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El ecuatoriano Stefano Berti Pérez es un ingeniero mecánico que ha inventado unas 50 patentes destinadas a encontrar cura para enfermedades como el cáncer, la diabetes o el alzhéimer. Con sus innovaciones se ha convertido en un revolucionario de la industria biofarmacéutica.

03 Enero de 2024 12.28

Este joven de treinta años tiene las ideas claras y las transmite con el ejemplo. Cuenta con dos maestrías, una en Ingeniería Mecánica, con especialización en Biomateriales, y la otra en Ingeniería Biomédica, con énfasis en Biopolímeros (plásticos que interactúan con el cuerpo humano), en Worcester Polytechnic Institute (WPI), en Massachusetts, EE. UU., donde también obtuvo su bachelor como Ingeniero Mecánico. A fines de 2024 obtendrá su PhD en Terapia Celular en la Universidad de Colorado Boulder (CUB). Justamente, cuando conversábamos por videollamada, con una sonrisa me contó que ese día había rendido su último examen de avance de tesis y comentó que se tomaría unas merecidas vacaciones con su mamá.

Cuando haces lo que te gusta nunca es trabajo, quien mejor que Berti para sentenciarlo. Desde que era un niño sabía que su vida laboral estaría enfocada en salvar vidas. Su abuelo, Álvaro Pérez Intriago, murió por problemas cardiacos (tuvo dos infartos al corazón) y para este joven su mayor aspiración era crear un corazón artificial, no asistido, que funcione con la propia energía de cuerpo y así salvarle la vida a su persona favorita. Su primera prueba construyendo un corazón artificial fue en un pollo, cuando cursaba el cuarto curso en el Colegio Americano en Quito. Por este proyecto ganó un premio otorgado por el Ministerio de Educación.

Acabado su primer año de universidad, durante sus vacaciones en Quito, hizo unas pasantías en la Fundación Hermano Miguel. Trabajó en la elaboración de prótesis y órtesis. “Las primeras prótesis que moldee fue de dos extremidades, para un niño de 12 años, que se electrocutó con un cable de alta tensión. También la fundación colaboró en conseguirle las muletas. Me sentía tan satisfecho al ver cómo avanzaba en sus rehabilitaciones y enseguida hicimos clic. Esta experiencia me marcó. El poder darle a una persona una segunda oportunidad de vida reforzó mi perspectiva de lo que quería ser profesionalmente”.

Vive en Boston, una de las ciudades más importantes de EE. UU. Todos los días va descubriendo nuevas habilidades que le sirven para crear equipos y máquinas. Su primer trabajo fue en Johnson & Johnson, una empresa multinacional estadounidense fabricante de dispositivos médicos y productos farmacéuticos. En esa época, creó su primera patente para esa empresa. “Es una especie de tubo, por el cual se introduce un parche de colágeno para reconstruir el tejido muscular del hombro. Así aceleramos el proceso de recuperación. La investigación me llevó más de seis meses. Hablé con decenas de médicos, cirujanos, ortopedistas, porque todo debe estar perfectamente documentado. La aprobación de la patente tomó casi tres años”.

De pequeño, pasaba horas viendo programas médicos, especialmente los de corazón abierto, pero nunca quiso ser doctor. Entonces, ¿se lo podría definir como un mecánico del cuerpo humano? Tal vez, porque Berti ha creado aparatos y soluciones médicas, con el único objetivo de otorgar a los enfermos una mejor calidad de vida.

De Johnson & Johnson, pasó a ser por cinco años parte del equipo de MilliporeSigma (Merck KGaA) y ahora trabaja para Cytiva, una multinacional global de tecnologías y servicios dedicados a las ciencias de la vida y a la fabricación de productos terapéuticos avanzados. Berti lidera el equipo técnico de investigación y desarrollo del Departamento de Terapia Celular y Genética. Construye máquinas y dispositivos que permiten utilizar las células del cuerpo humano.

“Dirijo y gestiono un equipo técnico multidisciplinario, que abarca desde la concepción de las ideas hasta que el producto esté listo para lanzarlo al mercado. Ahora estamos enfocados en armar un kit desechable de terapia celular para tratar enfermedades potencialmente mortales como el cáncer, la diabetes o alzhéimer. Hace 20 años, cuando se empezaron los tratamientos con terapia celular, costaban entre US$ 2 millones y US$ 5 millones y los seguros no los cubrían. Ahora queremos bajar los precios hasta US$ 500.000, con un 90 % de efectividad y algunos seguros ya lo incluyen en sus pólizas”.

Hablar con este quiteño llena de esperanza y, por qué no decirlo, de orgullo y no es para menos, trabaja con algunas de las mentes más brillantes de la industria médica y farmacéutica. Berti no para de soñar, su cerebro siempre está a mil por hora porque quiere estar un paso adelante con las nuevas tecnologías.

