Su video me llegó por WhatsApp, con un mensaje: "lo logramos, hicimos nuestro primer envío". En el mismo se puede ver cómo, con su equipo de trabajo, suben las cajas embaladas en el contenedor de un tráiler. Para muchas empresas nacionales este es su día a día. Para Patricia Rodríguez Guzmán es el principio de su internacionalización y llegó a las oficinas de Forbes Ecuador para contarnos las buenas noticias. Quijos Frut Ec SAS es especialista en pulpas de fruta, su marca cuenta con 20 sabores, que se comercializan en cadenas de supermercados a escala nacional.
En 2024, sus ingresos en ventas llegaron a US$ 300.000 y el mes anterior exportaron sus primeras 10 toneladas a Chile. Sin embargo, esta historia va más allá de los números, es un recuento de la vida de Rodríguez, como madre soltera y emprendedora. Nació en Quito hace 51 años, pero su hogar está en el Oriente. Su padre de origen ambateño y su madre, quiteña, se conocieron en la Amazonía y decidieron quedarse en aquellas tierras.
Reconoce que ha vivido en algunos lugares de la provincia de Napo y su residencia actual se ubica en el pueblo San Francisco de Borja, donde cursó sus estudios secundarios. Al terminar esta etapa decidió mudarse a la capital para ingresar a la Universidad Latinoamericana, y estudiar Administración de Empresas. Al mismo tiempo, llegó su hija, quien "es su motivación en todo lo que hace". Con solo 20 años asumió esa responsabilidad. En un primer momento regresó a su casa, con sus padres, y esas ganas por obtener su título hicieron que divida su horario: de lunes a viernes estaba en Quito y los fines de semana regresaba a cuidar de "su pequeña".
Con el paso del tiempo, Rodríguez obtuvo un trabajo en Petroindustrial (en el Coca) y compartía muy poco tiempo con su primogénita. ¿Qué le motivó a emprender? Esa "culpa" que sentía al no estar presente. "Me estaba perdiendo de ver crecer a mi guagua. Una vez, ella tenía un día familiar y me dijo: 'mamá, quiero que tú estés'. Yo no podía y siempre le decía que sus abuelos estaban con ella. En esa ocasión, fui a trabajar con un dolor de corazón que cuando llegué mi jefe me preguntó qué me pasaba".
Él le dio una lista de ideas para que tenga su negocio propio y también le ofreció su ayuda. Así que Rodríguez incursionó en la venta de equipos de seguridad industrial para las petroleras y los municipios de la zona. En un inicio le fue excelente y pudo combinar sus dos facetas, como madre y profesional. Los problemas económicos del Gobierno y el incumplimiento de los pagos con los contratistas le llevaron a buscar otra fuente de ingresos para mantener a su familia.
"Mi papá tiene una finca con dos hectáreas y le propuse que sembremos naranjilla y tomate de árbol". Rodríguez acudió en 2012 a BanEcuador y solicitó un préstamo por US$ 5.000. Entre sus anécdotas comenta que para ella era un montón de dinero y siempre se preguntaba cómo iba a pagar. Junto con dos trabajadores y su padre empezaron a labrar la tierra. Cuando recibieron los primeros frutos sintieron una alegría que se fue apagando al ingresar a un mercado informal con precios que fluctúan todas las semanas. "Un día una gaveta podía costar US$ 20 y al siguiente US$ 5, no pudimos estabilizar el negocio".
Esa zozobra la vivió por dos o tres cosechas hasta que el temporal hizo una "jugada maestra". La inclemencia del invierno se llevó todas las vías que conectaban su pueblo con la ciudad. Se estimaba que estarían incomunicados por 20 días, lo que significaba la pérdida completa de su cosecha, con unos 400 kilos de fruta. "Lo único que se me ocurrió fue hacer pulpa y congelar. Lavamos, licuamos, cernimos y pusimos en fundas de un kilo, todo en mi cocina".
