¿Es Daniel Noboa el Steve Jobs ecuatoriano?
¿y si nuestro iPod fuera el camarón, nuestro iPhone el chocolate, y nuestra versión del iPad fuera la exportación de servicios digitales, logísticos o turísticos?

Steve Jobs volvió a Apple en 1997 con una empresa al borde de la quiebra. Ese año, los ingresos apenas superaban los USD 7.000 millones y el gasto operativo (OPEX) se encontraba en niveles críticos, por encima de los USD 3.000 millones. Pero, en lugar de reducir su estructura, apostó por rediseñar su portafolio de productos. El lanzamiento del iMac en 1998 fue el primer giro: aumentó las ventas en más del 40 % en un solo año. Luego vendrían el iPod (2001) y el iPhone (2007), que convirtieron ingresos planos en curvas exponenciales. Lo notable fue que, durante esa transición, Apple mantuvo su gasto operativo bajo control. En 2001, por ejemplo, su OPEX fue de USD 2.374 millones sobre ingresos por USD 5.363 millones. Para 2010, los ingresos habían superado los USD 65.000 millones, pero el gasto operativo apenas había subido a USD 6.200 millones: menos de tres veces más, para un negocio que ya facturaba doce veces lo que hacía una década antes. Apple no recortó: vendió mejor.

Ecuador necesita exactamente eso. En 2025, el Gobierno requiere cerca de USD 7.900 millones en financiamiento externo e interno solo para cubrir el presupuesto del año. Esta dependencia crónica del endeudamiento no es sostenible, ni técnica ni políticamente. No podemos seguir celebrando más deuda para pagar otra deuda. La raíz del problema es que el país no está generando ingresos proporcionales a sus necesidades; no estamos generando lo suficiente para tener verdaderas políticas sociales. La solución no está en seguir recortando el gasto —aunque las eficiencias son extremadamente necesarias— ni en pedir prestado año a año como política económica. La solución comienza con una premisa empresarial: hay que vender más.

Cuando una empresa enfrenta pérdidas, su primera reacción no suele ser reducir su personal o cerrar operaciones. Primero, el directorio, en conjunto con la administración, revisa si puede vender más. Si hay oportunidades de mercado sin aprovechar, si hay activos dormidos que pueden monetizarse. Ecuador, en cambio, lleva años tratando sus problemas fiscales con la lógica de la poda: cortar, achicar, suprimir. Pero ya no queda mucho por cortar y las necesidades sociales siguen aumentando. En ese contexto, la única vía realista de sostenibilidad fiscal es incrementar los ingresos permanentes del Estado. Y para eso hay que vender. Mejor, más, y con estrategia.

El primer ingreso: el petróleo. En 2024, Ecuador exportó más de 120 millones de barriles de petróleo crudo, generando ingresos por USD 8.183 millones. Sin embargo, las pérdidas por robo de combustible y sabotajes en la infraestructura superaron los USD 215 millones en ese mismo año, y la eficiencia operativa de la empresa sigue estando por debajo de los estándares regionales. Petroecuador es nuestro principal activo comercial, pero no se gestiona como una empresa pública orientada a resultados; la empresa más grande de Ecuador está lejos de ser la más eficiente. El país necesita reconvertir a Petroecuador en una empresa rentable, profesional, con estándares internacionales de operación y gobierno corporativo. No es un problema ideológico. Es una decisión estratégica. Si logramos que Petroecuador eleve sus niveles de eficiencia al promedio de sus pares regionales, los ingresos anuales podrían incrementarse en al menos un 20 %, según estimaciones de la CEPAL. Eso es más de USD 1.600 millones al año que hoy se pierden por ineficiencia y gestión deficiente.

El segundo ingreso: los impuestos. El Servicio de Rentas Internas (SRI) reportó USD 20.131 millones en recaudación tributaria en 2024, un aumento del 15,6 % con respecto al año anterior, gracias a medidas extraordinarias como contribuciones por conflicto armado interno y mayores controles. Pero estas medidas no son sostenibles. Se habla de ampliar la base tributaria o aumentar impuestos, pero se debe entender que las empresas no pagan tributos cuando no son rentables. Y la economía ecuatoriana, en 2024, apenas creció un 1,5 %, arrastrada por la incertidumbre política, la inseguridad y la falta de inversión privada. En ese contexto, subir impuestos es como cobrar entrada a un estadio vacío. La única manera de mantener un flujo tributario creciente es lograr que más empresas sean rentables y se mantengan en la formalidad.

