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el tiempo es oro
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Apagar el celular es un lujo en estado puro

27 Agosto de 2025 15.33

Durante siglos, el lujo estuvo medido en objetos como joyas, relojes, autos y mansiones, el poder se lucía en el brillo del oro o en la complejidad mecánica de un Rolex. Pero en la segunda década del siglo XXI, el consumo de cierto estrato comenzó a cambiar, ahora el verdadero lujo no se cuelga de la muñeca, no son diamantes sino minutos, se mide en horas libres, en viajes sin itinerario, en cenas sin mirar el reloj. 

El lujo ya no es una cosa, tangible y carísima, es la ausencia de prisas, es poseer horas en un mundo sin tiempo, cuánta razón tenían los viejos taurinos cuando decían: "las prisas pa´ los delincuentes y los malos toreros..."

"Quien tiene tiempo tiene vida", escribió Séneca uno de los padres del estoicismo, advirtiendo que la mayoría de la gente "vive como si fuera a vivir para siempre" y olvida que el tiempo es el único recurso que una vez gastado, no se recupera jamás. En la cúspide del poder adquisitivo y el éxito profesional, muchos han descubierto que el objeto más caro que poseen no se guarda en una caja fuerte o se enmarca como un título, está en su agenda.

La sociología ya observó, hace más de un siglo, que mucha gente usaba el ocio como demostración de estatus, pero hoy ese ocio se redefine, no es holgazanería, es la capacidad de elegir, es poder decir "no" a una reunión innecesaria, "sí" a un viaje improvisado o, cerrar el correo electrónico un martes a las dos de la tarde para caminar bajo la lluvia o sentarse en la banca de la esquina y ver pasar a la gente.

En esta nueva economía emocional, el lujo no es el champagne sino el silencio, no es el coche deportivo sino la ruta sin tráfico. Milan Kundera escribió en La Lenteur: "La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre". Ahora, paradójicamente, el nuevo privilegio es poder escapar, lo más rápido posible, de esa velocidad.

La pandemia aceleró este cambio, usted y yo, amable lector, en nuestra calidad de sobrevivientes, pudimos constatar que quien podía trabajar desde su casa entendió que, el valor de su tiempo crecía al no perderlo en correteos y traslados, quien tuvo que replantear su estilo de vida comprendió que, no todo se compra con dinero, pero que el tiempo libre se puede comprar... si se sabe cómo. Outsourcing doméstico, automatización empresarial, equipos delegados, los sensatos están invirtiendo en ganar horas, no solo en ganar dólares.

En la filosofía clásica, Aristóteles situaba la scholé -el ocio reflexivo- como condición para la vida buena, en la práctica contemporánea, esto se traduce en experiencias que enriquecen, un retiro en la montaña, un mes de viaje por esas plazas de Dios, una ruta sin cobertura telefónica, una copa sin impertinencias o incluso tardes de lectura sin interrupciones. La experiencia se ha convertido en el nuevo diamante, no brilla en público, pero deja huella en quien la vive.

En el mercado global, las marcas de lujo están adaptándose, venden menos objetos y más vivencias, no solo venden un reloj, sino la historia detrás del artesano, no solo un hotel, sino el acceso exclusivo a un atardecer que solo ven diez personas al año, no solo la crepe, sino la tranquilidad de sentarse en una vereda con calma y buena música. El lujo es, cada vez más, una narrativa que se vive y se recuerda, no una etiqueta que se enseña.

El filósofo Byung-Chul Han lo resume con precisión: "El tiempo es un bien que se agota. En una sociedad de la aceleración, disponer de tiempo libre es el verdadero lujo". Y es que, al final del camino, el Rolex y la casa pueden heredarse, el tiempo, jamás.

Quizás el lujo del futuro no será tener más, sino ser menos: menos ocupado, menos conectado, menos esclavo de la agenda, porque en un mundo que corre hacia ninguna parte, detenerse no es solo un acto de placer, es un acto filosófico de resistencia.

El connotado escritor español Camilo José Cela, que confesó haber querido ser torero y solo haber llegado a ser Premio Nobel, nos hace una advertencia que suena a mensaje directo para todos los terrenales: "...tiempo hay, el asunto es no perderlo..."  (O)

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