A Wallace Chan no se le escapa el largo camino que recorrió. Pasó de crecer en la pobreza extrema y sin saber leer ni escribir a convertirse en uno de los artistas de alta joyería más reconocidos del mundo. Uno de los puntos más altos de esa trayectoria impensada fueron sus presentaciones en la Universidad de Harvard, cuna de algunos de los estudiantes y docentes más destacados del planeta.
El 30 de julio dio, al menos, su tercera conferencia en el Museo Mineralógico y Geológico de Harvard. Desde la organización contaron que más de 400 personas pidieron entrada para el evento y, a juzgar por cómo se llenó la Sala de Conferencias Geológicas, casi todos llegaron para escuchar a Chan hablar sobre su vida y cómo esa historia se refleja en su arte.
La charla se tituló "La cuchara que dio forma al viaje del artista", y giró en torno a cómo Chan inventó la porcelana irrompible y la usó para crear una colección de joyas.
Como en muchas de sus creaciones e invenciones, la chispa que encendió la idea nació en la infancia. Su familia se mudó desde China continental a Hong Kong cuando él tenía cinco años. Vivían con lo justo: Chan y sus tres hermanos compartían una cuchara de plástico para tomar la sopa, mientras que los adultos usaban una de porcelana. En uno de esos días de curiosidad infantil, aprovechó un descuido, agarró la cuchara de los grandes, se le resbaló y se hizo trizas contra el piso. La reacción fue inmediata: lo castigaron con dureza por ese error.
"En ese momento imaginé que los pedazos rotos se convertían en una ventana. Una ventana a un mundo nuevo, un mundo que emergía de estos pedazos rotos", contó durante una charla de 20 minutos, que se aprendió de memoria en inglés, idioma que viene estudiando siempre que puede desde hace al menos diez años.
"Mi abuela me castigó por romper la preciada cuchara. Contuve las lágrimas", agregó.
Esa escena lo marcó tanto que se volvió una obsesión. A partir de ahí nació su vínculo con la porcelana, un material que muchos valoran justamente por todo lo que representa para él.
De grande, quiso saberlo todo sobre la porcelana: su historia y ese poder silencioso que la rodea. A simple vista parece suave y blanca, casi como la luz. Pero es capaz de resistir el fuego y renacer, como un fénix que sale de sus propias cenizas. Empezó siendo apenas un poco de arcilla blanda, pero atravesó los siglos y logró inspirar a personas en todo el mundo.
Crear joyas con ese nuevo material resistente que inventó no fue fácil. Tuvo que desarrollar técnicas nuevas de joyería para poder trabajarlo.
"Cocía una pieza de porcelana, la enfriaba, la tallaba y lo repetía, muchas veces, hasta que la forma era perfecta. Hasta que estaba lo suficientemente suave como para tocar la luz. Cada paso era una meditación. No solo tallaba porcelana, sino que tallaba el tiempo. Tallaba el silencio. Tallaba la memoria. Aprendí que el fracaso es parte de la cocción. Quema el orgullo. Deja solo lo esencial: artesanía, disciplina y paciencia. No hay atajos", dijo.
Chan siempre trabajó con titanio y explicó que necesitaba ese metal para engarzar gemas en sus piezas de porcelana, además de combinar ambos materiales y crear una sola joya. Usa una técnica milenaria: mortaja y espiga, un método que nació hace unos 7000 años y que todavía aplican carpinteros en distintos rincones del mundo. Gracias a ese sistema, el titanio muchas veces queda oculto.
Tardó ocho años en encontrar la fórmula justa para una porcelana irrompible y transformarla en base para sus joyas. En 2018, presentó 14 piezas de colores, engastadas con gemas, todas hechas con esa nueva porcelana.
Durante su charla, volvió sobre sus orígenes para dejar un mensaje claro: cualquiera puede hacer lo que él hace, si tiene la disciplina necesaria para convertir una idea en realidad.
"La gente me conoce como el maestro joyero de la China contemporánea, pero una vez fui un niño pobre, un estudiante de la escuela de la azotea, intimidado por el maestro", recordó. "Un joven sin educación. Un artesano que tocaba a todas las puertas con la única esperanza de vender una pieza. Crecer en la pobreza me enseñó el significado de los materiales. Usábamos nuestras manos e imaginación para crear cosas. Para convertir ideas invisibles en algo real", agregó.
Y cerró con una reflexión: "Renací a los cinco años. Simplemente aún no lo sabía. Tengo la suerte de darme cuenta casi medio siglo después. No tenía nada, y de esa nada surgió todo".
Después de la conferencia, Chan respondió preguntas de Raquel Alonso Pérez, curadora del Museo Mineralógico y Geológico, y también del público. Lo hizo con la ayuda de un traductor.
Pérez le preguntó: "En su opinión, ¿cómo pueden las dificultades moldear la creatividad de maneras significativas, sin romantizar el sufrimiento?"
La respuesta de Chan, a través del traductor, fue:
"El arte que verdaderamente conmueve el alma a menudo surge del proceso de desgarramiento, reparación y renacimiento del alma. Quizás la esencia misma de la verdad, la bondad y la belleza en el arte exista para ayudarnos a trascender el sufrimiento. Muchas obras significativas son expresiones de artistas que usan sus vidas para tocar otras vidas. Dicho esto, no creo en el sufrimiento por el sufrimiento, ni creo que el dolor otorgue automáticamente valor artístico. Lo que importa es cómo transformamos nuestras experiencias, ya sean alegres o dolorosas, en iluminación, dejando que la luz brille a través de las grietas. No solo esculpo materiales; esculpo tiempo, espacio, memoria y existencia. La creación debería ser un proceso de sanación y comprensión, no una muestra de agonía. Al final, el sufrimiento es solo un pasaje. Cuando se extiende la línea temporal de la vida a cientos o incluso miles de años, se empieza a ver cuán breves son realmente las dificultades presentes y cuán vasta y perdurable puede ser la historia".
Entre el público, varias personas llevaron a sus hijas en edad escolar para ver a Chan. Por lo que pude observar, todas eran nenas. Algunas se concentraban en tomar notas durante la conferencia.
Una de ellas le preguntó sobre el vínculo entre su sufrimiento y su arte, y si ese dolor venía solo de su infancia pobre o si también había atravesado otros momentos difíciles que luego transformó en inspiración.
A través del traductor, respondió: "Hay dos tipos de sufrimiento. Uno es el sufrimiento corporal, material. Es físico. Pero también hay otro tipo de sufrimiento, el espiritual, que es algo que nadie ve".
Contó que conoció ambos tipos de dolor. Y habló de experiencias concretas: de joven, se le atrapó un dedo en una máquina textil en la que trabajaba. Años después, ya como artista, se cortó con un cuchillo que le cayó en la mano. Según dijo, esa herida fue aún peor. También recordó la paliza que le dio su abuela después de romper la cuchara de porcelana. Ese episodio le dolió tanto en el cuerpo como en el alma.
"Fue un recuerdo realmente impresionante", dijo. "Más adelante en mi vida, se convirtió en una inspiración", concluyó.