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Estamos empezando a desconfiar de nuestro razonamiento. Dudamos de las ideas y creencias con las que crecimos. Hemos llegado a un punto en el que la inteligencia humana está en entredicho y el temor a equivocarse es más grande que las ganas de aprender del error.

13 Diciembre de 2025 21.27

Días atrás, en medio de una entrevista periodística, un alto ejecutivo de una empresa me dejó pasmado. Al plantearle una pregunta me dijo literalmente: ‘déjame preguntarle al Chat GPT’. Pensé que era una broma, pero lo cierto fue que detuvo la conversación, consultó con la inteligencia artificial y respondió.

Era una pregunta sencilla y yo suponía que el vocero podría resolverlo sin problema. Su cargo y sus años en la compañía me hicieron pensar que tenía la capacidad para hacerlo, pero el prefirió apoyarse en lo que le decía la aplicación de su smartphone. El hecho me dejó pensando durante varios días y surgieron varias preguntas.

Las dudas se repiten y crecen cuando veo a personas cercanas consultar a la IA sobre todo o casi todo. Desde temas de salud hasta económicos, sobre salud mental o política. No me opongo al uso de la inteligencia artificial, yo la uso a diario para temas laborales, personales y estudiantiles. Confío en la mayoría de las ocasiones, pero siempre queda la duda latente.

Utilizo IA para ganar tiempo, pero también para experimentar una de las herramientas más poderosas que ha llegado a manos del ser humano. Recuerdo hace tres o cuatro años, cuando empezó el boom de IA, las preguntas alrededor de ella se multiplicaban y los temores que siempre aparecen ante una nueva tecnología crecían.

Hoy vemos que la IA impacta a diario en cada uno de nosotros. Los algoritmos determinan desde preferencias políticas, hasta gustos musicales o decisiones en el supermercado. Eso ya lo sabemos. Son efectos beneficiosos, pero también hay aspectos negativos.

Pero lo que tal vez no sabemos (o no queremos saber o darnos cuenta) es que estamos empezando a desconfiar de nuestro razonamiento. Dudamos de las ideas y creencias con las que crecimos. Hemos llegado a un punto en el que la inteligencia humana está en entredicho y el temor a equivocarse es más grande que las ganas de aprender del error.

¿La inteligencia artificial nos hace infalibles? ¿Nos convierte en mejores padres, madres, hijos o profesionales? ¿Estamos evolucionando? ¿Somos una generación superior a las anteriores por el hecho de contar con una nueva tecnología? ¿Pensaron igual nuestros antepasados que empezaron a utilizar la rueda, los que inventaron la agricultura, los que promovieron los derechos humanos o los responsables de la revolución industrial? ¿La esencia del ser humano, marcada por la inconformidad permanente, está en riesgo? ¿La inteligencia artificial frena la creatividad o la potencia?

Para responder esas y otras preguntas primero debemos recuperar la confianza en nosotros, en nuestras capacidades intelectuales. Luego miremos la historia de la humanidad, con sus luces y sombras, y allí encontraremos algunas respuestas, pero también nuevas preguntas. (O)

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