Ella no pidió disculpas. Él no insistió. Solo dejaron de hablar. Todo por un malentendido que ninguno quiso ceder. Ambos pensaban que tenían razón. Y quizás los dos la tenían... pero lo cierto es que ya no se hablan. ¿Cuántas veces ocurre esto en nuestras vidas? No por cosas grandes, sino por el orgullo de tener razón. Por no dar el paso de preguntar: ¿qué pasó?, ¿en qué fallé?, ¿puedo escuchar lo que estás sintiendo, aunque no esté de acuerdo?
En un mundo donde ganar discusiones parece más importante que cuidar relaciones, la empatía se vuelve un acto revolucionario. No se trata de estar de acuerdo con todo ni de justificar lo injustificable. Se trata de elegir comprender antes que imponer. ¿Qué pasa si soltamos por un momento la necesidad de tener razón? ¿Qué pasa si escuchamos al otro sin estar pensando ya en nuestra respuesta? A veces, quien más grita no necesita una corrección, sino contención.
Todos hemos visto o vivido esto: padres que solo repiten "yo sé lo que te digo" sin escuchar a sus hijos. Jefes que interrumpen más de lo que orientan. Parejas que discuten durante horas sin entenderse ni un poco más. El problema no es la diferencia de opiniones, sino la incapacidad de escuchar desde un lugar humano, no defensivo. La empatía empieza cuando dejamos de estar en modo defensa y pasamos a modo presencia.
Un pequeño ejemplo puede marcar una diferencia inmensa. En lugar de decir "otra vez llegas tarde", podrías preguntar "¿todo bien contigo?". Esa sola pregunta puede cambiar el curso de una conversación. La persona se siente vista, no atacada. Y desde ahí, tal vez se abre, tal vez explica, tal vez cambia. La empatía no requiere discursos elaborados. Requiere disposición. Escuchar. Respirar antes de juzgar. Preguntar antes de concluir. Callar, cuando el otro necesita hablar.
Lo esencial no está siempre en lo que decimos, sino en cómo nos mostramos para el otro. No se trata de dar respuestas rápidas, sino de acompañar con una atención sincera. Prestar todos nuestros sentidos a quien tenemos enfrente puede comunicar más que cualquier palabra. (O)