Lenin Javier Maingón tiene ascendencia francesa por el lado de su tatarabuelo paterno. En 1910, llegó a Bahía de Caráquez, en Manabí, proveniente de Lyon, Francia. Dice que se convirtió en el primer francés Maingón que emigró a Ecuador. Posteriormente, fue su abuelo quien se radicó en Daule, en Guayas, y ayudó a fundar la conocida Cooperativa de Transporte Señor de Los Milagros.
La historia de sus ancestros es necesaria para precisar que su apellido se escribe con esa N intermedia: Maingón, porque también hay parientes que están inscritos en el Registro Civil sin esa letra y les ha tocado tramitar todos los cambios.
Armar el árbol genealógico sirve para no olvidar las raíces y rescatar la memoria familiar. Eso hace Lenin Javier Maingón cuando busca en sus recuerdos los orígenes de Solinal Corp, un nombre que se traduce en Soluciones para la Industria de Alimentos, la empresa que fundó hace 10 años y en la que es el CEO.
Solinal es una food tech ecuatoriana que emplea inteligencia artificial (IA) para resolver los desafíos de la industria alimentaria. La plataforma se especializa en el desarrollo de soluciones tecnológicas innovadoras que optimizan la trazabilidad, el control de calidad y el cumplimiento regulatorio en toda la cadena alimentaria.
En 2014, Maingón arrancó con Solinal como una empresa de capacitación tradicional. Desde entonces evolucionó hasta convertirse "en pionera" en la integración de la IA y big data en procesos alimentarios. "El modelo de negocio lo cambiamos justamente en el momento en que vivimos el confinamiento por la pandemia".
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La empresa desarrolla 10 soluciones con inteligencia artificial que resuelven problemas en la industria alimentaria y en emprendimientos. Entre las herramientas está una aplicación que permite a los emprendedores y grandes industrias crear etiquetas nutricionales de conformidad con las normativas de cualquier país de destino y que permite ganar más mercados.
La aplicación también ayuda a emprendedores, artesanales, microempresarios, como un consultor digital de cumplimiento regulatorio, como una guía para poder crear sus etiquetas nutricionales y etiqueta semáforo, sobre todo cuando no conocen la normativa y evitar engaños al consumidor con información no validada.
Maingón es un guayaquileño que acaba de comenzar el "cuarto escalón", dice, al cumplir los 40 años. Ingeniero de Alimentos, graduado de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), tiene una licenciatura en ingeniería de Alimentos en la Universidad Autónoma Metropolitana de México, un máster en Administración y Dirección Internacional de Empresas, por la Universidad Politécnica de Madrid, España, y una certificación en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Solinal fue creada tras una mala experiencia laboral. Trabajaba en una empresa de catering para aerolíneas que "me despidió por practicar la ética profesional".
Era encargado de aprobar la materia prima que llegaba a la planta para preparar los alimentos para los aviones. Dice que un producto cárnico había llegado con un exceso de temperatura y no se había cuidado la cadena de frío. Como jefe de Control de Calidad debía dar el visto bueno, de lo contrario, el vuelo se retrasaba y debería pagar una multa. "Yo no la quise aprobar y después me despidieron".
Una vez desempleado, recordó que en sus primeros trabajos había descubierto sus "dotes de capacitador". Tenía vocación para transmitir los conocimientos sobre seguridad alimentaria. Creyó que era una oportunidad para emprender.
Decidió crear una empresa, con US$ 800 de capital, para prestar servicios de capacitación y en diciembre de 2014 dictó las primeras charlas. Después llegaron las grandes industrias y emprendedores que buscaban capacitar a su personal. También empezó a traer capacitadores de México, a quienes había conocido cuando viajó a ese país para estudiar con una beca.
En 2018, Solinal habilitó una plataforma de educación en línea sobre seguridad alimentaria hasta que llegó la pandemia. En 2020, comenzó a cambiar el giro del negocio, ya que según Maingón años antes había visualizado la necesidad de desarrollar aplicaciones para la industria alimentaria y emprendedores.
La primera que sacaron al mercado fue la aplicación de etiqueta para ayudar, sobre todo a los emprendedores, a través de la inteligencia artificial, a cumplir la normativa, calcular la tabla nutricional, el semáforo, evitar sanciones y que el consumidor reciba la información adecuada.
En la plataforma de Solinal la aplicación es gratuita, pero para elaborar la tabla nutricional hay que contratar la suscripción de US$ 22 mensuales o US$ 89, anual. Se puede formular la tabla las veces que sean necesaria y la IA va guiando al emprendedor para hacer alimentos más saludables.
"Con 14 años en la industria y 10 años con la empresa, palpé el dolor de las empresas, me di cuenta de que esta era una necesidad. El denominador común era que había un problema, sobre todo para emprendedores y tenía que existir una solución".
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La food tech ha ayudado a optimizar procesos de producción y comercialización, asegurando la calidad de sus productos y reduciendo riesgos regulatorios evitando grandes multas, explica.
"El elemento disruptivo de Solinal radica en la combinación de inteligencia artificial y tecnología blockchain para garantizar la trazabilidad, optimizar los flujos de trabajo y asegurar la calidad alimentaria de una forma eficiente y confiable".
Actualmente, la empresa factura entre US$ 30.000 y US$ 40.000 mensuales y calcula un crecimiento sostenido de 20 % en los ingresos anuales.
Emplea a un equipo multidisciplinario de 15 personas, compuesto por desarrolladores, ingenieros de alimentos, expertos en IA y profesionales en regulación alimentaria.
También trabaja en un proyecto para crear un laboratorio de análisis de alimentos que puede operar en 2025, en Guayaquil.
Maingón señala que la estructura de negocio permite tener un margen de ganancia para reinvertir en innovación y en expansión de las operaciones.
Desde 2019, Solinal tiene una segunda sede en Nueva York y los planes son abrir oficinas en México y España. "Estimamos que en los próximos cinco años triplicaremos nuestras cifras actuales de facturación".
Las inversiones de la empresa se han destinado en investigación y desarrollo de nuevas aplicaciones y también a crear alianzas estratégicas internacionales para garantizar que las soluciones cumplan con normativas globales y se adapten a las necesidades de cada mercado. En la cartera de clientes están, por ejemplo, el Corporativo Global Kraft-Heinz, de Estados Unidos, KFC, de Ecuador, Tri Marine Group, en Panamá, entre otras compañías de Colombia, Chile, y otros países.
Una de las lecciones en estos años es que "no hay que tenerle miedo a las crisis, sino aprovecharlas, porque pasan, la persona se fortalece y explotan las ideas, te sientes obligado a dar un paso más adelante. Te ayuda a decir ok, vamos a hacer algo que realmente pareciera de locos o la gente no lo ve en su momento. Tengo mi frase: emprendedor de lo imposible, jamás me iba a imaginar que iba a crear una aplicación".
Hizo lo imposible y ahora hasta parece contradictorio con su época universitaria. Aprendió a programar, era un perfil profesional diferente a la ingeniería en alimentos, y aprendió a adaptarse. Recuerda que, en la Espol, con el nivel de exigencia de la universidad pública, casi pierde la carrera.
"En la materia de Fundamentos de computación tenía que programar. Yo pasé con seis, es decir lo mínimo, y la tuve que repetir tres veces".
"Si no pasabas la materia, prácticamente perdías la carrera y estuve casi al borde de perderla porque no podía programar, no me entraba en la cabeza, pero mira que contradictorio es, ahora me dedico a la inteligencia artificial y estoy siendo pionero y líder en esa área, me he dedicado al área de tecnología, con mi perfil de ingeniero de alimentos". (I)