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Bandera de Ecuador. Foto: Flickr.
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Todos estamos llamados a ser parte de la solución, dejando aparte el egoísmo, la arrogancia, la queja y la pasividad, para buscar con verdadera solidaridad y empeño el bien común.

12 Octubre de 2022 17.22

Es importante sincerarnos y dejar de tapar el sol con un dedo: en los territorios donde gana espacio el populismo es justamente donde la pobreza, la inequidad, la ausencia de gobierno y la violencia son más evidentes. Imposible negar que un segmento muy importante de nuestra sociedad no resiste más y al sentir que no tiene nada que perder, se deja seducir por un discurso romántico y socialista que esconde detrás demagogia y falsas promesas que en muy poco o nada resuelven su difícil situación. En ese sentido no se puede desconocer el trabajo disciplinado y minucioso de adoctrinamiento de estos caudillos y movimientos populistas que, enarbolando la bandera progresista, han sabido encontrar de manera efectiva una oportunidad para llegar al poder en toda la región, aprovechando políticamente ese descontento social, la inequidad y ahora, las secuelas y el dolor de la pandemia.

Esta gran crisis social, es una bomba de tiempo al borde de estallar, y a la que todos desde nuestros distintos espacios, estamos llamados a apagar. Esto implica un verdadero involucramiento al que debemos invertirle tiempo, recursos y un desinteresado trabajo que permitan conseguir cambios estructurales que vayan mas allá de subsidios y dádivas temporales, y que conlleven a un verdadero compromiso y sentido de responsabilidad compartida con nuestra sociedad. Porque la historia nos ha demostrado que no podemos depender, ni es responsabilidad exclusiva del gobierno de turno, el encontrar la estabilidad y el progreso del país. No podemos esperar ese cambio siendo netamente espectadores, o en el mejor de los casos, activos y bulliciosos tuiteros anónimos detrás de una pantalla. Debemos salir de la comodidad de esos espacios limitados y tratar de llegar a más gente con mensajes que siembren optimismo, con verdaderas propuestas de interés colectivo que generen oportunidades con más humanidad y que resalten lo que nos une como sociedad y nación. Pasar del discurso a la acción en la lucha contra la inequidad es seguramente el mayor reto que tenemos como país. Analicemos cómo podríamos trabajar en equipo:

Desde el gobierno, al no existir mejor obra social que crear empleos estables, y estos al provenir en más de un 90% de empresas privadas, es intolerable permitir que se fomente o politice un discurso que las ataque y desprestigie. Al contrario, el gobierno debe ser un aliado que promueva nuevos emprendimientos y facilite el crecimiento de los negocios y de las actividades productivas existentes, con herramientas técnicas y no ideológicas, que fomenten un mejor clima de negocios garantizando seguridad jurídica, menor tramitología y mayor institucionalidad. Así mismo, debe propiciar políticas laborales controladas pero flexibles; y un marco tributario coherente, con menos impuestos y más recaudación, declarando la guerra de una buena vez a la injustificable evasión. El Estado debe también cumplir con sus obligaciones internacionales que le permita mantener un riesgo país por lo menos moderado, y tener políticas agresivas y eficientes para la atracción de inversiones y la promoción de nuestra oferta exportable en mercados con alto poder adquisitivo. Garantizar (y puede hacerlo con participación privada), seguridad, educación, salud e infraestructura de buena calidad. Sin duda deben existir programas asistenciales y de apoyo a grupos vulnerables, pero con el objetivo de que dentro de lo posible, esta ayuda temporal les permita superar su condición de pobreza para insertarse adecuadamente en la formalidad y en las actividades productivas para mejorar de manera sostenible su calidad de vida. Para todo esto es necesario un liderazgo que genere confianza y que realmente conecte con la gente, un líder que sea sensible y que al mismo tiempo nos una, permitiendo superar la división causada por ese discurso populista, innecesario y destructivo de la lucha de clases.

Por su parte los empresarios no solo deben ejercer su rol fundamental hacia la sociedad que es el de producir bienes y servicios de calidad generando empleos estables cumpliendo con sus obligaciones con la comunidad y el Estado. Tienen también que evolucionar de esa visión particular hacia una verdaderamente común, que no puede ser ajena ni lejana a la política, ya que después de todo, el comportamiento del gobierno y como le va al país y a su sociedad en general, afecta directamente en el desempeño de sus negocios. Dentro de los espacios empresariales y productivos, con colaboradores y si es posible sus familias, también se debe discutir con argumentos y firmeza sobre la importancia y la valoración de la defensa de la democracia, de la economía de mercado y la libertad. Es importante decirlo con frontalidad y crear conciencia: el socialismo se implementa únicamente a costa de las libertades.  Así, en coordinación con la academia, se debe apostar por la formación política de nuevos liderazgos y capacitar jóvenes para ser políticos que defiendan la propiedad privada y la función empresarial con responsabilidad social como alternativa y herramienta para el desarrollo. Finalmente, es fundamental que la sociedad civil sea activa y propositiva, y que se involucre como un agente protagónico en la vigilancia para precautelar no sólo las necesidades de las personas ante gobiernos, sino también para que estos rindan cuentas sobre el cumplimiento de sus compromisos. 

Todos estamos llamados a ser parte de la solución, dejando aparte el egoísmo, la arrogancia, la queja y la pasividad, para buscar con verdadera solidaridad y empeño el bien común. No se puede concluir sin mencionar que desde donde estemos debemos ser parte de un verdadero compromiso social que fomente desde la infancia, la integridad, la honestidad y la transparencia, ya que donde hay corrupción no puede haber progreso, justicia, equidad ni paz.  (O)

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