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Quito puede recuperar su dinamismo y volver a brillar, no solo como joya patrimonial y potencia turística, sino como una capital moderna, de negocios, innovadora y que cumpla con los más altos estándares de calidad de vida y bienestar social.

18 Septiembre de 2025 17.05

El potencial de Quito es enorme. Su ubicación estratégica, su clima privilegiado, su historia, cultura, diversidad y dinamismo económico pueden convertir a la ciudad en un verdadero imán de oportunidades. Ha habido logros y proyectos recientes que han agregado valor al desarrollo productivo y a la calidad de vida de quienes en ella habitan y de sus visitantes, como su aeropuerto internacional de primer nivel, el sistema de movilización moderno, sostenible y eficiente del metro, y un skyline que empieza a transformarse con rascacielos y grandes parques urbanos que la proyectan como una metrópoli cosmopolita.

Sin embargo, es imposible ocultar que la ciudad atraviesa un momento complejo. Hay signos de descuido urbano, infraestructura deteriorada, servicios que requieren modernización y una sensación ciudadana de que, en varios frentes, la capital de los ecuatorianos ha perdido el rumbo.

A lo largo de los años y en distintas administraciones, se han planteado una serie de proyectos e iniciativas —algunos con estudios muy avanzados— que abren oportunidades para la inversión, la generación de empleo, la cooperación y la innovación.

Entre estos, en materia de infraestructura vial y movilidad, se podrían destacar: la fase tres de la Ruta Viva, la extensión del Metro, el puente paralelo al Túnel Guayasamín, un intercambiador en el redondel de Zámbiza en la Simón Bolívar, la vía Gualo-Puembo, una solución de transporte masivo para el Valle de los Chillos, la repavimentación y mejora de veredas, o simplemente la revisión y control de las concesiones de los buses privados que irrespetan las paradas, compiten por pasajeros y dejan una ráfaga de humo asfixiante.

En equipamientos urbanos y espacios públicos, ¿por qué no pensar en un gran parque para Calderón y otro para el Valle de Tumbaco, en la consolidación del Parque Bicentenario y su área de influencia, en un nuevo o remodelado Estadio Olímpico Atahualpa, en un funicular al Panecillo, un teleférico para los Valles Orientales y el aeropuerto, el soterramiento de cables, la peatonización y un tranvía zonal en el centro histórico, una arborización masiva, así como nuevos monumentos, esculturas y jardines que se conviertan en espacios de orgullo ciudadano?

En economía y desarrollo productivo, ¿qué tal un distrito de innovación y emprendimiento en La Mariscal, el desarrollo de parques industriales bien delimitados y con servicios de calidad, la ZEDE en el aeropuerto, la reactivación de la Agencia de Atracción de Inversiones QuitoInvest, la atracción de conciertos, ferias y grandes espectáculos con una agenda cultural y turística de alto nivel, reactivar las Fiestas de Quito y que vuelvan a ser —como hace 15 años— una herramienta de dinamismo económico y orgullo quiteño, y no un feriado más en el que muchos se van de la ciudad?

Y seguro habrá muchos proyectos más. No faltarán los pesimistas que dirán que muchas de estas iniciativas son inviables. Seguramente algunas lo son, pero no podemos descartarlas sin antes agotar los recursos y la creatividad para sacarlas adelante. El camino no está en la queja ni en la resignación; lo que no puede pasar es que la ciudad se quede sin proyectos. Si perdemos la capacidad de generar ideas, caeremos en un estancamiento que nos limitará incluso a soñar en ese Quito que debe proyectarse al futuro con fuerza y de manera sostenida.

El reto está en administrar con planificación, transparencia, control y eficiencia en el gasto. Pero, sobre todo, con decisión política y asumiendo riesgos. No es fácil, pero de la mano del sector privado a través de alianzas público-privadas, con buena coordinación entre el Gobierno Local y el Nacional, y con el apoyo de organismos multilaterales y la cooperación internacional, Quito puede recuperar su dinamismo y volver a brillar, no solo como joya patrimonial y potencia turística, sino como una capital moderna, de negocios, innovadora y que cumpla con los más altos estándares de calidad de vida y bienestar social. (O)

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