Rodríguez tenía unas 300 fundas distribuidas en los congeladores de su familia y algunos amigos. ¡Así empezó! Puso algunas muestras en una hielera y recorría tiendas buscando compradores. Un día visitó las instalaciones que se estaban construyendo de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Rodríguez pensó que esas 5.000 personas podrían interesarse en sus pulpas. La primera vez le atendió un funcionario chino que no entendía el español. "Yo trataba de explicarle que es para hacer jugo, mientras él me decía, con la mano, que me vaya".
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El segundo intento también fue un fracaso. "Me fui donde otro chino que entendía un poco, al final me dijo que era muy caro, US$ 1,90 por kilo". Rodríguez no se dio por vencida y se hizo amiga de unas chicas del catering, quienes le dijeron que vaya a preparar un jugo, cuando estén los jefes. "Les hice uno de naranjilla. Me preguntaron cuánto tenía y me pidieron 5.000 kilos, que me comprometí a entregar en tres meses". Con el acuerdo cerrado, esta emprendedora hipotecó su casa, compró máquinas industriales y su vivienda se transformó en una fábrica. Al inicio usaba toda su plantación, luego decidió dejar de sembrar, por el gran trabajo que significaba, y comenzó a buscar proveedores. Actualmente, trabaja con más de 50 en todo el país y el mes pasado procesaron 37 toneladas. Su promedio mensual ronda las 14 toneladas.
Fueron cuatro años de estabilidad. El error de Rodríguez fue no buscar más clientes, ya que se acabó la construcción y se fueron los pedidos. Esas ocho toneladas que entregaba se destinaron a siete campamentos petroleros, que fueron su salvación. Aumentó algunas presentaciones y la pandemia del Covid-19 le recordó la lección aprendida con anterioridad: no te cases solo con un cliente y no te quedes en tu zona de confort. Estos lugares cerraron y le tocó volver a recorrer las tiendas.
Con estas experiencias entendió que sus productos no solo debían estar en el Oriente y se dedicó a abrir nuevos nichos. "Ya nos pasó dos veces y no podía suceder una tercera vez. Ahora pienso que fue una mano de arriba, un día llegaron a la fábrica unas personas de la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI), buscando empresas amazónicas que tengan cierta estabilidad". Recibió asesoramiento también del Ministerio de Producción, le pidieron que cambie sus empaques y sus logos para masificar su marca. Así ingresó al Supermaxi en 2021, con cuatro sabores, y en Tía, con otros cinco.
Sus pulpas son naturales, sin añadidos y mínimamente procesadas. "Son hechas con las manos de mamás que saben lo importante que es la alimentación" asegura Rodríguez, al mencionar que tiene, por ahora, 10 colaboradores, en su mayoría madres solteras. Con los nuevos retos internacionales, están probando inyectar vitamina C para aumentar la vida útil de sus pulpas, que duran entre tres y seis meses.
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Entre los sabores exóticos está la chonta, una fruta amazónica. Además, Quijos Frut tiene disponible mora y frutilla, que es lo que más se comercializa en la Sierra y una serie de cítricos que se consumen mejor en la Costa. Del 100 % de su producción, la mitad se llevan los caterings, el resto se distribuye entre las cadenas de retail. Sus exportaciones trimestrales a Chile se dieron gracias a una invitación del Ministerio de Producción. Para Rodríguez, los contactos y las alianzas son indispensables. "Estoy feliz porque me mandan fotos de lo que se está vendiendo". Los sabores que se enviaron fueron: mango, papaya, piña, maracuyá, guanábana, naranjilla y mora".
"En la vida uno debe ponerse una meta o un proyecto. Hay veces que no es como uno piensa, pero siempre hay manera de enderezar el camino. Yo espero salir a la región y luego cruzar a otros continentes". Según la Superintendencia de Compañías, Valores y Seguros, Quijos Frut es la primera, en ingresos totales, en el sector de industrias manufactureras de Napo. En agosto, esta 'mujer power' visitará Bolivia para una nueva rueda de negocios, espera ampliar su planta o incluir energía solar. Como buena emprendedora, espera duplicar sus ventas este año y cumplir con las certificaciones para salir a otros mercados. (I)