Inventor, emprendedor y obsesionado, porque con su trabajo espera hacer posible que los más vulnerables también tengan la opción de acceder a estos procedimientos médicos.

Berti es un innovador en todas las facetas de su vida. Sus investigaciones le han permitido crear alrededor de cincuenta patentes, aunque las compañías son las propietarias, por lo que no se beneficia económicamente de ello, pero su inteligencia y capacidad están ahí para darles el toque final.

“Ahora estoy encabezando un proyecto con células madres. Es un biorreactor para cultivarlas, crecerlas y modificarlas en el camino. Es un proceso muy complejo porque hay que mantenerlo en el ambiente adecuado y estéril de principio a fin. Si la temperatura no es la correcta, si fallan el pH o la oxigenación, las células mueren y fracasamos. En la mayoría de los casos, tenemos solo un chance para salvar la vida de un paciente que tiene como esperanza este procedimiento celular. Hay enfermos que pueden fallecer en corto tiempo y nosotros queremos darles una oportunidad”.

Por su trabajo, en 2022 fue galardonado con el premio Latino 30 under 30 de Mundo Boston, que reconoce el impacto que tienen los jóvenes en el mundo científico. A este se suman otros 12 reconocimientos; incluso en su segunda maestría obtuvo la distinción suma cum laude. Además, fue nombrado innovador del año por ser co-creador de una máquina para filtración y selección de células utilizando acústica, lo que significa crear una zona donde las células se atrapan mediante frecuencia. Comenta que recibir la Huella de Plata de la Fundación Hermano Miguel por sembrar y cultivar lazos hacia los pacientes y colaboradores de la organización fue muy significativo y le llenó de orgullo.

Con sencillez, candidez y humildad, recalca que estos galardones son la fuerza para superar las adversidades, para caminar hacia el futuro abriendo nuevas puertas. Sus ideales no tienen fecha de caducidad; cuando algo falla, vuelve a intentar. Como dice Oprah Winfrey, “la mayor aventura que puedes emprender es vivir la vida de tus sueños”.

“Nunca me doy por vencido, si algo es difícil, ahí estoy dándole y dándole hasta conseguirlo. Me pongo bastante presión. Trabajo por lo menos 60 horas a la semana, pero disfruto hacerlo. Me considero un solucionador de problemas, un aliado de los médicos, aunque a veces no entienden y se resisten, pero cuando empiezan a utilizarlos se vuelve una especie de magia para ellos. Pienso que la vida de alguien debe extenderse hasta que esa persona pueda tomar sus propias decisiones. Es un tema controvertido”.

Su día empieza a las seis de la mañana con una buena taza de café, obviamente ecuatoriano; sus preferidos son los artesanales de Loja o Zaruma. Antes de ir a la oficina, responde correos electrónicos y atiende algunas reuniones y consultas, conectándose vía Zoom con colegas que están en Europa. Su jornada laboral se extiende hasta las cinco de la tarde. Luego, va al gimnasio por una hora y se sienta a trabajar por dos o tres horas en investigaciones relacionadas con su PhD. A las 21:00 aún tiene energía para jugar fútbol, siendo parte de una liga amateur. Antes de dormirse a medianoche, disfruta de un buen documental, siendo su favorito "Icarus", que trata sobre el dopaje en el deporte.

Hincha a muerte de El Nacional. Ha descubierto en el velerismo una nueva forma de desestresarse. En estos 12 años, una de las cosas más duras ha sido estar lejos de la familia, ya que no es suficiente verlos una vez al año. Como buen millennial, le encanta viajar, conocer y experimentar nuevas culturas. Con su novia aprovechan cada oportunidad para armar maletas e irse hasta donde les lleve el viento. Asegura que conoce por lo menos tres países de cada continente, aunque todavía no ha llegado a la Antártida. Sus países favoritos son Indonesia y Camboya.

Conversar con él llena de optimismo, es imposible no sentir que todo es posible. Sus futuros sueños se concentran en Ecuador. “Algún día volveré a mi país para retribuir lo que he aprendido. Seré un mentor para las siguientes generaciones. Sueño con crear en Ecuador un hospital de células madre y, como soy terco y apasionado, no voy a parar hasta conseguirlo. Una de las enseñanzas más importantes que me dejó mi abuelo es ser perseverante. Él me decía: no te preocupes en lo que te gusta hacer, porque eso lo vas a seguir haciendo, preocúpate por lo que no te gusta, deja de hacerlo porque te vuelves un esclavo”.

En su checklist se mantiene la construcción de un corazón artificial. No alcanzó a inventarlo para salvar a su abuelo, pero seguro conseguirá salvar muchas vidas porque tiene las habilidades y la decisión para lograrlo. (I)

* La nota original se publicó en la edición número 14 de Forbes Ecuador, de octubre-noviembre de 2023.

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