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Muerte digna 2
Columnistas
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Seguro viviremos y moriremos con nuestros propios principios y criterios, pero eso no impide que respetemos la elección de otros.

15 Noviembre de 2023 10.09

En las últimas semanas por primera vez se ha puesto sobre la mesa el tema del derecho a escoger una muerte con dignidad, a propósito de la demanda presentada por Paola Roldán ante la Corte Constitucional. El tema de dejar este mundo por aceptación propia, de forma asistida y bajo circunstancias extremas, ha trascendido los muros de los hospitales, la burbuja de la privacidad y las barreras de lo que se debe callar que impone la sociedad. 

La discusión sobre este asunto puede ser enfocada desde distintos puntos de vista: como son el médico, el religioso o el legal. Sin embargo, mis palabras pretenden simplemente dar mi  perspectiva de humanidad.  Probablemente mis reflexiones no estén libres de un sesgo por cuánto Paola es una entrañable amiga y sin duda admiro su coraje y libertad. 

Intentando abstraerme de su caso personal,  miro el tema con una mezcla de sentimientos. Por un lado, con convencimiento de que la muerte es ese paso ineludible a otro plano pero que no es el final.  Dejamos nuestro cuerpo físico, pero está lejos de terminar. Alguna vez alguien me explicaba, que si toda nuestra vida fueran las 24 horas del día, el tránsito por este espacio de tres dimensiones, desde nuestro nacimiento hasta cuando partimos, sería de apenas 10 minutos.  Es decir, una travesía que acaba de empezar. 

Por otra parte, es evidente que el abandono de nuestra barca provisional es algo que tiene que suceder tarde o temprano. Ciertamente ese momento es inevitable. No todos tenemos posibilidad de elegir como finalizar, pues la vida trae sorpresas y la muerte más. Pero si quien ha sufrido una inmensidad, tiene la facultad de optar por detener el dolor, ser apoyado y estar amorosamente acompañado en el momento cúlmine de la vuelta al hogar, creo desde el fondo de mi corazón que lo debemos respetar. Lo que suceda más allá, seguirá siendo el misterio más grande del ser humano. Solo quien atraviesa ese portal conocerá si sus actos tuvieron un sentido, si existe una o varias existencias más. Mientras tanto, lo importante será ¿cómo vivió aquí?, ¿Qué hizo con sus dones? ¿cuánto se amó a si misma y a sus seres queridos? ¿Qué huellas dejó?.

En el caso de Paola, tengo claro su senda recorrida. Penas, sueños, risas, logros y pérdidas como muchos de nosotros a lo largo de la vida. Y cuando apareció una invitada no deseada: la temida ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que se presenta en 5 de cada 100.000 personas, su camino no se detuvo ni por un segundo y empezó una batalla que pocos la podrían librar. Desató una carrera contra el tiempo y frente a lo que decía la ciencia, que al perderlas decidió planificar lo que a su hijo iba a dejar. Enfrentó creencias propias y ajenas, y se armó de toda la fuerza que le quedaba para luchar por elegir la forma en que quiere terminar. Conociéndola, vivirá con intensidad y dará guerra hasta su último aliento.  No descansará en su cruzada a favor de la justicia para ella y los que con menos posibilidades y en silencio vienen detrás.

Alguien me dijo alguna vez que lo que le sucedía a Paola era una ¨injusticia cósmica¨. Sin embargo, mientras mira desde su cama al techo que la observa cada día, sus pensamientos están muchas veces en aquellas almas que viven situaciones similares y que no tienen siquiera a ese observador que les cubra del viento, la lluvia y las estrellas. Y a pesar de las titánicas circunstancias, se siente bendecida de sus ventajas y tiene consciencia de que la contienda legal que inició es por ella, pero también por muchos más.

Las discusiones y argumentos sobre este tema podrían ser interminables. Seguramente la mayoría respetables y todos podemos tener una posición al respecto. Seguro viviremos y moriremos con nuestros propios principios y criterios, pero eso no impide que respetemos la elección de otros que no tienen la oportunidad de opinar y retirarse a sus casas, caminar o simplemente llorar sin que alguien te tenga que secar las lágrimas después de llorar. 

En cierta forma era más fácil, dentro de la dura situación, esperar el final, que en realidad creo que solo es nuevo principio, en silencio, sin exponerse, protegida por el amor de su familia que le ha dado un respaldo y amor incondicional durante todo este sendero que jamás imaginó. Pero Paola no es así. Ella miró hacia más adentro. Más allá de lo que podamos imaginar. Buscó el camino de sanar, aunque no sea el de curar el cuerpo físico. Y en ese trayecto, marcó a muchos que estamos a su alrededor. Unió almas. Generó perdones. Hizo que valoremos cada respiro. Y hoy trata hasta el final dejar un legado, que era algo que un día le preocupó, sin saber que pase lo que pase, ya lo dejó. Enseñó lo que era la tenacidad, la capacidad de amar a su hijo ya  su esposo, aun sin poderlos abrazar. A mí me enseñó sin desearlo, que hay que moverse y bailar, porque ella no puede hacerlo más. 

Al final todo estará bien amiga querida. Y como dice el refrán, si no está bien, es que no es el final. Quizá lo que pides sea aceptado, pero sí no es así, las puertas han sido tocadas, los corazones de una sociedad han sido iluminados y esto no ha hecho más que empezar. Tú te irás cuando llegue el día perfecto.  Como siempre, convencida, llena de brillo y rebeldía. Siendo un faro para muchos. Dejando una estela de amor y valentía, detrás de tu recorrido. (O)

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