Software Toolworks, una desarrolladora de software y videojuegos que presidía el locutor de radio y televisión Les Crane. La empresa era conocida por su exitoso juego de ajedrez Chessmaster 2000.

"No querían vender acciones. Realmente necesitaban ayuda. Lo que hacíamos era ayudarlos a profesionalizar sus empresas", afirma Leichtman. "Si iban a una firma de capital privado en ese momento por cualquier tipo de ayuda, la respuesta era: 'Bien, queremos el 90% de su negocio'. Entonces nosotros tomábamos el 25% y les dejábamos el resto. Así fue como ideamos la estructura", expresa.

En esos primeros años, Leichtman se topó con resistencia en un sector donde pocas mujeres alcanzan puestos de liderazgo. "Al principio, nos reuníamos con gente que llegaba y se quedaba esperando a que entrara Arthur. Hasta que, un par de años después, simplemente dije: 'Mirá, Arthur no va a venir, así que si te interesa que invirtamos en vos, deberías hablar conmigo. Si no, podemos terminar la reunión ahora mismo'", recuerda. Con el crecimiento de la firma y la llegada de fondos de inversores institucionales, su trayectoria empezó a hablar por sí sola. "Después de eso, todo se volvió cada vez más fácil", dice.

A comienzos de los 90, ya habían recuperado entre 15 y 16 veces lo invertido en las siete operaciones que habían hecho juntos. Pero empezaron a chocar con un límite: las empresas en las que apostaban necesitaban más capital del que ellos podían poner, y Levine no quería sumar inversores externos.

Una noche de 1993, mientras miraban televisión, vieron un anuncio de la tesorera de California que buscaba firmas interesadas en invertir dentro del estado. Levine y Leichtman la contactaron y le pidieron a CalPERS —el fondo de pensiones público más grande de Estados Unidos— capital inicial para hacer crecer su firma y sumar nuevas inversiones en California. "Le pedimos a CalPERS US$ 100 millones, pensando que nos iban a dar entre 10 y 25", recuerda Levine. Leichtman agrega: "Después de nueve meses de diligencia, nos dieron los cien".

Después del éxito de su primer fondo, en 1998 la pareja lanzó un segundo, esta vez con inversores externos más allá de CalPERS, entre ellos fondos de pensiones de Arizona y Nueva York. Durante momentos difíciles, como el estallido de la burbuja puntocom a comienzos de los 2000, se enfocaron en negocios "a prueba de recesiones", que seguían siendo rentables incluso en contextos económicos adversos.

"Nuestra capacidad para hacer crecer la firma de capital privado tenía dos partes. Una era nuestra habilidad para generar ingresos para nuestros socios", cuenta Leichtman. Recuerda las reuniones de recaudación de fondos a comienzos de los 2000, cuando solía cruzarse con pequeños fondos de pensiones de Nueva Inglaterra que le decían que LLCP era la única firma que les daba ingresos gracias a su estrategia de combinar acciones con deuda. "Y también nuestra capacidad para competir con otros fondos de capital privado y ofrecerles a estos nuevos emprendedores, que solo habían puesto trabajo, la chance de tener una participación significativa en la empresa", relata.

Los acuerdos empezaron a cerrarse rápido y LLCP logró salidas exitosas en empresas tan distintas como la cadena de comida rápida Quiznos y el fabricante de accesorios para cañerías de petróleo y gas Hackney Ladish, que vendieron en diciembre de 2008 por más del triple de lo invertido. Ese mismo año, la firma recaudó su primer fondo de US$ 1.000 millones.

Desde que en 2020 delegaron la conducción de la firma en los socios codirectores Michael Weinberg y Matthew Frankel, Leichtman y Levine se enfocaron en planificar la sucesión y manejar su oficina familiar. Leichtman también dirige el San Diego Wave como presidenta del equipo y amplió el trabajo filantrópico de la pareja, enfocado en el sur de California.

Entre sus aportes más importantes está una donación de US$ 1 millón a la Facultad de Derecho de Southwestern, donde ella estudió, para ofrecer ayuda financiera a estudiantes interesados en negocios y brindarles un mentor en LLCP. También hicieron aportes al programa de fútbol de la UCLA y financiaron dos cátedras patrimoniales en la universidad: una dedicada a la investigación en salud femenina y otra en astrofísica, dirigida por Andrea Ghez, ganadora del Nobel de Física en 2020.

Leichtman y Levine no perdieron el ojo para invertir. Pusieron su propio dinero en empresas de inteligencia artificial y robótica que, según Levine, están funcionando muy bien. Pero después de más de 40 años en el mundo del capital privado, Leichtman valora cada vez más que sus tres hijos se hayan sumado tanto a la oficina familiar como a la fundación benéfica. Ahí siente que puede hacer una diferencia real con los frutos de todo lo que construyeron.

"Tuvimos muchísima suerte. Una de las primeras cosas que hicimos fue llamar a Planned Parenthood y a UCLA y darles un millón de dólares para construir el edificio que nos habían pedido", explica Leichtman. "Siento que no necesitamos comprar otro auto ni otro cuadro. Hay cosas mucho más importantes", concluye.

 

 

*Con información de Forbes US.

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