Aumentando estos dos principales ingresos podremos luego enfocarnos en la eficiencia. Hasta hoy, el Estado ecuatoriano se comporta como un gran consumidor de recursos: gasta, absorbe, se endeuda, pero no produce, no multiplica, no invierte con lógica de retorno. La transformación que necesitamos es cultural: que el Estado se vea a sí mismo como un agente que genera valor. Que mida su eficacia no solo por cuánto ejecuta, sino por cuánto produce. Por ejemplo, el gasto público en Ecuador representa cerca del 36 % del PIB, una proporción muy superior al promedio regional. Sin embargo, los resultados en educación, infraestructura o salud están por debajo del promedio latinoamericano. Esto demuestra que el problema no es cuánto gastamos, sino qué tan bien invertimos.

La pregunta natural casi viene a nuestra mente como consecuencia lógica: ¿cómo crecemos?

La verdadera solución es crear una estrategia nacional de comercialización que va de la mano de la inversión. Esos dos componentes del PIB son nuestras herramientas. ¿Qué vende Ecuador al mundo? ¿Cómo lo empaquetamos? ¿Dónde están los compradores? Necesitamos un portafolio claro de productos, servicios, activos y oportunidades. Un equipo comercial especializado que hable el lenguaje del inversionista y una institucionalidad ágil para cerrar acuerdos. Este esfuerzo debe incluir no solo al sector público, sino también a gremios, cámaras, empresas y la academia. Todos deben alinearse detrás de una narrativa país coherente: Ecuador está abierto a los negocios, tiene talento, recursos y visión de futuro. Pero eso hay que demostrarlo con hechos, no con discursos.

La inversión extranjera directa (IED) en Ecuador cayó en 2024 a USD 232 millones, su nivel más bajo desde 2009. En contraste, Colombia recibió más de USD 11.000 millones y Perú cerca de USD 6.000 millones. Esto significa que Ecuador atrajo apenas el 2 % del promedio regional de IED. No llegamos ni al 5 % de nuestros vecinos. No por falta de oportunidades, sino por falta de estrategia. Atraer inversión requiere una narrativa país clara, reglas estables, incentivos sectoriales inteligentes y, sobre todo, una capacidad profesional de estructurar proyectos. Ecuador debe levantar un pipeline de proyectos privados y público-privados con estructura financiera sólida, retorno esperado claro y garantías institucionales creíbles. Un equipo dedicado con seriedad, una especie de consultor empresarial soberano que le permita atraer inversión real. Ya no basta con tener recursos naturales o ubicación estratégica; en el mundo actual, los capitales buscan países que se comportan como empresas bien gestionadas.

Esta estrategia, ya bien conocida en el sector empresarial, no es nueva, pero sí urgente. Producir más (desde lo público y lo privado), vender más, crecer más. Esa es la única manera de financiar un Estado moderno, justo y sostenible. Evidentemente, las reformas de mediano plazo deben analizar el rol del Estado en el tejido empresarial público. Hace falta solamente mirar la evolución de la gobernanza de las empresas estatales petroleras a nivel mundial para darnos cuenta de que estamos tarde. Sin embargo, hasta lograr estos cambios estructurales, tenemos herramientas para conseguir crecer en el corto plazo.

Y por el lado del sector privado: ¿y si nuestro iPod fuera el camarón, nuestro iPhone el chocolate, y nuestra versión del iPad fuera la exportación de servicios digitales, logísticos o turísticos? Ecuador ya produce bienes de clase mundial: el banano con trazabilidad genética, la rosa con mayor vida en florero, el café con microprocesos, el cacao con más premios internacionales por tonelada exportada. Es decir, podríamos hacer lo que hizo Apple: rediseñar nuestra propuesta al mundo. Y quizá lo que hoy parece crisis sea, en realidad, sea umbral de un nuevo modelo económico. (O)