Desde mi trayectoria en el área de recursos humanos, he visto con gran optimismo que cada vez más empresas promueven la diversidad y la inclusión en sus equipos de trabajo, incorporando a grupos minoritarios que han sido excluidos de los entornos corporativos por prejuicios o paradigmas de orden social, de género, raza... Si bien, una de las principales razones, que ha sido demostrada con cifras, ha sido su impacto positivo en la rentabilidad de los negocios, todavía hay mucho trabajo que hacer.
Uno de los desafíos más importantes y que lamentablemente se ha “normalizado” es la caducidad del talento por la edad. Llegar a tener más de 45 años representa una suerte de castigo dentro del mercado laboral, se ha masificado el mensaje de que este grupo ya no cumple con el perfil que demanda la empresa actual: colaboradores dinámicos, súper digitalizados, multitasking y sobre todo rápidos. El valor de la experiencia queda relegado, la sabiduría de los años no cuenta, algo totalmente contradictorio cuando los jóvenes buscan empleo. ¿Entonces qué estamos buscando desde las empresas?
La idea de que envejecer es algo malo y de que dejamos de ser útiles es tan absurda como pensar que la juventud durará toda la vida, frente al hecho inevitable de que todos llegaremos a esa edad. De ahí que es urgente que desde la enseñanza en casa se tome este asunto más en serio, cambiar esta mirada no solo tiene que ver con valorar a las personas desde su esencia y el aporte que pueden generar a la sociedad, sino con ampliar el tiempo de productividad de una persona, lo que además le da más sentido a tantos años invertidos en educación y trayectoria profesional.
Han sido las mismas empresas y personas quienes hemos extendido este pensamiento, volviéndolo una injusta realidad. Personalmente, los estudios han sido claves en mi carrera profesional, sin embargo, han sido los años de experiencia en la cancha los que han complementado lo aprendido y, sin duda, han representado el aprendizaje más poderoso; además, mis más grandes mentores fueron líderes empresariales con muchos años de trayectoria, sus experiencias y esa mirada que solo dan los años definitivamente me han marcado.
Partiendo de estas reflexiones, existen varias razones por las cuales debemos empezar a retar el “status quo” en este sentido: además de la experiencia/mentoring con la que cuenta un perfil senior, se suman las habilidades que solo se adquieren con la práctica, entre ellas la resiliencia que consiste en la capacidad de manejar asertivamente las emociones.
Por otro lado, la adaptabilidad es una de las capacidades más desarrolladas en los colaboradores de más de 50 años, ya que normalmente tienen responsabilidades familiares que incrementa su sentido de estabilidad y lealtad a sus empleos. Muestra de ello, ha sido la adaptación a la tecnología durante la pandemia, desafío que finalmente fue asumido por estas generaciones, logrando incorporar nuevas herramientas digitales en sus vidas.
En definitiva, estos y otros factores más demuestran la oportunidad que existe desde las empresas por repensar el valor del talento humano. ¡Así como los jóvenes tenemos grandes cualidades para aportar a las organizaciones, los años de experiencia y las canas definitivamente también lo hacen! ¿Retamos el status quo? El talento y el potencial no tienen edad!! (O)