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Parque dental y su mascota Quito - Ecuador
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El perro de terapia cumplirá seis años en junio. Desde finales de 2018 acompaña a los esposos Glenda Arias y José Ayala en su clínica Parque Dental, como apoyo emocional durante las consultas odontológicas a los niños pacientes. Su fama ha dado la vuelta al mundo.

27 Mayo de 2022 20.57

Definitivamente, teníamos que irlo a conocer. En las últimas semanas, se ha vuelto viral en el planeta por los videos y posteos en redes sociales donde se lo observa acompañando a los niños en sus tratamientos dentales. Es Aldo, un adorable labrador que es parte del 'staff' de la clínica Parque Dental, especializada en tratamientos para pequeños de hasta 14 años. 

Sus propietarios son los esposos Glenda Arias (odontopediatra) y José Ayala (gerente), quienes abrieron la clínica en 2014 y actualmente suman dos locales en Quito y uno en Guayaquil (desde octubre de 2021). Las inversiones a lo largo de estos años, en todos estos puntos, suman alrededor de US$ 210.000. Genera 25 empleos directos. La pareja, y sus dos hijos, están felices de compartir sus días con Aldo, quien recibe piropos a diario. Es un engreído.  

“En 2017, mientras tomábamos vacaciones, tomamos un vuelo. Ojeamos una revista del avión y leímos un reportaje sobre los perros de terapia que trabajan en clínicas de EE.UU. Nos pareció buena idea introducir a uno a la parte dental. Pero era un reto, porque no había perros de terapia para la parte odontológica. Glenda es una apasionada por la odontopediatría y José, entonces, estaba terminando su maestría en negocios en la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE), por lo que usó la idea para hacer la tesis. 

“Identificamos que el servicio dental estaba enfocado en la familia y los adultos. No había un espacio para los niños. Los pequeños eran atendidos en consultorios tradicionales, no se trabajaba en una conexión con ellos. Los papás no quieren que lloren sus niños. Hay tratamientos en los procesos de rehabilitación que pueden ser dolorosos. Pero a pesar de que puedan llorar hay que crearles una experiencia positiva. Encontramos una buena oportunidad. Pero, de entrada, nos equivocamos al pensar que era cuestión de adoptar o rescatar un perro y entrenarlo. Fue un proceso muy complejo. 

“Los especialistas nos decían que debíamos identificar al perro idóneo para lo que nos proponíamos. Llegamos a una escuela de perros en Puembo, Quito, allí nos ayudaron. Había una camada de perros labradores. Los padres estaban evaluados e identificados como caninos tranquilos, no agresivos y que se llevaban bien con los niños. Dentro de la camada se identificó a Aldo como el más inteligente y calmado, que son dos características bien difíciles de encontrar en un perro, normalmente, los inteligentes son muy hiperactivos. Así que se hizo un plan de entrenamiento con Aldo y, luego de ese plan, dijeron 'sí, puede ser'. 

“Estuvo en la escuela en entrenamiento por dos años, antes de que nos lo entregaran a finales de 2018. Ya llegó bautizado con ese nombre, pero le queda perfecto. Lo compramos siempre pensando que sea también parte de nuestra familia y ahora es uno más de nosotros, es otro hijo más, es súper cuidado en casa, en su alimentación, en su higiene, en sus paseos. Duerme adentro de la casa, a pesar de que tiene la suya en el patio. Pero no quiere saber nada de eso. 

Parque dental y su mascota Quito - Ecuador
Foto: Pavel Calahorrano

TODO DIVERSIÓN Y TERNURA

“Aldo tiene un entrenador personal, Wilson, que siempre está con él, excepto cuando ya estamos todos en la familia en casa. Está siempre en entrenamiento. Como es tan inteligente, el riesgo es que, tato como aprende las cosas buenas también puede encontrar atajos en sus rutinas. A veces la gente dice que le explotamos laboralmente. Eso es falso y malintencionado. Forma parte de nuestra familia, es de casa. Viene al consultorio bajo citas programadas, si algún paciente solicita cita con él. Trabaja dos o tres horas máximo por la tarde. No las ocho horas de jornada laboral. No tiene costo adicional por estar con Aldo, es un plus de Parque Dental, pero sí cuidamos mucho su agenda. 

“En las clínicas, se pasea por los espacios lúdicos, juega, hace trucos, entiende 30 órdenes. Una vez que el paciente entra, la doctora lo pone en una posición adecuada ya establecida Luego ingresa Aldo con el entrenador y se sube al sillón odontológico y recuesta su cabeza sobre el pecho del paciente. Obviamente, esto se puede realizar cuando se trata de una profilaxis o una restauración pequeña. Pero si se trata de un tratamiento quirúrgico, una endodoncia, preferimos que se quede sentado abajo del paciente. Tras la consulta, Aldo se baja del sillón 

“Hay dos momentos especiales para los niños: uno, cuando se sube y se recuesta sobre sus pechos y, dos, cuando se baja y es hora de apapacharlo, es uno a uno con el perro, porque afuera, en la sala lúdica comparte el amor con todos los demás niños. Aldo nos ha ayudado con niños difíciles de comportamiento o con necesidades especiales, les calma, les permite bajar la ansiedad. Vienen niños con miedo a los perros y también les ayuda a reducir ese temor. 

YA NO VA EN BUS, VA EN AVIÓN

“Para ayudar a los pacientes en nuestra clínica en Guayaquil, viaja en avión. La aerolínea Equair cambió sus procesos y ya permite viajar con perros de terapia. Así que Aldo va en su propio asiento. Por supuesto que está acostumbrado también a ir en carro. Incluso, en Quito, tenemos un Uber de confianza que lo lleva y o trae de casa a la clínica. 

“Le encanta salir, estar en espacios verdes, ama el agua. Cada cierto tiempo, aproximadamente cada mes, intentamos que vaya a un lago o un río, eso le desestresa. Ni se diga, la comida, ese es su verdadero hobby. Por el momento no pensamos mucho en la transición o un reemplazo a futuro. Quizás tendrá unos tres años más de trabajo. Debemos disfrutar de Aldo ahora, no sabemos si oro perro tenga la inteligencia de resolver todo lo que él resuelve. Subirse al sillón es todo un proceso, él aprendió a hacerlo sin pisar al niño, bajarse igual. Y aprende muy rápido. No sé si exista otro cómo él por el momento. Debemos disfrutarlo. Uno nunca sabe si estos grandes momentos se puedan repetir”. (I)

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