Hay dos tipos de personas en Ecuador: aquellos que saben cómo van a votar en la consulta popular sobre el Yasuní y aquellos que no. Este artículo está dedicado a ambos. ¡A los primeros para generarles dudas y a los segundos para brindarles material sobre el cual reflexionar!
En primer lugar, un poco de historia. El pedido de la consulta popular sobre la explotación o no del Yasuní se realizó en 2013, cuando el gobierno de Rafael Correa autorizó el inicio de la explotación del campo al no alcanzar los fondos que había solicitado a la comunidad internacional para dejar el petróleo bajo tierra. Por lo tanto, lamentablemente, la consulta sobre el Yasuní llega 10 años demasiado tarde (y no por culpa de sus promotores) en un momento en el que los ecuatorianos a favor y en contra de la explotación ya hemos invertido plata en esta vaina.
En segundo lugar, hablemos de lo ambiental. La principal amenaza contra los bosques en Ecuador es, de lejos, la expansión de la frontera agrícola que, dicho sea de paso, nace de la necesidad de los ecuatorianos de ganarse el pan de cada día. No puedo darle cifras exactas, pero lo invito a que se pasee por el oriente ecuatoriano utilizando las imágenes satelitales de "Google Maps". Difícilmente notará los campos petroleros. Lo que sí verá es un mosaico de parcelas agrícolas que corroen el bosque.
Por otro lado, el problema ambiental más urgente vinculado al petróleo es su utilización como combustible. Es cuando usted enciende sus motores que los gases de efecto invernadero (CO2 principalmente) son emitidos y liberados a la atmósfera, contribuyendo así al cambio climático. Lamentablemente, dejar el petróleo de Yasuní bajo tierra no reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero de los ecuatorianos; alguien más producirá el petróleo que los ecuatorianos dejarán de producir y transformar en combustibles. En realidad, pase lo que pase con la consulta, usted seguirá utilizando la misma cantidad de combustibles fósiles (que serán en mayor medida importados) y, por ende, contaminando de la misma manera.
Pasemos a lo económico. Los ingresos estatales provenientes del Yasuní se sitúan alrededor de 800 millones de dólares al año y podrían aumentar hasta 1,200 millones. Una renta anual que dejaría de generarse si los ecuatorianos decidimos mantener el petróleo del Yasuní bajo tierra. Por otro lado, el Estado tendría que gastar, de manera puntual, entre 1,000 y 1,500 millones de dólares en el desmantelamiento de las infraestructuras petroleras. Usted, lector, me dirá que eso no es poco y tendría razón. Le pido, sin embargo, que considere los siguientes montos mencionados en el “Análisis de la Proforma del Presupuesto General del Estado 2023” del Banco Central:
- El Producto Interno Bruto (PIB) de Ecuador para el año 2023 se estima en 120,000 millones de dólares.
- Los ingresos totales del Estado superan los 23,000 millones de dólares, de los cuales más o menos 20,000 millones provienen de fuentes distintas al petróleo.
- Los subsidios a los combustibles representarán un gasto estatal de 2,300 millones de dólares en 2023.
Ya ve hacia dónde me dirijo con esto: dejar de explotar el Yasuní sería costoso, pero tampoco significaría el fin de la dolarización o la quiebra del Estado, como algunos podrían pretender. Desde una lógica de coherencia ambiental, podríamos reducir el subsidio a los combustibles fósiles (un subsidio que resulta un pecado mortal para cualquier persona que se considere ambientalista) y así compensar la pérdida de los ingresos provenientes del Yasuní. Sea como sea, los ecuatorianos seremos quienes paguemos el costo de dejar el petróleo bajo tierra, ya sea a través de impuestos más altos (lo más probable) o de menos subsidios (casi imposible).
Sobre lo económico, dicho sea de paso, a pesar de los más de 50 años que han transcurrido desde el “boom” petrolero de 1972, el que las cosas vayan bien o mal en el país sigue dependiendo del precio del petróleo. La cosa es que tarde o temprano el modelo extractivista petrolero se acabará, ya sea porque será muy caro extraerlo o simplemente porque ya no habrá. ¿Y luego qué?
Entonces, ¿qué mismo?
Proteger el Yasuní mediante el cese de la explotación petrolera es una idea noble. Sin embargo, desde un punto de vista macro, es una medida poco significativa y relativamente costosa en la lucha por la protección del medio ambiente y la biodiversidad. Las metas a las que debemos apuntar de manera prioritaria son:
- En materia de preservación de la biodiversidad, lo más urgente es reunir recursos económicos para financiar la expansión de las áreas protegidas nacionales y controlar la expansión de la frontera agrícola. Al mismo tiempo, es crucial respaldar proyectos que permitan a las comunidades generar riqueza a través de la conservación de los ecosistemas en lugar de contribuir a su destrucción.
- En cuanto a la lucha contra el cambio climático, debemos emprender un camino de reducción y eventual eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles. De lo contrario, los ecuatorianos no cambiaremos nuestra forma de consumir combustibles y seguiremos contaminando de la misma manera.
- En el ámbito económico, es necesario romper con la dependencia de nuestra economía del modelo extractivista, el cual se basa en recursos finitos y, por ende, tiene una fecha de caducidad. La expansión de la frontera petrolera (y ahora minera) no puede seguir siendo nuestro principal factor de crecimiento. De lo contrario, legaremos a las generaciones futuras una situación peor que la actual.
La consulta sobre el Yasuní no parece ser una encrucijada, más bien un bache en el camino, porque en lo ambiental se desorientan las prioridades y en lo económico se marean las finanzas públicas. Independientemente del resultado, la consulta no responderá de manera significativa a ninguna de las metas mencionadas anteriormente. Ya sea que gane el sí o gane el no, debemos tener bien claro que el camino seguirá siendo largo para poder legar un país en un mejor estado a las generaciones futuras. (O)