Solo una vez durante décadas tenemos la oportunidad de repensar cómo nos organizamos y trabajamos. En su momento, la Revolución Industrial trasladó campesinos a las fábricas de las ciudades. La incorporación de la mujer al trabajo asalariado, tradicionalmente masculino, ocurrió por primera vez durante la Primera Guerra Mundial. Después, la Segunda Guerra Mundial provocó la migración de grandes comunidades europeas hacia América en busca de nuevos mercados laborales. Al final del siglo XX el internet y los teléfonos celulares transformaron la forma de comunicarnos e interactuar en nuestras oficinas y hogares. La pandemia del 2020 expulsó a los empleados de sus oficinas para trabajar (si es que se pudo) en casa. Ahora, gracias al avance de la vacunación, nos encontramos en un proceso de reactivación de la economía; sin embargo, la realidad no volverá a ser como la conocíamos hasta el 2019. El regreso al trabajo es una oportunidad para crear un nuevo modelo operativo más eficiente que funcione para las empresas y los colaboradores en un mundo cada vez más incierto.
Los individuos y las organizaciones deben estar preparados para enfrentar los nuevos retos de esta década. Una corriente académica considera que estamos atravesando la sexta ola de innovación, caracterizada por automatización, robótica, digitalización y sostenibilidad. Los enfoques modernos de la gestión empresarial visualizan la agilidad, la resiliencia organizacional, la sostenibilidad y las redes empresariales como principales marcos de referencia para el regreso a la nueva normalidad. En definitiva, construyendo sobre las ideas de distinguidos investigadores y líderes de opinión, existen tres características de las empresas de la nueva década. Las organizaciones post-pandemia deben transformar su modelo de gestión siguiendo las siglas AIR: ágiles, inteligentes y resilientes.
Hoy la agilidad está en boca de todos: las búsquedas en Google de "transformación ágil" arrojan más de 100 millones de visitas. Pero, ¿se trata sólo de una “moda”, o hay resultados reales que se pueden obtener? Una encuesta a finales de 2020 de la firma global McKinsey obtuvo interesantes conclusiones al respecto. Las transformaciones ágiles de gran éxito suelen aportar alrededor de 30% en eficiencia, satisfacción del cliente, compromiso de los empleados y rendimiento operativo; hicieron que los procesos organizacionales fueran entre cinco y diez veces más rápidos; e impulsaron la innovación. Las organizaciones tradicionales se construyen en torno a una estructura estática y aislada, mientras que las organizaciones ágiles se caracterizan por ser una red de equipos autónomos que operan en ciclos rápidos de gestión y toma de decisiones. Mientras las organizaciones tradicionales concentran sus decisiones en la cúspide, las organizaciones ágiles inculcan un propósito común y utilizan los nuevos datos para desconcentrar las decisiones. Una organización ágil puede combinar idealmente la velocidad y la adaptabilidad con la estabilidad y la eficacia. En un mundo post-pandemia, ¿qué puede ser más importante que la flexibilidad y capacidad de adaptación de una organización?
La pandemia del COVID-19 ha cambiado fundamentalmente el ritmo de los negocios, y las empresas inteligentes, con mayor capacidad tecnológica están ganando la carrera. Al acelerar la adopción de la tecnología digital, la pandemia ha ampliado la brecha entre las empresas de mayor y menor capacidad de procesar información, separando aún más a los líderes digitales de los que no lo son. La diferenciación competitiva, ahora más que nunca, surge de una capacidad digital y una dotación tecnológica superiores, de una entrega más ágil y de unos directivos cada vez más conocedores de la tecnología. El reto ahora está en analizar, en tiempo real, la información disponible públicamente de páginas web, registros de patentes, fuentes de noticias, informes de ensayos clínicos, llamadas de clientes, etc. Al identificar patrones en estas fuentes de datos, se podrá ayudar a los ejecutivos a predecir las tendencias emergentes en los comportamientos del cliente.
La resiliencia organizacional consiste en incorporar el riesgo y la volatilidad a los planes, políticas y estrategias empresariales. Como parte de un entorno económico global moderno, diverso y competitivo, las organizaciones que coexisten en este entorno están sujetas a un alto nivel de riesgos inesperados, diversos y potencialmente perjudiciales para su negocio. Se les exige que anticipen estos riesgos y pongan en marcha medidas que contrarresten y mitiguen, si no eliminen, todos los posibles efectos de estos riesgos. El cambio climático, las crisis económicas, el estallido político y social, las catástrofes naturales, los desequilibrios comerciales y la ralentización de la economía, las recesiones y muchos otros factores son contingencias que las organizaciones deben prever y poner en marcha para enfrentarlas sin suspender sus operaciones.
El entorno de trabajo se ha transformado por esta pandemia en acuerdos de trabajo flexibles con una rápida aclimatación de la tecnología. Se espera que los acuerdos de trabajo posteriores a la pandemia estén cada vez más impulsados por la tecnología, ya que los modelos empresariales también evolucionarán para adoptar estos cambios. Los acuerdos de trabajo virtual plantean varios retos, como la reducción de la confianza, la interrupción de la comunicación, la colaboración limitada, la falta de claridad en las funciones y la disminución del rendimiento del equipo. La recuperación corporativa de la crisis del COVID-19 implicará cambios permanentes en muchas dimensiones de una organización: el ritmo al que lleva a cabo su negocio, la propia naturaleza de la propuesta de valor de ese negocio y las competencias y el liderazgo que son necesarios para el éxito. (O)